Marta Roth, una de las actrices más talentosas del cine mexicano, vivió una vida marcada por el éxito y la tragedia.
Desde su juventud, su extraordinario talento la llevó a ganar el prestigioso premio Ariel a la mejor coactuación femenina a los 15 años, convirtiéndose en la intérprete más joven en recibir este reconocimiento.
Sin embargo, a pesar de sus logros, su vida personal se vio profundamente afectada por la pérdida de sus dos hijos, lo que la llevó a una vida de soledad y a un triste final en un asilo, donde su cuerpo nunca fue reclamado.
Marta Roth nació en México y desde muy joven mostró un gran interés por las artes. A los seis años, su familia se estableció en México después de que su padre sobreviviera al Holocausto.
A lo largo de su juventud, Marta estudió arte dramático y participó en certámenes de belleza, donde destacó por su indiscutible belleza y talento.
Su carrera despegó cuando el director Alejandro Galindo le ofreció un papel en la película “Una familia de tantas”, que se estrenó en 1949.
Su actuación en esta película le valió el premio Ariel, consolidando su lugar en la industria del cine.
A pesar de su éxito temprano, la vida de Marta no estuvo exenta de dificultades. Los ensayos eran emocionalmente desgastantes, y a menudo se encontraba llorando debido a las exigencias de los directores.
Sin embargo, su perseverancia la llevó a ser reconocida como una de las actrices más prometedoras de su generación.
Marta tuvo una vida personal tumultuosa. A los 20 años, se casó con el famoso cantante Lucho Gatica, pero fue con el compositor Rubén Fuentes con quien contrajo matrimonio en una boda de ensueño.
A pesar de su éxito en el cine y la televisión, decidió poner su carrera en pausa para formar una familia.
Durante este tiempo, su esposo compuso “La bikina”, una de las canciones más icónicas de la música mexicana.
Sin embargo, la vida de Marta se oscureció con la muerte de sus dos hijos. La primera tragedia ocurrió en 1984, cuando su hijo Leonardo falleció en un accidente automovilístico.
Este evento devastó a Marta, quien a pesar de su dolor, continuó trabajando en cine y televisión.
Su segundo hijo, Alejandro, también falleció años después, lo que la dejó completamente destrozada.
Esta pérdida fue un golpe tan duro que Marta decidió alejarse de los reflectores y retirarse de la actuación.
Después de la muerte de sus hijos, Marta tomó la decisión radical de internarse en un asilo, consciente de que la vejez y la enfermedad podrían convertirla en una carga para su familia.
En sus entrevistas, manifestó que no quería ser un estorbo y prefirió recibir atención profesional en un lugar donde pudiera vivir en paz.
A pesar de que su esposo Fernando la visitaba con frecuencia, ella optó por una vida de soledad.
El 7 de octubre de 2016, mientras disfrutaba de una comida en Ciudad de México, Marta comenzó a toser de manera incontrolable.
Lo que parecía ser un simple acceso de tos pronto se convirtió en un infarto fulminante. A pesar de los esfuerzos por estabilizarla, Marta falleció a los 84 años.
Su muerte fue repentina, y aunque no sufrió prolongadamente, dejó una profunda tristeza en aquellos que la conocieron.
Tres días después de su fallecimiento, el cuerpo de Marta Roth seguía sin ser reclamado en el hospital. Esta situación generó conmoción entre sus seguidores y colegas.
Ni la Asociación Nacional de Actores (ANDA), que normalmente se encarga de los funerales de sus miembros, ni su familia asumieron la responsabilidad de darle una sepultura adecuada.
Esta falta de atención a su legado y su vida fue un triste reflejo de cómo, a pesar de su éxito, Marta terminó sola y olvidada.
Ante esta situación, la actriz Carmen Salinas decidió intervenir.
Conmovida por la historia de su colega, Salinas contactó a varios compañeros de la industria para solicitar su ayuda en el reclamo del cuerpo y en la organización de una sepultura digna.
Gracias a su gestión, Marta fue finalmente enterrada, aunque no se realizó un funeral en su honor.
A pesar de su trágico final, Marta Roth dejó un legado imborrable en el cine mexicano.
Participó en más de 40 largometrajes y numerosas producciones televisivas, destacándose por su versatilidad y talento en cada uno de sus papeles.
Su primer gran éxito, “Una familia de tantas”, marcó el inicio de una carrera que la llevaría a ser reconocida en la industria.
Entre sus películas más destacadas se encuentran “El abandonado” (1949), “Nunca debieron amarse” (1951) y “Rostros olvidados” (1952).
También tuvo incursiones en el cine internacional, actuando en producciones de Hollywood como “The Black Pirates” (1954) y “Masacre” (1956).
A lo largo de su carrera, recibió numerosos premios y nominaciones, incluyendo el premio Ariel a la mejor coactuación femenina en 1950.
La historia de Marta Roth es un recordatorio de la fragilidad de la vida y de cómo, a pesar del éxito y el reconocimiento, la soledad y el dolor pueden marcar el destino de una persona.
Su talento y su legado en el cine mexicano son innegables, pero su triste final en un asilo, sin ser reclamado por su familia, nos invita a reflexionar sobre la importancia de valorar a quienes han contribuido a la cultura y el arte.
La vida de Marta Roth, llena de triunfos y tragedias, es un testimonio de la lucha por encontrar un lugar en el mundo y el deseo de ser recordada con dignidad.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.