La Biblia etíope contiene 88 libros, incluidos textos únicos y antiguos que no se encuentran en otras versiones cristianas, preservando enseñanzas y relatos históricos desde el siglo IV.

Etiopía guarda uno de los secretos mejor protegidos de la historia religiosa: la Biblia etíope, un conjunto de escritos sagrados que contiene 88 libros, incluidos textos que ninguna otra tradición cristiana conserva.
Mientras el cristianismo se expandía por el mundo, esta nación africana ya veneraba estos textos desde el siglo IV, mucho antes de que se impusiera la fe en otras regiones.
La Biblia etíope no solo preserva los rollos del Antiguo y Nuevo Testamento, sino también textos únicos que ofrecen perspectivas inéditas sobre la vida de Jesús, la estructura de la iglesia primitiva y la historia de Etiopía, incluyendo relatos sobre Menelik, hijo de la Reina de Saba y del Rey Salomón, considerado el primer emperador salomónico etíope.
Durante siglos, estos textos permanecieron ocultos o ignorados por fuera de Etiopía.
A diferencia de la Biblia King James o la Vulgata de San Jerónimo, que fueron cuidadosamente seleccionadas y editadas para consolidar la narrativa cristiana y eliminar escritos considerados apócrifos, la Biblia etíope preserva casi todos los escritos originales, incluyendo los llamados pseudoepígrafes, textos atribuidos a autores falsos o desconocidos, que en otras tradiciones fueron descartados por no cumplir con los criterios de autenticidad establecidos en los concilios de Nicea y Constantinopla.
Esta amplitud, lejos de ser un defecto, revela cómo los primeros cristianos etíopes interpretaron la fe de manera más completa y diversa que en otras regiones.
La historia de estos textos está profundamente ligada a la identidad de Etiopía como nación cristiana. Durante siglos, monjes, emperadores y comunidades enteras protegieron cuidadosamente estos libros, incluso en tiempos de guerra o persecución.
La Iglesia Ortodoxa Etíope, conocida localmente como Tewahedo, ha sido la guardiana de estos manuscritos, asegurándose de que los rituales y enseñanzas se transmitan fielmente.
Muchos de estos textos están escritos en Ge’ez, una lengua etíope antigua, lo que los hace inaccesibles para la mayoría del mundo, contribuyendo a que permanezcan en gran medida desconocidos fuera del país.
El contenido de la Biblia etíope también desafía concepciones tradicionales sobre la figura de Jesús y la historia temprana del cristianismo.
Algunos libros detallan la estructura de la iglesia, las enseñanzas de los primeros seguidores y aspectos de la vida cotidiana de la fe que no aparecen en otras Biblias.
Además, la inclusión de relatos históricos, como el viaje de la Reina de Saba a Jerusalén y el nacimiento de Menelik, conecta directamente la narrativa bíblica con la historia política y cultural de Etiopía, demostrando que la religión y la identidad nacional estaban estrechamente entrelazadas desde tiempos antiguos.

La prohibición o el rechazo histórico de la Biblia etíope no fue casual. Los líderes de otras tradiciones cristianas consideraron que ciertos libros eran pseudoepígrafes y, por lo tanto, no canónicos.
Las decisiones de concilios y autoridades religiosas posteriores consolidaron la exclusión de estos textos de la Biblia occidental, asegurando que las versiones más difundidas, como la King James, omitieran información que podría cuestionar la narrativa dominante.
A pesar de ello, los etíopes preservaron su versión íntegra, a veces en dos cánones distintos: uno más amplio con 81 libros y otro más estrecho, supervisado por el emperador Haile Selassie, con 72 libros.
Esta diversidad interna refleja debates y diferencias sobre qué textos eran esenciales para la fe, un fenómeno que muestra cómo la Biblia no siempre fue un libro único e inmutable, sino un conjunto de escritos en constante evolución.
El hallazgo y preservación de estos manuscritos es tan impresionante como su contenido.
Algunos libros etíopes datan de más de mil años antes de Cristo, ilustrando que la nación africana tenía una tradición cristiana sólida y única incluso antes de la expansión del cristianismo en otras regiones.
Además, estudios modernos han confirmado vínculos genéticos que apoyan historias tradicionales, como la llegada de la Reina de Saba a Jerusalén y su regreso con Menelik, reforzando la autenticidad histórica de los relatos que acompañan a la Biblia etíope.
Hoy en día, la Biblia etíope ha captado la atención de académicos y religiosos por igual. Existen esfuerzos para traducir los textos a otros idiomas y hacerlos más accesibles, pero la mayoría aún permanece en Ge’ez, preservando el aura de misterio que rodea a esta obra única.
Su resistencia frente al tiempo, la guerra y la censura ha convertido a la Biblia etíope en un testimonio vivo de la historia de la fe, mostrando que el cristianismo no siempre fue uniforme y que las tradiciones locales, como la de Etiopía, han jugado un papel crucial en la conservación de relatos y enseñanzas olvidadas en otros lugares.
La historia de la Biblia etíope no solo nos habla de religiosidad, sino también de poder, política y control de la narrativa.
Mientras las monarquías europeas y la Iglesia consolidaban versiones estandarizadas de la Biblia, Etiopía mantuvo intacta una tradición alternativa, protegiendo textos que de otra manera habrían sido perdidos.
Su supervivencia demuestra que incluso frente a presiones externas, la fe y la cultura local pueden preservar la historia auténtica, desafiando la narrativa dominante y ofreciendo una ventana a la diversidad de experiencias cristianas en el mundo antiguo.
En última instancia, la Biblia etíope sigue siendo uno de los libros más enigmáticos y completos del mundo.
No solo contiene los relatos centrales del cristianismo, sino también escritos que nos acercan a la vida espiritual, histórica y política de una de las civilizaciones más antiguas de África.
Su existencia cuestiona lo que se considera canónico, invita a replantear la historia religiosa y recuerda que detrás de cada texto antiguo hay una comunidad que luchó por preservarlo a través del tiempo, asegurándose de que la verdad, en su forma más amplia, sobreviviera.
Esta obra no es solo un libro, es un testimonio de la resistencia cultural y espiritual de Etiopía, y un recordatorio de que la historia religiosa es mucho más rica y compleja de lo que muchas veces se enseña.
La Biblia etíope sigue siendo un misterio por descubrir y un tesoro que desafía siglos de censura, convirtiéndose en una pieza clave para entender cómo el cristianismo se vivió y se interpretó fuera del mundo occidental, ofreciendo enseñanzas y relatos que podrían cambiar la percepción de la fe y la historia de manera definitiva.