Si existe una figura mexicana que alcanzó el éxito y lo perpetuó para siempre, ese fue Mario Moreno, más conocido como “Cantinflas”.
Este cómico, considerado el equivalente mexicano de Charlie Chaplin, marcó una época en el cine y la cultura popular con su humor único y su capacidad para conectar con el pueblo.
Su estilo característico de hablar, lleno de palabras rebuscadas e incongruencias, se convirtió no solo en su sello personal, sino también en una contribución cultural tan grande que la Real Academia Española incluyó el término “cantinflear” en su diccionario, definiéndolo como “hablar de forma disparatada e incongruente sin decir nada”.
Mario Moreno es recordado como un ícono del humor y un símbolo de la cultura mexicana.
Con su personaje “el peladito”, un hombre humilde, astuto y con un corazón noble, logró conquistar al público no solo en México, sino también en otros países de habla hispana.
Sin embargo, detrás de su éxito y fama, se esconden secretos, controversias y misterios que han generado fascinación y polémica a lo largo de los años.
Mario Moreno nació el 12 de agosto de 1911 en Ciudad de México, en una familia humilde.
Su padre, Pedro Moreno, era cartero, y su madre, María de la Soledad Reyes, se dedicaba a las labores del hogar.
La familia enfrentó muchas dificultades económicas, y Mario, junto a sus siete hermanos sobrevivientes (de un total de 14 hijos), aprendió desde pequeño el valor del trabajo duro.
Desde muy joven, Mario desempeñó diversos trabajos para ayudar a su familia.
Fue limpiabotas, cartero, taxista, torero, bailarín, e incluso se alistó en el ejército.
Estas experiencias le permitieron conocer de cerca la vida de la clase trabajadora, lo que más tarde se reflejaría en su personaje de Cantinflas.
Su capacidad para observar y representar las dificultades del pueblo mexicano fue una de las claves de su éxito.
En 1929, Mario Moreno tuvo su primer acercamiento al mundo del espectáculo al unirse a la Carpa Valentina, una compañía teatral fundada por inmigrantes rusos.
Allí desarrolló su talento como comediante y conoció a Valentina Ivanova, una actriz rusa que se convertiría en el amor de su vida.
La pareja se casó en 1934.
Fue en este entorno donde Mario creó al personaje de Cantinflas, inspirado en las vivencias y experiencias de su juventud.
“El peladito”, como lo llamaban, representaba a un hombre pobre, pero ingenioso y con un corazón noble.
Su humor, basado en la sátira social y política, resonó profundamente con el público mexicano, convirtiéndolo en una estrella.
Aunque Cantinflas era un personaje simpático y querido, Mario Moreno era descrito por algunos como una persona muy diferente detrás de cámaras.
Según la escritora Guadalupe Loaeza, Mario Moreno y Cantinflas eran “dos personas en una”, que vivían en una constante contradicción.
Algunos colegas del actor lo describieron como soberbio y frío, lejos de la imagen cálida que proyectaba en pantalla.
La vida personal de Mario Moreno también estuvo marcada por la tragedia.
Él y Valentina deseaban formar una familia, pero, tras varios intentos fallidos, descubrieron que eran estériles.
En 1960, adoptaron a un niño, Mario Arturo Moreno Ivanova, bajo circunstancias poco claras.
Según relatos, Mario llegó a un acuerdo económico con una mujer llamada Marion Roberts para adoptar a su hijo recién nacido.
Sin embargo, esta historia quedó marcada por la tragedia cuando Marion, tiempo después, se quitó la vida tras no poder recuperar a su hijo.
Uno de los aspectos más intrigantes de la vida de Cantinflas son las leyendas urbanas que lo rodean.
Una de las más conocidas relata su obsesión con las sirenas.
Según esta historia, Mario Moreno habría tenido encuentros con estas criaturas mitológicas y llegó a construir una mansión en Acapulco siguiendo indicaciones de un hombre misterioso que le prometió que podría conocerlas.
La mansión, decorada con motivos marinos y una estatua de Cantinflas mirando hacia el mar, se convirtió en el escenario de esta peculiar leyenda.
Se dice que Cantinflas organizaba fiestas donde las sirenas eran la atracción principal, y algunos incluso afirman que llegó a casarse con una de ellas.
Aunque suena fantasioso, esta historia sigue cautivando a quienes visitan la abandonada mansión, donde algunos afirman haber visto figuras nadando en el mar o escuchado voces por la noche.
Tras la muerte de Cantinflas el 20 de abril de 1993, su legado quedó empañado por disputas legales y tragedias familiares.
Su hijo adoptivo, Mario Moreno Ivanova, se convirtió en el único heredero de su fortuna, pero su vida estuvo marcada por problemas de adicción y conflictos legales relacionados con los derechos de las películas de su padre.
La disputa más grande fue con Eduardo Moreno Laparade, sobrino de Cantinflas, quien reclamó los derechos de las 39 películas del actor.
Esta batalla legal duró años y consumió gran parte de la herencia de Mario Ivanova.
Finalmente, en 2014, un tribunal falló a favor de Eduardo, dejando a Mario en una difícil situación económica.
La tragedia continuó en la familia.
Mario Ivanova falleció en 2017 debido a un infarto, y otros descendientes de Cantinflas enfrentaron problemas personales, alimentando la creencia de que una especie de “maldición” rodeaba a la familia.
Además de su carrera artística, Cantinflas tuvo vínculos con la política mexicana.
Fue asesor y promotor del Partido Revolucionario Institucional (PRI), lo que generó críticas y controversias.
Algunos lo acusaron de ser un “títere” político, y su nombre apareció vinculado a la apropiación de tierras y a la represión estudiantil en 1968.
Aunque estas acusaciones nunca fueron plenamente confirmadas, mancharon su imagen pública.
A pesar de las controversias y tragedias, Mario Moreno “Cantinflas” sigue siendo una figura icónica en la cultura mexicana.
Sus películas, llenas de humor y crítica social, continúan haciendo reír a nuevas generaciones.
Su capacidad para conectar con el público y representar las luchas del pueblo mexicano lo convirtieron en un símbolo de esperanza y resiliencia.
El día de su muerte, más de 250,000 personas desfilaron ante su ataúd en el Palacio de Bellas Artes, un testimonio del impacto que tuvo en la vida de millones.
Cantinflas fue un hombre lleno de contradicciones, un genio del humor que escondía un lado oscuro.
Su historia, llena de éxitos, tragedias y misterios, sigue fascinando al público, recordándonos que detrás de cada leyenda hay una compleja realidad.