
Federico Villa nació en Zamora, Michoacán, en un entorno sencillo, lejos de los reflectores y de cualquier promesa de fama.
Desde niño mostró una pasión casi instintiva por la música.
Cantaba antes de entender el mundo, y donde otros veían rutina, él encontraba melodías.
Su familia siempre recordaría a ese niño que transformaba el silencio en canción.
La oportunidad llegó cuando menos lo esperaba.
Un concurso de radio local fue el punto de quiebre.
Federico participó con nada más que esperanza… y ganó.
Aquella victoria encendió la chispa de una carrera que nunca volvería a detenerse.
Pronto entró al mundo profesional y comenzó a abrirse paso en un medio tan duro como implacable.
Su carrera discográfica inició bajo el histórico sello RCA Victor, donde lanzó temas que lo colocaron en el radar del público.
Pero el destino ya tenía preparada una canción que lo cambiaría todo.
“Caminos de Michoacán”, escrita por su amigo Bulmaro Bermúdez, llegó a sus manos como una apuesta arriesgada.
Algunos dudaban.
Federico no.
Luchó por grabarla, convencido de que hablaba directamente al alma de su gente.
No se equivocó.
Cuando su voz recorrió aquellos pueblos mencionados en la letra, la canción dejó de ser música y se convirtió en identidad.
Para los michoacanos, era un espejo.

Para los migrantes, una herida.
Para México entero, un himno no oficial que sigue erizando la piel décadas después.
El éxito lo llevó más allá de la música.
Federico Villa se convirtió en un rostro habitual del cine mexicano, participando en cerca de 45 películas.
Compartió escena con figuras como Juan Gabriel, Joan Sebastian, Julio Alemán, Norma Lazareno, Yolanda del Río y la entrañable India María.
Su actuación era como su canto: honesta, directa, profundamente humana.
Durante años fue invitado constante en programas emblemáticos como Siempre en Domingo y espacios conducidos por Paco Stanley.
Su presencia transmitía cercanía.
No era un ídolo distante; era el hombre del pueblo que cantaba lo que todos sentían.
Pero la fama nunca garantizó tranquilidad.
Detrás del escenario, la vida personal de Federico estuvo marcada por decisiones impulsivas, relaciones complejas y un peso emocional que jamás abandonó del todo.
Él mismo confesó haber sido “muy enamorado” en su juventud, viviendo con intensidad… y pagando el precio.
La tragedia más devastadora llegó con la muerte de su hijo Alejandro Villa Jr.
, asesinado brutalmente en Jalisco.
Federico habló de ello públicamente solo una vez, entre lágrimas incontenibles.
No eran lágrimas de artista, eran las de un padre roto.
Cada palabra revelaba un dolor que jamás sanó.
Aun así, siguió cantando, incluso un corrido dedicado a su hijo, abriendo la herida una y otra vez frente al público.
Con los años, su cuerpo comenzó a fallar.
La pandemia silenció los escenarios y Federico, como tantos otros artistas veteranos, quedó aislado del aplauso que había sido su vida.
Recurrió a las redes sociales para mantenerse cerca de su público, agradeciendo siempre, sin rencor, sin reclamos.
A pesar de la fama, nunca dejó de ser hombre de rancho.
Tenía tierras, animales, árboles frutales.
Cuando regresaba de gira, alimentaba él mismo a sus chivas.
“Sigo siendo del pueblo”, repetía con orgullo.
En sus últimas entrevistas hablaba con serenidad sobre la muerte.
Decía que no se llevaría nada, solo recuerdos.
Cantaba fragmentos de sus canciones como despedida anticipada, consciente de que el final estaba cerca.
El 13 de julio de 2022, Federico Villa falleció a los 84 años tras complicaciones de salud.
La noticia se confirmó al amanecer del día siguiente.
La voz de Michoacán se había apagado.
Los homenajes llegaron de inmediato.
Políticos, artistas y miles de admiradores coincidieron en una sola cosa: México había perdido mucho más que un cantante.
Porque Federico Villa no solo cantó caminos.
Cantó desarraigos, regresos imposibles, amores perdidos y la nostalgia de todo un pueblo.
Su vida fue tan intensa como dolorosa.
Y aunque los caminos de Michoacán quedaron en silencio aquel julio, el eco de su voz seguirá acompañando a generaciones enteras.
Federico Villa se fue… pero jamás regresó al olvido.