A los 35 años, Gerardo Ortiz ha hecho lo que muchos de sus seguidores nunca imaginaron: romper el silencio.
El cantante, uno de los exponentes más reconocidos del regional mexicano, decidió hablar por primera vez sobre un tema que había guardado celosamente durante años.
Lo hizo sin rodeos, sin rodearse de discursos preparados, y con la mirada fija en quienes lo han acompañado a lo largo de su trayectoria.
Su confesión ha dejado al mundo del espectáculo en estado de sorpresa y ha abierto la puerta a una nueva etapa en su vida.
Fue durante una entrevista íntima y sin filtros, realizada por un medio especializado en música latina, donde Gerardo se permitió bajar la guardia y hablar con el corazón en la mano.
A lo largo de su carrera, el intérprete de “Dámaso” y “¿Por qué terminamos?” ha enfrentado críticas, controversias, vetos mediáticos e incluso amenazas.
Sin embargo, esta vez no habló de sus canciones ni de sus giras.
Habló de él.
De lo que ha cargado en silencio.
De lo que ha callado por miedo, por presión, y a veces por vergüenza.
Ortiz confesó que durante muchos años vivió bajo una presión emocional que casi lo llevó al colapso.
Según sus propias palabras, no solo fue víctima de la industria, sino también de sí mismo.
“Durante mucho tiempo creí que tenía que sostener una imagen que no era yo.
Me perdí en ese personaje, en ese Gerardo que muchos querían ver: fuerte, imparable, sin emociones.
Pero en realidad estaba lleno de dudas, de ansiedad y de heridas que no me atrevía a mostrar”, reveló con voz entrecortada.
Uno de los puntos más duros de la conversación fue cuando el cantante reconoció haber sufrido episodios de depresión profunda.
Admitió que hubo días en los que no quería salir de la cama, en los que la fama le pesaba más que le llenaba, y en los que incluso pensó en abandonar la música por completo.
“La gente piensa que el éxito lo es todo, pero no ven el precio que pagamos detrás.
El escenario brilla, pero detrás hay oscuridad que nadie quiere mirar.
También confesó que durante años tuvo miedo de hablar por temor a ser juzgado, a ser tachado de débil, y a defraudar a su público.
“En el mundo del regional mexicano, mostrar emociones es casi un pecado.
Nos enseñan que tenemos que ser duros, que no podemos llorar, que no podemos hablar de lo que sentimos.
Pero eso mata por dentro.
Gerardo explicó que su proceso de sanación comenzó hace dos años, cuando decidió alejarse temporalmente de los reflectores para reencontrarse con él mismo.
Dijo que comenzó terapia, que se reconectó con su familia, y que por primera vez en mucho tiempo se permitió estar en silencio.
“Ahí entendí que no era menos hombre por pedir ayuda.
Al contrario, fui más valiente que nunca”
Su revelación ha generado una ola de reacciones en redes sociales.
Miles de fans han expresado su apoyo incondicional, destacando la valentía del cantante al hablar de temas tan personales.
Figuras del medio artístico también han mostrado su respeto, y algunos han reconocido que ellos también han pasado por situaciones similares.
“Es hora de normalizar hablar de salud mental, especialmente en nuestro género”, comentó un reconocido cantante del mismo circuito.
Pero la entrevista no solo fue una catarsis emocional.
Gerardo también adelantó que está preparando un nuevo álbum profundamente personal, donde abordará todas esas emociones que durante años ocultó en sus canciones.
Aseguró que será un proyecto diferente, más íntimo, más honesto, y que espera que sirva como espejo para quienes se sienten perdidos.
“Si con mi historia puedo ayudar a alguien más a salir adelante, entonces habrá valido la pena.
Entre lágrimas, también agradeció a su madre, a su hijo y a sus verdaderos amigos, quienes —según él— nunca lo dejaron solo, incluso cuando él mismo ya no se reconocía.
“Mi mamá fue mi ancla.
Cuando sentía que todo se venía abajo, ella me recordaba quién era y de dónde venía.
Hoy le debo todo.
La confesión de Gerardo Ortiz marca un antes y un después en su carrera.
Ya no es solo el intérprete de corridos polémicos o el ídolo de los escenarios norteños.
Ahora es un hombre que ha decidido mostrarse como es: con cicatrices, con errores, pero también con una nueva luz.
Este testimonio también ha reabierto el debate sobre cómo la industria musical trata a sus artistas.
¿Cuánta presión se ejerce para mantener una imagen perfecta? ¿Cuántos otros callan lo que sienten por miedo a ser olvidados o reemplazados? Gerardo ha dado un paso que pocos se atreven a dar.
Y al hacerlo, ha demostrado que el verdadero coraje no está en sostener una fachada, sino en romperla y empezar de nuevo.
Mientras sus palabras siguen resonando en medios y plataformas, el público espera con ansias su nuevo material.
No solo por las canciones, sino por lo que representan: una nueva etapa, un renacimiento artístico y personal.
Gerardo Ortiz ha vuelto, pero no como antes.
Esta vez ha vuelto como un hombre real, sin máscaras, dispuesto a cantar no solo para entretener, sino para sanar.
Para sanar él… y para sanar a otros.