En los años 60, la industria cinematográfica mexicana vivía uno de sus períodos más gloriosos, con estrellas que deslumbraban en los foros de los estudios Churubusco y un cine que conquistaba a toda América Latina.
Sin embargo, detrás del glamour y el éxito, se escondían historias oscuras y tragedias que pocos se atrevían a revelar.
Una de esas historias fue la de Armando Calvo, uno de los actores más famosos de la época, cuya vida estuvo marcada por un acto que conmocionó a todos: la muerte violenta de la hija de Agustín Sunza, un reconocido actor cómico mexicano.
Armando Calvo llegó a México en los años 40, logrando rápidamente reconocimiento en el cine.
Pero su carácter volátil y su temperamento impredecible pronto se hicieron evidentes.
Era un hombre celoso, violento y obsesivo, cualidades que desencadenarían una trágica cadena de eventos.
La relación con la joven hija de Sunza, una belleza de 22 años que solía acompañar a su padre en algunas filmaciones, fue intensa y turbulenta desde el principio.
Armando La vio por primera vez en una noche de fiesta y quedó completamente obsesionado con ella.
La relación creció en medio de conflictos constantes.
Armando Calvo, lleno de celos enfermizos, no soportaba verla con otros hombres, ni siquiera con su propio padre.
La joven, enamorada y cegada por sus sentimientos, desoyó los consejos de su padre y continuó escapando de casa para encontrarse con él.
La tensión entre ambos alcanzó su punto máximo una noche en abril de 1962, cuando la tragedia estalló.
Según distintos testigos, Armando fue invitado esa noche a una cena en la casa de un productor, acompañado de amigos y con la joven presente.
Dentro de la reunión, Armando la vio conversando con un joven actor y, presa de los celos y la ira, perdió el control.
Salió del lugar abruptamente y la esperó afuera.
Horas más tarde, el cuerpo sin vida de la joven fue descubierto en un paraje remoto de la carretera Cuernavaca, con signos de violencia y un golpe contundente en la cabeza.
El país quedó estremecido por la noticia. Nadie podía creer que la hija del cómico Agustín Sunza, conocida por su carácter dulce, hubiese sido víctima de un acto tan brutal.
La policía inició investigaciones inmediatas y las sospechas rápidamente apuntaron a Armando Calvo, quien había desaparecido misteriosamente esa misma noche.
Algunos relatos sugerían que Calvo había confesado su crimen a un amigo cercano, asegurando que la amaba demasiado para dejarla ir, mientras que otros argumentaban que fue un accidente, que discutieron y que ella cayó, provocando su trágico final.
Las evidencias en su contra eran abrumadoras: el bolso de la joven fue hallado en el automóvil de Calvo, junto a un pañuelo con manchas de sangre.
La prensa intentó esconder el escándalo, presionada por altos ejecutivos y por el sindicato de actores, que ordenaron mantener silencio para proteger la imagen del galán.
Sin embargo, en los cafés de Coyoacán y en los pasillos de los estudios, el rumor circulaba inevitablemente: Armando Calvo mató a la hija de Sunza.
Para evitar la justicia, Calvo huyó del país usando contactos poderosos.
Falsificó documentos y cruzó la frontera hacia Guatemala, y desde allí partió en barco hacia España.
Su paradero fue un misterio durante semanas, hasta que una revista española lo publicó en portada y confirmó su arribo a su tierra natal.
Sin embargo, la condena social y el rechazo crecían y, finalmente, Calvo decidió regresar a México en busca de una nueva vida.
El resto de su vida estuvo marcado por la culpa y el arrepentimiento.
Agustín Sunza entró en una profunda depresión, abandonó el cine y se refugió en el alcohol, incapaz de sobrellevar la pérdida de su hija.
Armando Calvo, por su parte, nunca habló públicamente del caso.
Falleció años después, en la soledad y en el silencio, sin ver justicia plena.
En una entrevista poco antes de su muerte, expresó: “Todos los días veo su rostro y eso es un castigo suficiente.”
La historia de este trágico episodio revela cómo la tragedia puede desatarse en medio del brillo y la éxito, y cómo los secretos oscuros pueden permanecer enterrados por décadas, solo saliendo a la luz cuando la verdad se vuelve imposible de ocultar.
La muerte de la hija de Sunza fue un terrible recordatorio de los peligros de la obsesión y la violencia, un capítulo oscuro en la historia del cine mexicano que todavía conmueve a quienes conocen la tragedia que se ocultó tras los grandes escenarios y el glamour del cine de los años 60.
