Ismael Pérez, el aclamado niño prodigio de la Época de Oro que fue tres veces nominado al Ariel, vive hoy alejado del glamour y el reconocimiento.
Su historia es un relato conmovedor de cómo la industria lo olvidó al llegar a la adolescencia, obligándolo a convertirse en periodista y luego en un modesto dueño de cafetería, cargando recuerdos de María Félix y Tin Tan que ya nadie le pregunta.

Él fue alguna vez el niño que podía eclipsar a cualquiera en la pantalla grande. Ismael Pérez, conocido por el público como “Poncianito”, era el niño prodigio que compartió escenas con íconos como María Félix y Jorge Negrete, y que obtuvo tres nominaciones al prestigioso premio Ariel antes siquiera de cumplir los 10 años.
Por un momento, parecía destinado a convertirse en una de las mayores estrellas de su generación.
Pero hoy, con más de 80 años, Ismael Pérez vive una vida tan alejada de esas luces doradas que muchos fanáticos no lo reconocerían. Su historia no es un cuento de hadas; es una caída dolorosa de actor celebrado a trabajador olvidado, de estrella en ascenso a un hombre que ahora atiende con discreción una pequeña cafetería.
Su vida es un testimonio de cómo el cine mexicano, al que le dio su talento más puro, lo abandonó por completo justo en el momento en que más lo necesitaba.
EL CONSENTIDO DEL “INDIO” FERNÁNDEZ Y EL APODO INOLVIDABLE
La infancia de Ismael Pérez transcurrió en sets de filmación, debutando a los 5 años. Su apodo, Poncianito, nació del primer papel que lo puso en el mapa: el personaje Poncianito en la película Río Escondido.
En aquella cinta, compartió escenas con María Félix y Jorge Negrete, bajo la mirada del legendario director Emilio “El Indio” Fernández. El “Indio” Fernández lo trató como a un protegido, llamándolo para participar en algunas de sus películas más importantes, incluyendo clásicos como Maclovia, Víctimas del Pecado y Pueblerina.
El talento de Poncianito no solo fue reconocido, sino celebrado. El joven actor obtuvo nominaciones al Ariel como mejor actor infantil gracias a tres de las películas que hizo con el Indio Fernández, un logro extraordinario para su corta edad.
Ismael podía cambiar de emoción con una precisión que muchos actores adultos envidiaban. Los directores decían que tenía “un interruptor interno” que le permitía sentir todo con intensidad inmediata. Durante sus 10 años en la industria, se convirtió en uno de los actores infantiles más solicitados de la Época de Oro, pero la tragedia se cernía sobre su futuro.
EL CRUEL OLVIDO DE LA ADOLESCENCIA

Mientras el futuro parecía brillante para todos los que lo observaban, una realidad mucho más dura lo esperaba. Cuando Ismael entró en la adolescencia, “las llamadas disminuyeron. Luego se detuvieron por completo”.
Los cineastas ya no sabían qué hacer con él. Su rostro, tan querido por el público, había quedado congelado en la memoria colectiva como Poncianito, el dulce niño pequeño de los clásicos. En una industria que rara vez perdonaba a sus estrellas infantiles por crecer, las puertas que antes se abrían sin esfuerzo comenzaron a cerrarse de golpe.
Nadie quiso arriesgarse a darle un nuevo comienzo.
Con el corazón roto, Ismael Pérez se alejó del mundo que alguna vez lo había abrazado. Su carrera actoral había terminado antes de cumplir los 16. Su última película, El camino de la vida, se filmó cuando tenía apenas 15 años.
Detrás de escena, la vida en casa siempre había sido difícil. Actuar no era solo una carrera, sino un “salvavidas”. Sus ingresos ayudaron a poner comida en la mesa de sus nueve hermanos. Cuando los papeles desaparecieron, Ismael no tuvo el privilegio de esperar; tenía una familia grande que mantener.
LA NUEVA VIDA EN EL SILENCIO DE UNA CAFETERÍA
Sin papeles, Poncianito se volcó al mundo que mejor conocían sus padres, las comunicaciones, y se reinventó como periodista.
Durante años escribió para distintos medios, reconstruyendo en silencio un futuro lejos de los reflectores. Nunca intentó volver a la actuación; las heridas de su salida abrupta eran demasiado profundas.
Con el tiempo, se reinventó una vez más, esta vez como pequeño empresario. Hoy, el hombre que alguna vez fue aclamado como el niño prodigio del cine mexicano atiende una cafetería.
En una esquina tranquila de la colonia Constitución de 1917, en la Ciudad de México, él es simplemente conocido como “don Ismael”.
La mayoría de los vecinos y clientes no tienen idea de que están siendo atendidos por un antiguo icono de la Época de Oro, que compartió pantalla con María Félix, Tin Tan y Sara García.
A pesar del olvido, la Asamblea Legislativa del Distrito Federal reconoció a Ismael Pérez en 2018 por sus contribuciones al cine.
Fue un homenaje tardío, décadas después de su última película, pero un recordatorio de que incluso una carrera breve puede dejar un legado imborrable.
Ismael Pérez no guarda rencor, solo gratitud. “Yo me considero uno más de la época de oro del cine mexicano,” dijo.
Hoy, en sus 80 años, Poncianito vive en calma, rodeado de recuerdos, sin la riqueza de Hollywood, pero con la dignidad de una vida construida con trabajo honesto, lejos del glamour que lo moldeó y lo abandonó.