El 8 de abril de 2025 quedará marcado como una de las fechas más trágicas en la historia moderna de la República Dominicana.
A las 12:34 de la madrugada, el techo del emblemático club Jet Set, ubicado en el corazón de Santo Domingo, se desplomó de manera inesperada, sepultando bajo toneladas de escombros a más de 700 personas que disfrutaban de una noche de música y celebración.
El saldo fue devastador: 232 muertos, entre ellos figuras icónicas como Rubby Pérez, leyendas del deporte como Octavio Dotel y Tony Blanco, y ciudadanos comunes que compartían el mismo destino fatal.
Esta tragedia no solo conmocionó al país, sino que abrió una herida profunda llena de preguntas sin respuesta.
Desde su apertura en 1973, Jet Set no fue simplemente una discoteca; se convirtió en un símbolo de la vida nocturna dominicana y un punto de encuentro para políticos, empresarios, artistas y deportistas.
Durante casi cinco décadas, sus noches de merengue, especialmente los lunes, eran un ritual para muchos.
El malecón de Santo Domingo brillaba con las luces del club, y en su pista de baile se celebraba la cultura, la música y la vida misma.
Esa noche del 7 de abril de 2025 no era la excepción.
Rubby Pérez, una leyenda viva del merengue, subió al escenario acompañado por su hija Sulinca, quien era corista.
Entre los asistentes se encontraban también Octavio Dotel, campeón de la Serie Mundial con los Cardinals, Tony Blanco, exjugador de los Nationals, y la gobernadora Nelsy Cruz, hermana del astro Nelson Cruz.
Nadie imaginaba que estaban a segundos de una tragedia que cambiaría para siempre la historia del país.
Minutos antes del colapso, algunos asistentes notaron señales inquietantes: polvo cayendo del techo, luces que titilaban y un rumor sordo que parecía no encajar con la música y la celebración.
Jet Set, construido originalmente como un cine en los años 70, había enfrentado problemas estructurales graves.
En 2023, un incendio provocado por un rayo dañó severamente su estructura, debilitando el concreto.
Expertos advirtieron sobre el peligro, pero esas alertas no fueron atendidas con la urgencia necesaria.
A las 12:34, un estruendo ensordecedor sacudió el club. El techo de concreto se desplomó como una guillotina sobre los asistentes, convirtiendo la pista de baile en una tumba.
Gritos, oscuridad y caos se apoderaron del lugar. Algunos lograron correr hacia las salidas, pero muchos quedaron atrapados bajo toneladas de escombros, sin oportunidad de escapar.
Alba Joseline Olguín, abogada y sobreviviente, recuerda con horror ese instante: “Estaba bailando con mi esposo cuando vi un pedazo del techo caer. Pensé que era una pelea, pero luego todo se vino abajo. Fue como si el suelo desapareciera”.
Alba y su esposo sobrevivieron milagrosamente, pero para muchos no hubo suerte.
La tragedia dejó 232 muertos, entre ellos Rubby Pérez, Octavio Dotel, Tony Blanco y Nelsy Cruz, además de 17 ciudadanos estadounidenses.
Fueron rescatadas 189 personas con vida, muchas con heridas graves como fracturas de cráneo y pelvis destrozadas.
La magnitud del desastre superó cualquier precedente en la historia reciente del país.
Sulinca Pérez, hija de Rubby, estaba en el escenario cuando el techo cayó y relató con lágrimas el momento en que una viga aplastó a su padre: “Durante horas pensé que estaba vivo…fue como una explosión, cuando nos dimos cuenta ya las paredes nos habían caído encima”.
Su testimonio refleja el dolor y la desesperación de quienes vivieron esa noche infernal.
Roberto Antonio Pérez Herrera, conocido mundialmente como Rubby Pérez, fue mucho más que un cantante; fue la voz más alta del merengue dominicano.
Nacido el 8 de marzo de 1956, su camino al estrellato estuvo marcado por la superación.
De adolescente soñaba con ser pelotero, pero un accidente automovilístico a los 15 años truncó sus aspiraciones deportivas.
Encontró refugio en la música, perfeccionando su voz en el Conservatorio Nacional de Música y uniéndose a la orquesta de Wilfrido Vargas en 1982.
Con éxitos como “El Africano”, “Volveré”, “Buscando tus besos” y “Dame Veneno”, Rubby conquistó corazones en toda América Latina y el mundo.
A sus 69 años, seguía siendo una fuerza imparable en el escenario, un puente entre generaciones que evocaba orgullo y nostalgia.
Su última presentación en Jet Set fue un adiós inesperado que dejó un vacío inmenso en la cultura dominicana.
En medio del caos surgieron relatos de valentía.
Nelsy Cruz, atrapada bajo los escombros, usó sus últimas fuerzas para llamar al presidente Luis Abinader y alertar sobre la tragedia.Tony Blanco murió intentando salvar a un amigo.
Sin embargo, también emergieron interrogantes inquietantes: ¿Por qué el club estaba tan lleno? ¿Dónde estaban las inspecciones de seguridad? ¿Por qué no se atendieron las advertencias sobre el estado estructural del edificio?
En los días siguientes, Santo Domingo se vistió de luto.Los funerales masivos y homenajes llenaron iglesias y cementerios.
El presidente Abinader decretó seis días de duelo nacional, pero para muchas familias, como la de Kelvin Espinal, que perdió a su prima Yadira justo antes de su cumpleaños, las palabras no eran suficientes.
“Esto no fue un accidente, alguien tiene que pagar”, declaró con firmeza.
Jet Set no solo era un icono cultural, sino también un símbolo de negligencia.
Rumores de sobrecupo, falta de mantenimiento y permisos irregulares circulaban desde hacía años.
Tras el incendio de 2023, un arquitecto advirtió que el concreto estaba tan débil como arena, pero nadie actuó.
El dueño, Antonio Spilat, expresó estar devastado, pero no explicó por qué el club operaba sin inspecciones recientes.
Por otro lado, el gobierno enfrenta críticas por la laxitud en las normas de construcción y la falta de protección a los ciudadanos.
La tragedia de Jet Set resuena con otros desastres similares en el mundo, como el incendio del Club Station en Rhode Island en 2003 y el colapso de un edificio en Nigeria en 2016, que también dejaron cientos de muertos por fallas estructurales y negligencia.
Jet Set es un recordatorio doloroso y una advertencia para la seguridad en espacios públicos.
La tragedia dejó 232 familias rotas y un país entero de luto.
Historias como la de Shil Peña, una joven de 17 años que pasó su cumpleaños buscando a su padre entre los escombros, humanizan la magnitud del desastre.
Algunos testigos mencionan un apagón breve minutos antes del colapso, generando teorías de sabotaje, aunque nada ha sido confirmado.
Enrique Paulino, manager de Rubby Pérez, desmintió rumores sobre llamadas o cantos de Rubby desde los escombros.
Confirmó que el cambio de fecha de la presentación se debió a que el artista no avisó a su secretaria, y que él insistió en presentarse esa noche a pesar de no estar programado.
Jet Set ya no es solo un club; es un amargo recordatorio de la fragilidad de la vida, la fuerza de un pueblo y la necesidad imperiosa de respuestas y justicia.
Mientras Santo Domingo llora, el mundo observa y espera que esta tragedia sirva para aprender y evitar que se repita.
Las voces de los 232 fallecidos no quedarán silenciadas.
Sus historias, sus sueños y su legado deben ser honrados con verdad y responsabilidad.
Este es solo el comienzo de una búsqueda que exige transparencia, rendición de cuentas y, sobre todo, respeto por la vida humana.
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