😱¡DESDE LA FICCIÓN A LA REALIDAD! La peligrosa relación entre los narcocorridos y el crimen organizado en México
La música mexicana ha sido durante décadas un reflejo de la identidad cultural del país, un puente entre las emociones de la gente y los ritmos que marcaron su historia.
Pero en los últimos años, un subgénero musical ha crecido de manera vertiginosa y ha despertado tanto pasiones como controversias: los narcocorridos y los corridos tumbados.
A través de estos géneros, los artistas narran historias de narcotraficantes, traiciones, luchas de poder y el estilo de vida ligado al crimen organizado.
Lo que para algunos es una forma legítima de expresión artística, para otros es una glorificación peligrosa de la violencia y el narcotráfico.
Los narcocorridos, como subgénero dentro de la música regional mexicana, nacieron a finales de los años 70 y principios de los 80.
Estos corridos relataban historias sobre figuras del crimen organizado, sus hazañas y victorias, a menudo de manera que los presentaban casi como héroes populares.
Los primeros exponentes de este género fueron bandas como Los Tigres del Norte, quienes con su tema “La Banda del Carro Rojo” se convirtieron en los pioneros de lo que hoy conocemos como el narcocorrido.
La canción hablaba de un personaje que, a pesar de ser un narcotraficante, era respetado por su valentía y su vida de “aventuras” peligrosas.
Así, lo que comenzó como una forma de contar historias del mundo del narcotráfico se fue transformando en una corriente musical que captó la atención de muchos, pero también la crítica de sectores conservadores.
Durante los años siguientes, los narcocorridos continuaron ganando popularidad, especialmente entre las clases populares de los estados fronterizos y del norte de México, donde el narcotráfico tiene una fuerte presencia.
Estos corridos se convirtieron en una forma de identificación para aquellos que veían en los capos de la droga a figuras que representaban una lucha contra las injusticias o una forma de alcanzar poder y respeto.
Pero al mismo tiempo, comenzaron a generar un debate sobre los límites entre la música como entretenimiento y la apología al delito.
La prohibición de ciertos temas en algunos estados de México, así como las críticas de autoridades y organizaciones sociales, no hicieron más que aumentar la popularidad de los narcocorridos, convirtiéndolos en una especie de “música prohibida” que solo los más valientes se atrevían a cantar.
El auge de los narcocorridos coincidió con el crecimiento de los cárteles de drogas en México, especialmente el Cártel de Sinaloa, el Cártel de Jalisco Nueva Generación y el Cártel del Golfo.
Estos grupos criminales comenzaron a verse reflejados en las canciones, que narraban no solo sus vidas, sino también sus conflictos internos, sus victorias y sus derrotas.
Los narcocorridos se convirtieron en una especie de crónica del narcotráfico, algo que era conocido por todos pero que pocos se atrevían a hablar tan abiertamente.
Sin embargo, en los últimos años, un nuevo subgénero ha emergido con fuerza: los corridos tumbados.
Este género, que comenzó a tomar forma en los círculos de jóvenes artistas del movimiento urbano, ha dado un giro a los tradicionales narcocorridos.
Aunque ambos géneros comparten algunas temáticas, los corridos tumbados incorporan influencias del trap, el reguetón y otros géneros urbanos, mezclando ritmos más modernos con las letras violentas y de desarraigo social que caracterizan a los narcocorridos.
Artistas como Natanael Cano, Junior H y Ovi han sido los grandes exponentes de este movimiento, logrando alcanzar gran popularidad, especialmente entre los jóvenes.
Los corridos tumbados, a diferencia de los narcocorridos tradicionales, han logrado romper barreras internacionales.
Mientras que los narcocorridos solían estar vinculados más estrechamente con las áreas rurales o las ciudades fronterizas, los corridos tumbados se han globalizado, alcanzando audiencia en países como Estados Unidos, Colombia y hasta Europa.
Estos artistas, además de cantar sobre el narcotráfico, abordan temas como las relaciones sentimentales, las luchas internas y las historias personales de superación, aunque siempre con el mismo trasfondo de violencia y rebeldía.
Este fenómeno ha generado una polarización en la sociedad mexicana.
Para muchos jóvenes, los corridos tumbados son una forma de dar voz a una generación que se siente marginada, desilusionada y desconectada de las estructuras tradicionales.
Pero para otros, estos géneros solo perpetúan la cultura de la violencia, la ilegalidad y el crimen, al glorificar a figuras que, aunque exitosas, están inmersas en un mundo peligroso y destructivo.
Las autoridades mexicanas han intentado tomar medidas en varias ocasiones.
Algunos estados han prohibido la difusión de ciertos temas en las estaciones de radio, mientras que plataformas como YouTube y Spotify han enfrentado presiones por el contenido relacionado con el narcotráfico.
Sin embargo, el consumo de estos géneros sigue creciendo y se ha convertido en una de las formas más populares de expresión musical entre los jóvenes.
Por otro lado, algunos artistas de renombre han comenzado a reflexionar sobre el impacto de sus letras.
Algunos, como Natanael Cano, han defendido su música como una forma de narrar historias que son parte de la realidad de muchas personas, sin necesariamente promover la violencia.
“Solo cuento lo que pasa, no lo que quiero que pase”, ha dicho Cano en varias entrevistas, defendiendo su estilo y su autenticidad.
Aun así, la polémica persiste, y la discusión sobre el papel de la música en la cultura del narcotráfico sigue siendo un tema candente.
Hoy en día, los narcocorridos y los corridos tumbados no solo son géneros musicales, sino también fenómenos sociales y culturales que reflejan las tensiones y los conflictos internos que atraviesa México.
Mientras algunos los ven como una forma de expresión legítima de la realidad mexicana, otros consideran que estos géneros están alimentando la normalización de la violencia y el crimen.
En cualquier caso, lo cierto es que estos géneros han dejado una marca indeleble en la música mexicana y seguirán siendo parte de la conversación pública por mucho tiempo.