El 22 de julio de 2025, el mundo de la música se estremeció con la noticia del fallecimiento de Ozzy Osbourne, el icónico “Príncipe de las Tinieblas”.
A los 76 años, y tras una vida llena de excesos, escándalos y una lucha constante contra sus demonios personales, Ozzy dejó este mundo, dejando atrás un legado que transformó el panorama musical del siglo XX.
Pero para entender su muerte, es esencial comprender su vida, marcada por la adversidad y la resiliencia.
John Michael Osbourne, conocido como Ozzy, nació el 3 de diciembre de 1948 en Birmingham, Inglaterra.
Creció en un barrio obrero, donde la pobreza era la norma y las fábricas ofrecían el único futuro posible.
Desde pequeño, Ozzy enfrentó numerosos desafíos, incluyendo dislexia y déficit de atención, lo que lo convirtió en blanco de burlas en la escuela.
Su infancia estuvo marcada por el sufrimiento y la violencia; a los 14 años, intentó suicidarse, y a los 17 fue arrestado por robo, experiencia que lo llevó a pasar seis semanas en la cárcel.
Fue durante este tiempo que Ozzy decidió que no quería terminar trabajando en una fábrica y optó por seguir su sueño de ser músico.
Sin saber tocar ningún instrumento, pero con un talento innato para el canto, Ozzy colgó un cartel buscando una banda.
Así fue como conoció a Tony Iommi, Geezer Butler y Bill Ward, quienes formaron Black Sabbath.
Su primer álbum, grabado en un solo día, recibió críticas duras, pero rápidamente se convirtió en un fenómeno en las calles.
Con el lanzamiento del segundo disco, “Paranoid”, nacieron himnos del rock como “Iron Man” y “War Pigs”, cimentando su lugar en la historia de la música.
A medida que Black Sabbath ganaba popularidad, la vida de Ozzy se tornaba cada vez más tumultuosa.

Los años 70 estuvieron marcados por el abuso de sustancias: alcohol, drogas y morfina. En 1979, sus compañeros de banda, preocupados por su estado, decidieron echarlo.
Ozzy se recluyó en un hotel de Los Ángeles, donde vivió en un estado de autodestrucción, hasta que Sharon Arden, hija del manager de la banda, lo rescató de la oscuridad.
Con su ayuda, Ozzy resurgió y lanzó “Blizzard of Ozz”, que incluía el famoso tema “Crazy Train”.
La relación entre Ozzy y Sharon fue fundamental; ella se convirtió en su manager y su apoyo incondicional, mientras que él representaba el caos.
Sin embargo, la tragedia volvió a golpear cuando su guitarrista Randy Rhoads murió en un accidente de avión en 1982, un evento que dejó una marca imborrable en la vida de Ozzy.
A pesar de las pérdidas, continuó creando música y enfrentando los escándalos que lo rodeaban.
La vida de Ozzy estuvo llena de momentos oscuros, incluyendo episodios de violencia y problemas de salud mental.
En 1989, bajo la influencia de alcohol y drogas, intentó estrangular a Sharon, un incidente que lo llevó a ser internado en un centro psiquiátrico.
A pesar de estos desafíos, Sharon nunca lo abandonó y lo ayudó a rehabilitarse.

La década de los 90 fue testigo de su transformación en una leyenda viva del rock, participando en festivales masivos y fundando el Ozzfest, que reunió a lo mejor del metal.
Con el nuevo milenio, Ozzy se convirtió en un ícono pop gracias al reality show “The Osbournes”, que mostró su vida familiar y su lado más humano. Sin embargo, a partir de 2005, su salud comenzó a deteriorarse.
En 2019, sufrió una caída que dañó su columna, y un año después, fue diagnosticado con Parkinson tipo 2, lo que le causó temblores y fatiga constante.
A pesar de las limitaciones físicas, Ozzy continuó grabando música y se mostró decidido a seguir adelante.
El 5 de julio de 2025, Ozzy subió al escenario por última vez en su ciudad natal, Birmingham. Aunque su voz ya no tenía la potencia de antaño, el público lo recibió con amor y admiración.
Dos semanas después, su familia confirmó su muerte, rodeado de seres queridos.
Aunque no se hizo pública una autopsia oficial, se reveló que su cuerpo estaba gravemente deteriorado debido a décadas de enfermedad y tratamientos invasivos.
Se presume que la causa de su muerte fue un fallo multiorgánico, resultado de su estado de salud.
La muerte de Ozzy Osbourne dejó un vacío en el mundo de la música. A pesar de sus excesos, su legado es indiscutible. Transformó el heavy metal y dejó una huella imborrable en la cultura popular.
Sus letras, que abordan temas de guerra, locura y muerte, también transmiten mensajes de esperanza y resiliencia. Ozzy no solo fue un símbolo del rock, sino también un testimonio de la lucha humana.

La vida de Ozzy Osbourne no fue perfecta, pero fue profundamente humana.
Su historia es un recordatorio de que, a pesar de los demonios que enfrentamos, siempre hay espacio para la redención y la creatividad.
Como dijo Sharon en su despedida, “Ozzy nunca quiso morir como un dios del rock. Quiso morir como un hombre que lo intentó todo y sobrevivió más de lo que debía”.
Hoy, su voz sigue resonando en estadios y en los corazones de millones de fans.
La historia del “Príncipe de las Tinieblas” es, en última instancia, una historia de supervivencia y lucha, un viaje a través del caos que nos recuerda la fragilidad de la vida y la fuerza del espíritu humano.
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