El 24 de febrero de 2019, el Dolby Theater de Los Ángeles se vistió de gala para la ceremonia más importante del cine mundial: los Premios Óscar.
En ese escenario, donde se congregan las figuras más poderosas y reconocidas de la industria del entretenimiento, se vivió un momento histórico que cambió para siempre la percepción y el respeto hacia los actores y profesionales mexicanos en Hollywood.

La protagonista fue Salma Hayek, una actriz, productora y activista mexicana, que decidió poner fin a décadas de estereotipos y discriminación con un discurso valiente y lleno de dignidad.
Desde sus inicios en Hollywood, Salma Hayek enfrentó múltiples barreras.
Durante 30 años, tuvo que navegar un sistema que la encasillaba en roles limitados y estereotipados: la sirvienta, la prostituta, la mujer exótica.
Su acento, su cultura y su origen mexicano eran vistos como un obstáculo más que como una riqueza.
En una industria dominada por hombres blancos, la presencia latina era reducida a clichés que ni siquiera reflejaban la realidad ni el talento de los actores mexicanos.
Además, la presencia mexicana en los Óscar de ese año era histórica: tres nominados mexicanos en diferentes categorías, incluyendo a Yalitza Aparicio, la primera mujer indígena nominada a Mejor Actriz.
Sin embargo, esta representación fue recibida con escepticismo y comentarios despectivos por parte de algunos sectores, que la calificaban como una “sobrerrepresentación” o como una concesión política.
Chris Thompson, presentador habitual de los Óscar, subió al escenario con la confianza que le daba su posición y su privilegio.
Durante su monólogo, hizo varios chistes que, bajo la apariencia de comedia, contenían un trasfondo racista y despectivo hacia los mexicanos.
Comentarios como “¿Ya terminaron de limpiar el teatro?” o que el Óscar “no se come con salsa ni viene con guacamole extra” fueron recibidos con risas incómodas en el público, mientras que muchos actores mexicanos presentes mostraban su incomodidad y tristeza.

Para Salma Hayek, esas palabras no eran simples bromas; eran la acumulación de años de microagresiones, de ser subestimada, de ver cómo su cultura era reducida a estereotipos simplistas.
Era el momento de decir basta.
Con una calma que contrastaba con la tensión del momento, Salma se levantó de su asiento y pidió permiso para subir al escenario.
Su entrada fue como un tambor de guerra, una reivindicación de todas las mujeres mexicanas que antes que ella fueron silenciadas.
Frente a 3000 personas en el teatro y millones de espectadores en todo el mundo, comenzó un discurso que resonó más allá de Hollywood.
Salma habló con orgullo de su herencia mexicana, de su historia familiar, de las civilizaciones que construyeron pirámides y desarrollaron conocimientos avanzados mucho antes que Europa.
Recordó a grandes mexicanos que han dejado huella en la ciencia, el arte, la literatura y el cine, como Diego Rivera, Frida Kahlo, Mario Molina y Guillermo del Toro, entre otros.
Pero también denunció la ignorancia y el racismo sistemático que persiste en la industria y en la sociedad.
Explicó cómo los chistes de Chris Thompson no solo eran ofensivos, sino que reflejaban un problema estructural que invisibiliza y menosprecia a los mexicanos y latinos en general.
![]()
El discurso de Salma Hayek fue recibido con una ovación de pie que duró varios minutos, con lágrimas y emoción en muchos rostros.
Fue un momento catártico que abrió los ojos de muchos y puso en evidencia la necesidad de un cambio real.
Chris Thompson, visiblemente afectado, pidió disculpas y posteriormente se retiró de la presentación de los Óscar.
Más allá de eso, su experiencia lo llevó a un proceso de aprendizaje y transformación personal, visitando México y comunidades reales para entender mejor la cultura y la historia que había menospreciado.
La Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas implementó nuevas políticas para evitar contenidos ofensivos en sus ceremonias en vivo.
Estudios y productoras comenzaron a revisar sus prácticas de casting, abriendo más oportunidades para actores, directoras y guionistas latinos.

Para Salma Hayek, esa noche fue mucho más que un momento de confrontación; fue la culminación de años de lucha y el inicio de un cambio en la industria.
Desde entonces, ha continuado usando su voz para defender la dignidad y el respeto hacia los mexicanos y latinos en Hollywood y en el mundo.
Tres años después, cuando volvió a presentar un premio en los Óscar, pudo ver con orgullo una audiencia más diversa, con más rostros morenos y más historias contadas desde la perspectiva latina.
Aunque el camino sigue siendo largo y las batallas continúan, ese momento en el Dolby Theater marcó un antes y un después.
La historia de Salma Hayek en los Óscar 2019 es un recordatorio poderoso de que la dignidad y la verdad, cuando se defienden con coraje y elegancia, tienen el poder de transformar sistemas y cambiar mentalidades.
No se trata solo de un discurso o un incidente aislado, sino de la voz colectiva de generaciones que han sido silenciadas y que finalmente se atreven a hablar.
Salma nos invita a todos a no quedarnos callados ante la injusticia, a usar nuestra voz para educar y construir un mundo más justo y respetuoso.
Porque detrás de cada estereotipo hay un ser humano, una historia, una cultura y una dignidad que merece ser reconocida y celebrada.