Durante años, Una familia de diez fue mucho más que una serie de comedia.

Fue un refugio cotidiano para millones de hogares mexicanos, un espejo exagerado pero entrañable de la vida familiar, donde el caos convivía con el amor y la risa era la forma más sincera de resistencia.
En ese pequeño departamento de la Ciudad de México, diez personas compartían espacio, problemas y sueños, y con ellas, el público aprendió a reírse de sus propias carencias.
Sin embargo, como toda familia real, el paso del tiempo también trajo ausencias que hoy pesan más que nunca.
El reciente adiós a Eduardo Manzano reabrió una herida colectiva.
Su fallecimiento no solo marcó la pérdida de un actor, sino el cierre simbólico de una etapa irrepetible de la televisión mexicana.
Con él, se fue Don Arnoldo López, el abuelo gruñón, amante de los tamales y dueño de una ternura disfrazada de sarcasmo, que durante años fue el corazón silencioso de la serie.
Eduardo Manzano murió a los 87 años, la noche del 4 de diciembre de 2025, mientras dormía, a causa de un paro respiratorio.
Su partida fue serena, pero el impacto fue devastador.
Figura histórica de la comedia mexicana, integrante fundamental del dúo Los Polivoces, Manzano llevaba décadas acompañando a distintas generaciones con un humor blanco, inteligente y profundamente humano.
En Una familia de diez, su personaje no solo provocaba carcajadas, también recordaba que en medio de la precariedad siempre hay espacio para el afecto.
Antes de su despedida, otra pérdida había golpeado al elenco y al público.
El 4 de marzo de 2024 falleció Juan Verduzco a los 78 años, tras una dura batalla contra la esclerosis.
Para muchos, su rostro estaba ligado inevitablemente a Don Camerino en La familia P.
Luche, pero en Una familia de diez dejó una huella especial como el Tío Roro.
Elegante, contrastante y siempre oportuno, su personaje añadía una capa distinta al caos cotidiano de los López.
Cada aparición suya era una lección de oficio actoral, una demostración de que no existen papeles pequeños cuando hay talento verdadero.
La muerte de Verduzco resonó con fuerza en la industria.
Detrás de su sonrisa permanente había un hombre enfrentando una enfermedad cruel con dignidad y valentía.
Su legado, construido a lo largo de más de cinco décadas, permanece intacto en la memoria colectiva, recordándonos que la comedia también puede ser una forma de resistencia personal.
Otra despedida que estremeció al mundo del espectáculo fue la de Silvia Pinal, fallecida el 28 de noviembre de 2024 a los 94 años.
Aunque su participación en Una familia de diez fue breve, su presencia fue inolvidable.
Interpretándose a sí misma en un episodio especial, la diva del cine mexicano llevó su glamour al caótico universo de los López, creando un contraste tan absurdo como encantador.
Su cameo no fue un simple guiño, sino una confirmación del cariño y respeto que la serie había ganado dentro de la industria.

Silvia Pinal representó una era dorada del espectáculo mexicano.
Su inclusión en esta historia no responde al tiempo en pantalla, sino al peso simbólico de su figura.
Su fallecimiento cerró un capítulo fundamental de la cultura nacional y convirtió su breve paso por la serie en un recuerdo aún más valioso.
En abril de 2024, otra noticia triste se sumó a esta cadena de ausencias.
Telma Dorantes, primera actriz con una carrera sólida en teatro, cine y televisión, murió a los 74 años.
Aunque su participación en Una familia de diez fue secundaria, interpretando a la madre del primer novio de Martina, su trabajo destacó por la calidad y naturalidad que siempre la caracterizaron.
Dorantes era una actriz capaz de transitar con soltura entre el drama y la comedia, y su profesionalismo fue reconocido por colegas y asociaciones del medio tras su fallecimiento.
Pero la historia de las pérdidas en Una familia de diez se remonta incluso antes del estreno de la serie.
Pocos recuerdan que el abuelo original de esta familia no fue Don Arnoldo, sino un personaje interpretado en teatro por el legendario Pompín Iglesias.
En las adaptaciones escénicas previas, Iglesias encarnó al abuelo con su característico humor blanco y una frase que se volvió icónica: “¡Qué bonita familia!”.
El destino, sin embargo, intervino cruelmente.
Pompín Iglesias murió el 3 de marzo de 2007, a los 80 años, víctima de un infarto, apenas meses antes del estreno televisivo.

Como homenaje silencioso, Jorge Ortiz de Pinedo decidió conservar la esencia de Pompín dentro del personaje de Don Arnoldo.
Cada vez que Eduardo Manzano pronunciaba aquella frase, no solo celebraba el caos amoroso de los López, sino que rendía tributo a un amigo que debía haber ocupado ese lugar.
Las ausencias no siempre llegan con la muerte.
También existen despedidas que dejan una nostalgia distinta.
La salida de Jessica Segura y Patricia Martínez, quienes dieron vida a Tecla y Jacinta, marcó un quiebre emocional para muchos seguidores.
Aunque ambas actrices continúan con vida y activas profesionalmente, su ausencia dejó una sensación de vacío imposible de llenar.
Para muchos fans, la magia original de la serie se rompió con su partida, demostrando que a veces perder un personaje es perder una parte del hogar televisivo.

Finalmente, sobre todos estos recuerdos, se cierne una preocupación constante: la salud de Jorge Ortiz de Pinedo.
El creador y protagonista de la serie enfrenta desde hace años una dura batalla contra la EPOC y las secuelas del cáncer.
Dependiente de oxígeno y a la espera de un trasplante de pulmón, cada aparición suya es celebrada como una victoria, pero también vivida con el miedo inevitable de una despedida futura.
Una familia de diez nos enseñó que el amor no depende del espacio, que la risa puede surgir incluso en la carencia y que las familias, como las historias, se construyen también desde la pérdida.
Hoy, al recordar a quienes ya no están, entendemos que su legado sigue vivo en cada repetición, en cada carcajada y en cada espectador que, frente al televisor, sigue sintiendo que ese pequeño departamento también fue su casa.