💔 La cruel injusticia que marcó para siempre la carrera del “Chupete” Suazo
Desde sus primeros días en Chile, el “Chupete” mostró aptitudes que lo hacían destacar.
Su capacidad goleadora lo llevó a clubes importantes y lo catapultó hacia escenarios internacionales.
Con clubes como Colo-Colo, Monterrey o Zaragoza, Suazo dejó su huella: títulos, goles decisivos y admiración de multitudes.
Su etapa en Monterrey fue especialmente brillante, convirtiéndose en uno de los goleadores más recordados del club.
Sin embargo, cuando más consolidado estaba, aparecieron episodios que comenzaron a desafiar su tranquilidad profesional.
En 2015, cuando regresó a Colo-Colo para un segundo ciclo, fue despedido por la administración del club bajo acusaciones de indisciplina, comportamientos inapropiados o actitudes que, según el club, afectaban el ambiente.
Suazo no lo aceptó pasivamente: demandó al club por despido injustificado.
La batalla legal fue larga y compleja.
Primero, el club intentó justificar su salida alegando razones deportivas.
Suazo respondió precisando que su contrato lo protegía, que no se le había dado una oportunidad clara de defensa ni un tratamiento justo.
En abril de 2016, la demanda cobró fuerza: una Corte de Apelaciones le dio la razón, y en octubre de ese mismo año la Corte Suprema ratificó el fallo a su favor, obligando a Colo-Colo (a través de la administración Blanco y Negro) a pagar más de 500 mil dólares por concepto de despido injustificado.
Ese fallo, sin embargo, no regresó el tiempo ni las oportunidades que podrían haber sido.
La percepción mediática ya se había enrarecido: algunos hablaban de un declive, de un jugador que empezaba a “bajar”.
Además, la relación con la dirigencia quedó severamente fracturada.
Un club donde fue figura, ahora era escenario de un conflicto público que llevó a muchos a pensar que Suazo había sido maltratado no solo como profesional, sino también como persona.
Pero esa no fue la única herida.
En su etapa final, cuando regresó a Chile para vestir las camisetas de clubes menores o de ascenso, sufrió el desgaste físico propio de los años, lesiones persistentes y decisiones administrativas que en muchos casos lo apartaron de competencias importantes.
Su retiro, anunciado recientemente a sus 44 años, incluyó confesiones sobre intervenciones de columna, complicaciones en rodillas y secuelas que ya no le permitían competir al nivel que el público esperaría de él.
La injusticia no fue siempre evidente ni brutal.
Fue más sutil: decisiones arbitrarias, manejos internos que favorecían a otros, sanciones deportivas menores, exclusiones silenciosas.
Sobre todo, el despido en Colo-Colo quedó como herida visible: un club que lo había visto crecer, terminarlo relegando sin dar explicaciones claras.
La justicia finalmente lo amparó en tribunales, pero el impacto emocional y deportivo ya estaba hecho.
En la memoria colectiva, muchos retienen sus goles en finales, sus actuaciones heroicas con la selección chilena, su legado en Monterrey.
Pero pocos recuerdan cómo la sombra de la injusticia acompañó buena parte de su carrera.
Su destino de ídolo se entrelazó con el de un luchador legal, con un hombre que tuvo que pelear fuera del campo para reivindicar su valor.
Hoy, al anunciar su retiro, Suazo dejó de ser solo el “Chupete” goleador.
Se convirtió también en símbolo de cómo un talento puede enfrentar vientos adversos, cómo la pasión por el fútbol puede chocar con decisiones administrativas injustas.
Su camino ya no depende solo de su pierna: también de la memoria de quienes sepan ver que detrás de ese nombre hay más que goles; hay dignidad lesionada y resiliencia silente.
Y aunque el fútbol no siempre es justo, su historia seguirá recordando que, incluso ante la injusticia, cabe pelear para que el legado no sea borrado.