🚨Antes de morir, Clavillazo soltó la verdad oculta sobre Cantinflas que nadie se atrevió a decir
Antonio Espino y Mora, mejor conocido como Clavillazo, fue uno de los comediantes más entrañables y singulares del cine de oro mexicano.
Con su estilo inocente, su risa inolvidable y su frase icónica “¡Pura vida!”, se ganó el corazón del pueblo.
Pero lo que muchos no sabían es que, detrás de esa fachada alegre, guardaba un secreto sobre su relación con Mario Moreno “Cantinflas” que no reveló hasta que sintió que el final estaba cerca.
Según testimonios de familiares cercanos, Clavillazo, ya en sus últimos días y consciente de que su tiempo se agotaba, pidió hablar a solas con un periodista amigo de confianza.
Lo que le dijo durante esa conversación privada —que por respeto no se publicó hasta muchos años después— sacudió los cimientos de la historia del espectáculo nacional.
“Cantinflas no fue lo que todos creen”, dijo con voz débil pero firme.
“Era un genio, sí, pero también muy…
calculador.
Todo lo que hacía, lo hacía con estrategia”.
De inmediato, el periodista supo que aquello no era una crítica banal, sino una herida que llevaba décadas arrastrando.
Clavillazo contó que en sus inicios, ambos coincidieron en varios eventos y reuniones privadas.
Aunque el público los veía como dos íconos de la comedia, lo cierto es que entre ellos nunca hubo verdadera camaradería.
“Mario siempre fue distante.
Nunca me trató como colega, mucho menos como amigo.
Me miraba como a un rival”.
Pero lo más fuerte vino cuando reveló un episodio concreto: en una ocasión, un importante productor de cine quiso reunirlos en una película histórica que prometía ser el crossover cómico del siglo.
Clavillazo aceptó con entusiasmo, pero días después se enteró de que el proyecto había sido cancelado… por decisión de Cantinflas.
“Me lo dijeron sin tapujos.
Mario no quería compartir pantalla con alguien que pudiera hacerle sombra.
Él quería ser el único en la cima.
Le tenía miedo a lo que yo podía hacer con mi estilo.
Y eso…
eso me dolió más que cualquier cosa”, confesó Clavillazo, con un dejo de nostalgia y tristeza.
No obstante, también reconoció que su relación con Cantinflas no fue de odio, sino de decepción.
“Yo lo admiraba.
Pero entendí que para él, la fama valía más que cualquier amistad.
Y por eso, cada quien siguió su camino”.
Lejos de querer manchar su legado, Clavillazo dejó claro que su confesión no era una venganza, sino una necesidad de cerrar ciclos.
“Mario fue grande, nadie lo niega.
Pero yo también fui parte de esa historia.
Y mi voz, aunque ignorada, también merece ser escuchada”.
Lo más conmovedor fue cuando, al final de la conversación, soltó una frase que congeló el corazón de su interlocutor: “Tal vez nunca fuimos amigos…
pero cada vez que escuchaba al público reír con él, sentía orgullo de haber sido parte de la época en que nacieron los verdaderos titanes del humor mexicano”.
Después de su muerte, esta confesión fue resguardada por años.
Hasta que, finalmente, familiares del periodista decidieron hacerla pública como un acto de justicia y memoria.
Y desde entonces, la historia entre Clavillazo y Cantinflas ya no se ve igual.
Porque mientras los libros oficiales contaban la versión brillante y edulcorada del cine de oro, lo que Clavillazo reveló mostró que detrás de las luces también hubo sombras.
Envidias, estrategias silenciosas y carreras que se construyeron tanto con talento… como con poder.
Hoy, a décadas de su fallecimiento, las palabras de Clavillazo siguen resonando.
No como un escándalo barato, sino como el testimonio sincero de un hombre que hizo reír a millones, pero que también supo llorar en silencio.
Y al contar su verdad, por fin recuperó el lugar que la historia le debía.