Durante décadas, la historia del cine mexicano guardó un oscuro secreto que pocos se atrevieron a revelar.

La trágica muerte de Emilio Garibay, actor secundario del cine de oro, permaneció oculta tras una fachada de accidentes y mentiras oficiales.
La noche del 29 de agosto de 1965, en los estudios Churubusco, ocurrió un hecho que marcaría la historia del cine mexicano para siempre: un disparo mortal, un asesinato encubierto y una red de protección que mantuvo todo en silencio por más de medio siglo.
Sin embargo, en los últimos años, Emilio Fernández, uno de los directores más influyentes y controvertidos de esa época, finalmente confesó la verdad que todos temían.
La industria cinematográfica mexicana en los años 50 y 60 vivió su época dorada, con estrellas que alcanzaron fama internacional y producciones que marcaron generaciones.
En ese escenario, Emilio Fernández, conocido como “El Indio”, se convirtió en un ícono, no solo por sus películas, sino también por su carácter fuerte y su vida llena de controversias.
Entre sus colaboraciones más memorables estuvo la dirección de actores como Pedro Infante, María Félix y, por supuesto, Emilio Garibay.
Garibay, conocido por su papel de villano en películas rancheras, era un actor de carácter que, en aquel día fatídico, se encontraba en el set de una de las producciones más ambiciosas del momento.
La noche del 29 de agosto de 1965, en medio de un ambiente tenso y cargado de alcohol y excesos, ocurrió lo impensable.

Según los testimonios que emergieron décadas después, Emilio Fernández llegó al set visiblemente alcoholizado, con los ojos rojos y un comportamiento errático.
La filmación empezó temprano, pero Fernández, en un estado de ebriedad, comenzó a ladrar órdenes y a humillar a los actores y técnicos.
Emilio Garibay, que en ese momento mantenía una actitud respetuosa y silenciosa, decidió alzar la voz para poner orden.
La tensión creció rápidamente.
Garibay, cansado de los insultos y el maltrato, le dirigió unas palabras al director, quien reaccionó con ira.
La discusión escaló y Fernández, en un arranque de furia, sacó un revólver calibre 38 y, sin mediar palabra, disparó.
La primera bala alcanzó a Garibay en el pecho, quien cayó al suelo sin poder reaccionar.
Antes de que alguien pudiera detenerlo, Fernández disparó nuevamente, asegurando la muerte del actor.
El estudio se convirtió en una escena de pesadilla.
Algunos testigos relataron que Fernández, aún con el arma humeante, salió tambaleándose del lugar, dejando atrás el cuerpo sin vida de Garibay y un ambiente de terror.
La versión oficial, sin embargo, fue que se trató de un accidente durante un ensayo, una mentira que fue promovida por intereses económicos y políticos para proteger al director y a la industria.
El asesinato de Emilio Garibay fue encubierto con rapidez.
Los productores, políticos y militares que tenían vínculos con Fernández intervinieron para que la verdad no saliera a la luz.
Los informes policiales oficiales aseguraban que la muerte fue accidental, y los medios de comunicación minimizaron el incidente, calificándolo simplemente como un “accidente de filmación”.
Pero la verdad, como suele suceder, encontró su camino para salir a la luz.
En los años siguientes, algunos testigos y actores que estuvieron presentes en la escena, comenzaron a hablar en secreto.
La confesión más impactante fue la de Emilio Fernández, quien en sus últimos días, confesó que había disparado intencionalmente y que Garibay había sido víctima de su ira descontrolada.
Fernández, que en su vida enfrentó múltiples acusaciones de violencia, abusos y otros delitos, dejó en su testamento un legado oscuro.
La muerte de Garibay no fue un accidente, sino un acto de violencia que fue ocultado por intereses económicos y políticos, manteniendo vivo el silencio durante más de 50 años.
Emilio Fernández, conocido como “El Indio”, fue una figura emblemática del cine mexicano, pero también una persona marcada por la violencia y la controversia.
En 1976, fue arrestado en Guatemala por el asesinato de un campesino, aunque salió en libertad tras pagar una fianza.
Su temperamento violento, su alcoholismo y sus relaciones turbulentas con actores y actrices fueron ampliamente documentadas.

Su relación con Columba Domínguez, otra figura importante del cine, también estuvo marcada por el drama.
Fernández, que en aquel entonces tenía más de 40 años, mantuvo una relación con la joven actriz, con quien tuvo una hija.
La muerte de su hija Jacaranda en 1978, en circunstancias que nunca fueron aclaradas, sumó más oscuridad a su historia personal.
Fernández murió en 1986, a los 82 años, en su casa de Coyoacán, tras sufrir un paro cardíaco.
Sin embargo, su legado quedó ensombrecido por las sombras de su vida privada y sus acciones violentas, como la muerte de Garibay.
La confesión de Fernández en sus últimos días fue un intento de liberar la carga que llevaba durante décadas.
La verdad detrás de la muerte de Emilio Garibay revela no solo la violencia de un hombre, sino también la corrupción y el encubrimiento que caracterizaron a una industria que, en su momento, fue considerada la más importante de Latinoamérica.

El caso de Garibay es solo uno de los muchos secretos que el cine mexicano ha querido olvidar.
La protección de los poderosos, la manipulación de la opinión pública y la impunidad permitieron que estos crímenes quedaran en la sombra, alimentando rumores y teorías conspirativas.
Hoy, gracias a las investigaciones y confesiones tardías, podemos entender que la historia del cine mexicano no solo está llena de glorias y estrellas, sino también de tragedias y secretos oscuros.
La muerte de Emilio Garibay, finalmente, dejó de ser un simple accidente para convertirse en un símbolo de la necesidad de justicia y verdad en una industria que, en su apogeo, quiso esconder sus heridas más profundas.