La Guerra de los Mil Días fue un conflicto bélico en Colombia entre 1899 y 1902 que dejó entre 80,000 y 100,000 muertos y devastó la economía y la infraestructura del país.

La Guerra de los Mil Días, un conflicto bélico que marcó un hito en la historia de Colombia, se desató entre el 17 de octubre de 1899 y el 21 de noviembre de 1902, dejando una huella imborrable en la nación.
Este enfrentamiento, que duró aproximadamente 1130 días, fue declarado por expertos como el más devastador en la historia del país, caracterizado por intensos combates y una lucha constante que se extendió por varios puntos clave del territorio colombiano.
En un lado del campo de batalla se encontraba el ejército nacionalista, que luego se transformaría en conservador, mientras que en el otro lado estaban las guerrillas liberales, compuestas por hombres menos entrenados pero decididos y perseverantes.
El resultado de esta contienda fue un país golpeado y saqueado en todos los aspectos: social, económico y político.
La Guerra de los Mil Días se convirtió en el doloroso interludio entre el sanguinario siglo XIX, que había visto casi diez guerras civiles, y el siglo XX, que traería consigo una hegemonía conservadora de paz artificial que se prolongaría hasta 1930.
Antes de que estallara la guerra, Colombia ya había atravesado varias guerras civiles, desde sus inicios como estado independiente.
Los bolivarianos y tanderistas se enfrentaron en los primeros conflictos, seguidos por liberales y conservadores que luchaban no solo por el poder político, sino también por visiones opuestas sobre cómo organizar el país.
Las diferencias ideológicas abarcaban desde la imposición de un estado federal hasta uno centralista, así como divergencias sobre el modelo económico y el papel de la Iglesia Católica.

Uno de los enfrentamientos más significativos ocurrió en 1859, cuando Tomás Cipriano de Mosquera, líder del Cauca, entró victorioso en Bogotá, convirtiéndose en presidente y renombrando el país como Estados Unidos de Colombia.
Este conflicto continuó hasta 1863, cuando los liberales radicales promulgaban la Constitución de Rionegro, marcando el inicio de un período conocido como el Olimpo Radical.
Durante estos años, Colombia fue gobernada por liberales radicales que intentaron modernizar la sociedad y abolir viejas estructuras coloniales.
Sin embargo, la muerte de Manuel Murillo Toro, el político más influyente del Olimpo Radical, y la llegada de Rafael Núñez, con ideas muy diferentes, culminaron en un nuevo conflicto civil.
Núñez, apoyado por los conservadores, fundó un nuevo partido y logró establecer una nueva constitución que terminó con el sistema federal, transformando los Estados Unidos de Colombia en la República de Colombia.
Esta centralización del poder generó un profundo malestar en muchos gobernantes y contribuyó a la inestabilidad económica.
La polarización política se intensificó, incluso dentro de los propios partidos.
Los conservadores se dividieron entre nacionalistas en el poder y conservadores históricos, mientras que los liberales también se encontraban divididos entre aquellos que abogaban por la política y los que preferían la lucha armada.
Las tensiones aumentaron cuando, tras la victoria de los conservadores en 1895, comenzaron a perseguir a los simpatizantes liberales, lo que llevó a un debilitamiento del sector más pacífico del liberalismo.

El descontento social se exacerbó con problemas económicos, como la concentración de la riqueza y la pobreza extrema de la población trabajadora.
La caída de los precios del café a nivel mundial provocó una crisis prolongada, y el gobierno, en lugar de buscar soluciones, aumentó los impuestos, generando un descontento aún mayor.
Así, los liberales empezaron a ganar más adeptos, y el clamor por la guerra se hacía cada vez más evidente.
El 17 de octubre de 1899, los primeros levantamientos armados liberales sorprendieron a muchos.
Los conservadores sufrieron varias derrotas iniciales, y los rebeldes tomaron el control de casi todo el departamento de Santander, lo que llevó al gobierno a declarar la ley marcial.
Sin embargo, el contraataque conservador fue feroz, y la batalla de los Obispos en el río Magdalena marcó un punto de inflexión, donde los conservadores destruyeron gran parte de la flota insurrecta.
A medida que la guerra avanzaba, los liberales lograron algunas victorias, pero también sufrieron derrotas devastadoras, como en la batalla de Palonegro.
En julio de 1900, un golpe de estado derrocó al presidente San Clemente, y aunque algunos liberales reconocieron al nuevo gobernante, la guerra continuó. Los liberales se reorganizaron en guerrillas, mientras que el conflicto se adentraba en su segunda fase.
El gobierno conservador, respaldado por el ejército, trató de recuperar el control, y la situación se tornó desesperada para los liberales. Con el apoyo de Venezuela, muchos liberales comenzaron a lanzar ataques desde su territorio, pero la resistencia fue cada vez más difícil.
La intervención de Estados Unidos en Panamá, que buscaba proteger sus intereses estratégicos, complicó aún más la situación para los liberales.
Finalmente, el conflicto llegó a su fin en 1902, pero no sin dejar un rastro de destrucción y sufrimiento. La guerra dejó a Colombia empobrecida, con infraestructuras destruidas y una deuda externa e interna abrumadora.
Las cifras de muertos varían, pero se estima que entre 80,000 y 100,000 personas perdieron la vida, en una población que apenas alcanzaba los 4 millones de habitantes.
El legado de la Guerra de los Mil Días es un recordatorio de la fragilidad de la paz y de cómo los conflictos internos pueden devastar una nación. A pesar de los intentos de reconstrucción, el país se vio sumido en un ciclo de violencia que continuaría durante décadas.
Hoy, la memoria de este conflicto se estudia con la esperanza de entender mejor su impacto en la historia colombiana y evitar que la historia se repita. La lección es clara: el hombre debe poner fin a la violencia antes de que la violencia termine con el hombre.