A los 61 años, Crystal ha decidido revelar una verdad que durante más de tres décadas mantuvo enterrada en silencio.

Para el público, ella siempre fue la cantante de voz dulce y sonrisa luminosa, una artista con una voluntad férrea capaz de conquistar escenarios y, más tarde, ganar medallas paralímpicas que la posicionaron como un ejemplo de superación.
Sin embargo, detrás de esa imagen inspiradora se escondía una historia marcada por el abuso, el miedo y una relación enfermiza que casi destruye su vida.
Hoy, por primera vez, Crystal se atreve a poner en palabras lo que durante años temió que la consumiera: su experiencia bajo el control de Sergio Andrade.
Antes de convertirse en una atleta reconocida internacionalmente, Crystal —cuyo nombre real es Gaudelia Díaz, nacida en Acapulco en 1964— ya había vivido una infancia llena de dificultades y dolor.
Nació completamente ciega, y creció en una pobreza extrema, en un hogar donde la ternura escaseaba y la crueldad era parte de lo cotidiano.
Sus hermanos mayores la maltrataban, se burlaban de su discapacidad y la hacían sentir inútil.
Esas heridas tempranas moldearon profundamente su vida y la dejaron vulnerable a relaciones desequilibradas, como la que años después tendría con Andrade.
Su carrera musical comenzó con una rapidez sorprendente.
A los 18 años irrumpió en la radio mexicana con un éxito coescrito con el hombre que cambiaría su destino para siempre: su productor, representante y posteriormente pareja, Sergio Andrade.

En ese momento ya era un compositor celebrado, creador de éxitos para artistas como Manoella Torres, Diego Verdaguer, Lucero y Álvaro Dávila.
Para la joven Crystal, criada en la oscuridad literal y emocional, él apareció como un salvador.
Había aprendido a tocar el piano por instinto, guiada únicamente por el sonido y el tacto, un talento extraordinario que asombraba a todos los que la escuchaban.
Andrade explotó ese potencial y la lanzó al estrellato, especialmente cuando participó en el prestigioso festival OTI en 1982, donde millones vieron a una chica dulce y angelical conquistando el escenario.
Pero lo que el público no veía era el infierno que crecía detrás de aquella brillante carrera.
Apenas era mayor de edad cuando Andrade la hizo su novia y se la llevó a vivir con él.
Lo que comenzó como un vínculo profesional se transformó en una relación marcada por la manipulación, las amenazas y un control psicológico devastador.
En una entrevista con la periodista Mara Patricia Castañeda, Crystal reveló que una de las primeras cosas que él le gritó fue: “Te voy a romper el brazo.” Esa frase fue apenas una muestra del trato que recibiría durante los siguientes años.

Durante el Festival Yamaha en Japón en 1983, un punto alto en su carrera, Andrade humilló a Crystal sin descanso, obsesionado con la perfección.
Cerraba la tapa del piano sobre sus dedos, movía objetos solo para desorientarla y utilizaba su ceguera como un arma para hacerla sentir indefensa y dependiente.
Su carácter impredecible la hacía vivir con miedo constante, sin saber si enfrentaría elogios o violencia.
A pesar de eso, en la intimidad podía mostrarse aparentemente tierno, lo que Crystal comparó con convivir con el Dr.Jekyll y el Sr.Hyde.
Ese ciclo de afecto y agresión la mantuvo atrapada en una dinámica profundamente dañina.
La salida de ese infierno no fue inmediata.
Fueron necesarios años de terror silencioso antes de que encontrara la fuerza para alejarse de Andrade.
El punto de quiebre llegó en 1985, gracias a la intervención de Juan Gabriel.
Al ver la gravedad del estado emocional de Crystal, el cantante decidió ayudarla.
Le ofreció un lugar seguro, la orientó para independizarse y la impulsó a iniciar psicoterapia, un proceso que ella asegura le salvó la vida.
La terapia la ayudó a reconstruirse desde las ruinas emocionales que había dejado su relación con Andrade.

Mientras se recuperaba, Crystal descubrió en el deporte un refugio inesperado.
Comenzó a correr como parte de su proceso de sanación emocional, sin imaginar que esa actividad la llevaría a convertirse en una atleta paralímpica distinguida.
En los años noventa ganó tres medallas de oro en los Juegos Parapanamericanos y un bronce en los Juegos Paralímpicos.
Su disciplina, fuerza y perseverancia la transformaron en una figura admirada por su capacidad de renacer tras la adversidad.
Su regreso triunfal al mundo artístico llegó de la mano del empresario Emilio Azcárraga Milmo, quien impresionado por su carisma la invitó a unirse a Televisa.
Crystal incursionó en la actuación, apareciendo en la telenovela Lazos de amor junto a Lucero, mientras continuaba siendo una figura respetada en la comunidad deportiva.
Durante esta etapa conoció a Miguel Ángel Huerta, director del Comité Paralímpico Mexicano, con quien compartió el compromiso de mejorar las oportunidades para los atletas con discapacidad visual.
Tiempo después, su relación derivó en matrimonio, aunque no perduró.
Para 2021 Crystal confirmó que estaba nuevamente soltera.

Hoy, Crystal vive en Acapulco, la ciudad que la vio nacer.
Su vida actual es modesta, tranquila y finalmente suya.
Subsiste gracias a una pensión del Comité Olímpico, las regalías de su música y algunas presentaciones esporádicas.
No es una gran fortuna, pero, como afirma, la paz vale mucho más que la fama.
Mantiene su vida privada bajo estricta reserva, un hábito natural después de años en los que su vulnerabilidad fue explotada sin misericordia.
Dedica gran parte de su tiempo a enseñar música a niños ciegos o con debilidad visual, a través de una institución privada en la que deposita toda su confianza.
Su objetivo es ofrecer a esos niños el apoyo que ella nunca tuvo.
Les enseña piano por tacto, ritmo por respiración y melodía por instinto, con la convicción de que la discapacidad no debe limitar sus sueños.
En esta labor, Crystal encuentra una forma de sanar al dar lo que un día le fue negado: dignidad, confianza y un camino posible.
Mientras ella reconstruye su vida, la sombra de Sergio Andrade sigue siendo un recordatorio del dolor que dejó en tantas jóvenes.
Su canción “Tiempos Mejores” volvió a sonar durante la pandemia como un himno de esperanza, aunque pocos quisieron recordar que detrás de esa melodía está uno de los personajes más controvertidos de la historia del espectáculo latinoamericano.
Tras su paso por prisión, Andrade ha intentado permanecer en el anonimato, aunque en 2025 reapareció brevemente en YouTube anunciando su regreso musical.
La respuesta del público fue inmediata y contundente: más que escuchar nuevas composiciones, exigieron justicia y memoria.
A los pocos días, él mismo retiró el video y volvió al silencio.
La historia de Crystal no es solo una confesión tardía.
Es un testimonio de resistencia, una reivindicación de su voz y un llamado a escuchar a quienes han sido silenciados por el miedo.
A los 61 años, finalmente ha contado lo que tantos sospecharon.
Y al hacerlo, ha recuperado no solo su historia, sino también su poder.