¡Impactante revelación! La doble vida de Mauricio Garcés y el final que nadie imaginó
Mauricio Garcés, cuyo verdadero nombre era Mauricio Pérez Yazbek, nació el 16 de diciembre de 1926 en Tampico, Tamaulipas.
De ascendencia libanesa, provenía de una familia repleta de fotógrafos y artistas, entre ellos su primo Michel Rayet y su tío Toñis Kazbek, quien lo impulsó directamente al mundo de la farándula
cuando tenía apenas 20 años.
Lo que pocos imaginan es que el ícono del galán elegante y sarcástico comenzó su carrera desde la necesidad, abandonando sus estudios en ciencias químicas por falta de recursos en casa.
Durante su infancia en la Ciudad de México, fue vecino de Antonio Badú, quien más adelante se convertiría en padrino artístico de Pedro Infante, y también conoció al futuro periodista Jacobo
Zabludovsky.
Parecía que el destino colocó a Mauricio en el centro de un semillero de grandes figuras.
Aunque muchos lo ven como una figura de décadas posteriores, la realidad es que su debut cinematográfico fue en la Época de Oro del cine mexicano, actuando en películas como La muerte
enamorada (1950) junto a Miroslava, gracias al apoyo de otro tío: el productor José Yázpik.
En un intento por atraer la buena suerte, adoptó el nombre artístico “Garcés” inspirado en figuras como Clark Gable, Gary Cooper y Cary Grant, todos con la letra “G” como común denominador.
Aunque sus inicios fueron en el drama y el suspenso, con el tiempo su carisma natural lo llevó a convertirse en el arquetipo del seductor moderno, coronando ese perfil en la película Don Juan 67,
producida por Angélica Ortiz, madre de Angélica María.
Uno de los momentos más impactantes de su carrera sucedió en su programa de televisión La hora de Mauricio Garcés, cuando presentó a un joven desconocido llamado José José.
Con tono profético, Garcés anunció que sería una de las grandes voces de México, y así fue.
La canción La nave del olvido lo catapultó a la fama internacional, cumpliendo al pie de la letra el vaticinio de Garcés.
Pero no todo fue glamour.
Durante los años 80, la salud del actor se deterioró rápidamente debido a su adicción al tabaco.
Sufría de enfisema pulmonar, perdió la visión de un ojo tras una cirugía fallida y, para colmo, perdió gran parte de su fortuna en apuestas.
La leyenda de los labios perfectos y el peinado impecable pasó sus últimos días con una voz casi inexistente y una salud cada vez más quebrantada.
Murió el 27 de febrero de 1989, solo, en su recámara.
Y aunque su imagen pública era la de un conquistador nato, la verdad es que en su vida privada era tímido, reservado, incluso retraído.
Aunque se le relacionó con mujeres bellísimas como Silvia Pinal, nunca se casó.
Cuando se le preguntaba por qué, respondía con ironía: “Porque sé demasiado de mujeres”.
Otros simplemente lo recuerdan diciendo: “Si no lo hice antes, ahora menos”.
Este celibato permanente generó rumores que aún hoy persisten.
Algunos decían que era metrosexual por el cuidado obsesivo de su imagen.
Otros más sugerían que era homosexual y que vivía en el clóset, víctima de una sociedad que jamás habría aceptado tal revelación, especialmente en una industria tan conservadora.
El rumor más explosivo asegura que el actor Enrique Rambal murió de un infarto en la cama de Garcés, dando pie a aún más especulaciones.
Sin embargo, nada de eso se ha confirmado.
¿Y si lo fue? ¿Importa realmente?
Porque más allá de su orientación, lo cierto es que Mauricio Garcés forjó una carrera única, construida a base de ingenio, estilo y un humor que aún hoy se repite entre generaciones.
Sus frases como “Arrooooos” y “Las traigo muertas” siguen vivas, inmortalizadas en la cultura popular.
Mauricio Garcés no fue un galán cualquiera.
Fue una sátira elegante del estereotipo, una burla refinada del seductor perfecto… y al mismo tiempo, un hombre real con sueños truncados, luchas internas y un legado artístico imposible de
borrar.
Y aunque murió solo, su imagen sigue conquistando pantallas y corazones.
Porque en el fondo, Mauricio Garcés siempre supo que el verdadero arte de seducir… estaba en hacer reír.