La reciente apertura de la residencia personal de Rubby Pérez en Santo Domingo ha dejado al descubierto un lado íntimo y desconocido del legendario cantante dominicano.
Tras la polémica mundial generada por la apertura de su tumba y los objetos misteriosos encontrados en su féretro, la familia decidió finalmente abrir las puertas de su hogar para preservar y documentar su legado.
Lo que parecía una inspección rutinaria se convirtió en un viaje emocional que reveló documentos, objetos y mensajes cargados de significado, mostrando a Rubby no solo como un artista, sino como un hombre lleno de amor, recuerdos y reflexiones profundas.
La casa donde Rubby Pérez vivió sus últimos años no es una mansión ostentosa, sino un espacio familiar lleno de historia y afecto.
Ubicada en una zona residencial de Santo Domingo, esta vivienda fue el refugio donde crió a sus cuatro hijos junto a su esposa Inés Lizardo, quien lo acompañó durante más de cinco décadas hasta su fallecimiento en 2022.
A pesar de la tristeza que marcó sus últimos años, la residencia conserva la esencia de un hogar vivo, con muebles, instrumentos, fotografías y recuerdos que reflejan la vida cotidiana y la pasión artística del merenguero.
La apertura de la casa no fue producto de rumores o curiosidad morbosa, sino una petición de algunos de sus hijos que buscaban rescatar canciones inéditas, documentos y testimonios para preservar la memoria de su padre.
Entre ellos, Zulinka, su hija corista, quien estuvo a su lado hasta el momento del trágico derrumbe que marcó el final de su vida, fue clave en este proceso.
Uno de los descubrimientos más impactantes fue la existencia de una habitación cerrada desde la muerte de Inés, a la que Rubby solo accedía en ocasiones especiales.
Nadie más tenía permiso para entrar.
Al abrir la puerta, familiares encontraron un espacio cargado de solemnidad, con documentos organizados, grabadoras con cassettes, partituras y borradores de canciones inéditas fechadas hasta poco antes de su fallecimiento.
Entre los objetos había un manuscrito fechado en marzo de 2025, con frases que hablaban sobre la vida, la muerte y la esperanza, acompañado de una nota que decía: “Si este cuaderno es abierto sin mí que sepan que fue por amor.
” Este cuaderno, junto con una grabación íntima dirigida a sus hijos, revelaba la profundidad emocional y la honestidad con la que Rubby enfrentó sus últimos días.
Además, detrás de un antiguo armario en el dormitorio principal, se descubrió un pequeño altar privado, no religioso en sentido tradicional, sino un rincón espiritual lleno de fotografías familiares, cartas, objetos simbólicos y recuerdos personales.
En la repisa principal destacaba una foto de su esposa Inés con una dedicatoria que expresaba el amor eterno que sentía por ella.
La carta encontrada en el altar, dirigida “a quien me recuerde con cariño”, es un testimonio conmovedor de un hombre que aceptó sus imperfecciones y quiso dejar un mensaje de amor y reconciliación.
En ella, Rubby afirmaba: “No fui perfecto, tampoco pretendo que me idealicen, solo quiero que recuerden que amé con intensidad, canté con el alma y luché como padre hasta el final.
”
Este espacio íntimo no era un lugar para espectáculos ni leyendas, sino un refugio donde Rubby guardaba sus memorias, sus dolores y su amor por la familia.
Su hija Zulinka relató que su padre solía pasar tiempo en ese rincón en silencio, mirando las fotos y a veces llorando bajito, un gesto que mostraba su vulnerabilidad y humanidad.
Quizás uno de los hallazgos más sorprendentes fue un cuaderno forrado en tela negra con una etiqueta que decía “Solo memorias”.
A simple vista parecía un cuaderno común para escribir letras de canciones, pero al abrirlo se encontraron listas de nombres con anotaciones emocionales y fechas.
Algunos nombres estaban acompañados de frases como “Traición confirmada, no olvidar lo que hicieron” o “Fueron la espalda”, reflejando decepciones y heridas personales.
Otros tenían palabras de gratitud y cariño, como “Amigo hasta el final, le debo una visita” o “Gracias por tanto”.
Este cuaderno no fue expuesto públicamente, sino guardado por la familia, entendiendo que era la manera en que Rubby procesó sus experiencias y emociones a lo largo de los años.
Era la prueba de que detrás del éxito y la fama, existía un hombre que también sufría, confiaba y se decepcionaba.
Lejos de los rumores de objetos paranormales o misterios oscuros, lo encontrado en la casa de Rubby Pérez habla de un hombre dedicado a su arte y a su familia.
Las guitarras, libretas, grabadoras y fotografías intactas muestran a un artista que nunca dejó de crear, incluso en la intimidad de su hogar.
Su esposa Inés fue su compañera inseparable, y su familia, el motor que lo impulsó hasta el final.
Las cartas, notas y objetos personales revelan un hombre con profundas raíces familiares que necesitaba un espacio para conectarse consigo mismo y con sus seres queridos.
La apertura de la casa de Rubby Pérez ha permitido a su familia y a sus seguidores conocer el lado más humano y auténtico del ícono del merengue.
Su legado no solo se mide en éxitos musicales, sino en la conexión profunda que mantuvo con su gente y en el amor que dejó plasmado en cada canción y en cada gesto.
Zulinka, su hija, expresó que aunque su padre no hablaba mucho sobre sí mismo, dejó en esa casa todo lo que fue: sus pensamientos, sus emociones y su historia.
Un testimonio que seguirá vivo mientras su música siga sonando y su memoria sea honrada.
La historia de Rubby Pérez no termina con la apertura de su tumba ni con el hallazgo de objetos misteriosos, sino con el descubrimiento de un hombre transparente, lleno de amor, creatividad y humanidad.
Su casa, sus notas y sus recuerdos nos invitan a recordar que detrás del artista hay una persona que vivió intensamente, amó profundamente y dejó un legado imborrable.
Mientras sus hijos y seguidores mantienen viva su memoria, Rubby Pérez sigue cantando con el corazón, recordándonos que la verdadera historia de un ídolo se escribe con pasión, sinceridad y amor.
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