đ„ âDe carcajadas a puños: la verdad oculta del Cantinflas boxeadorâ
El nombre de Cantinflas siempre estuvo asociado al humor fino, a la picardĂa del mexicano de barrio que con ingenio y palabra podĂa desarmar a cualquiera.

Pero detrĂĄs de esa sonrisa y esos pasos torpes de la pantalla, habĂa un hombre que conociĂł de cerca el rigor de los guantes, los entrenamientos y la crudeza de los golpes.
SegĂșn Beristain, antes de ser Ădolo del cine, Mario Moreno pisĂł cuadrilĂĄteros y mostrĂł un coraje que muy pocos conocen.
La revelaciĂłn es impactante porque transforma la imagen que el pĂșblico ha tenido durante dĂ©cadas.
Cantinflas, el hombre que arrancaba carcajadas con sus ocurrencias, tambiĂ©n sabĂa soltar ganchos y rectos con una tĂ©cnica que sorprendiĂł a mĂĄs de uno.
Don Nacho, con su experiencia de toda una vida en el boxeo, no dudĂł al afirmar que el comediante âera una reataâ, una expresiĂłn que en el argot del ring significa respeto absoluto.

El contraste es cinematogråfico: imaginar a Cantinflas, con su peculiar figura y estilo cómico, lanzando combinaciones letales en un ring parece un chiste⊠hasta que la realidad lo confirma.
En sus primeros años, antes de alcanzar la fama internacional, Mario Moreno probó suerte en oficios de todo tipo, y el boxeo fue uno de ellos.
AhĂ, entre sudor y dolor, se forjĂł parte del carĂĄcter que luego lo acompañarĂa toda su vida.
El testimonio de Beristain no solo enciende la curiosidad, sino que también devuelve dignidad a un aspecto olvidado de la vida del comediante.
Porque Cantinflas no solo fue artista, también fue un hombre que conoció la dureza de la calle, que entendió la lucha cuerpo a cuerpo y que llevó esa fuerza al escenario donde conquistó al mundo con humor.
La disciplina del boxeo, dicen quienes lo conocieron, moldeĂł su temple y lo hizo resistente a las adversidades.
Las redes no tardaron en estallar.
Los fanĂĄticos, incrĂ©dulos, comenzaron a compartir imĂĄgenes y anĂ©cdotas de Cantinflas, preguntĂĄndose si alguna vez habĂa mostrado su pasado pugilĂstico en pĂșblico.
Otros aseguraron que esa experiencia explicaba su agilidad, sus reflejos y hasta esa capacidad de esquivar problemas con la misma destreza con la que un boxeador esquiva golpes.
El silencio posterior fue tan inquietante como revelador.
No hubo desmentidos ni aclaraciones.

Nadie cercano a la familia ha salido a negar la historia, lo que da mĂĄs fuerza a la declaraciĂłn de Beristain.
Y asĂ, de un momento a otro, el mito del comediante eterno se entrelazĂł con la figura de un guerrero del ring.
Pensar que Cantinflas pudo haber sido campeĂłn si hubiera continuado en esa senda es un ejercicio fascinante.
Pero tal vez el destino tenĂa otros planes: cambiar el boxeo por la pantalla, los guantes por el sombrero, y los golpes por carcajadas que siguen resonando dĂ©cadas despuĂ©s.
Sin embargo, gracias a estas revelaciones, ahora sabemos que bajo la figura tierna y risueña existĂa un hombre de acero, capaz de pelear tanto en el cuadrilĂĄtero como en la vida misma.
En la historia del espectĂĄculo, pocos secretos tienen tanto impacto como este.
Y hoy, el pĂșblico se queda con una nueva imagen de Cantinflas: la del comediante que pudo haber sido un gladiador temido, y que en cualquier escenario âya fuera un ring o un set de cineâ siempre supo ser invencible.