Robin Gibb, una de las voces más emblemáticas y reconocibles de la legendaria banda Bee Gees, mantuvo durante décadas un secreto que sorprendió a sus fans y al mundo entero.
Conocido por su voz inconfundible y su aura misteriosa, Robin fue mucho más que un cantante; fue un símbolo de una época y parte fundamental de la historia musical de los años 60 y 70.
Sin embargo, no fue hasta los 61 años cuando decidió revelar la verdad que muchos ya sospechaban, mostrando una faceta más humana y vulnerable que hasta entonces había permanecido oculta.
La historia de los Bee Gees comienza con los hermanos Gibb: Barry, Robin y Maurice.
Los hermanos gemelos Robin y Maurice nacieron en diciembre de 1949 en Inglaterra, y junto a su hermano mayor Barry formaron un trío que desde niños mostró una profunda conexión con la música.
Inspirados por íconos como Elvis Presley, Tommy Steele y los Everly Brothers, los hermanos comenzaron a experimentar con instrumentos improvisados, fabricando guitarras falsas con cajas y practicando incansablemente.
En 1956 hicieron su primera aparición pública bajo el nombre de The Rattlesnakes.
A pesar de algunos contratiempos, como la rotura accidental de un disco, su pasión por la música los mantuvo unidos y decididos a triunfar.
En 1958, tras algunos cambios en la alineación, formaron una nueva banda llamada Wee Johnny Hayes and the Blue Cats, con Barry adoptando el nombre artístico Johnny Hayes.
Ese mismo año, la familia Gibb emigró a Australia, donde continuaron persiguiendo su sueño musical.
En Australia, los Bee Gees comenzaron a ganar popularidad actuando en clubes nocturnos y programas de televisión.
Su talento llamó la atención de productores y managers, especialmente de Nat Kipner, quien los ayudó a firmar con Spin Records y a grabar en estudios que les permitieron experimentar con su sonido.
En 1967 firmaron un contrato con Robert Stigwood, un importante productor que les abrió las puertas del mercado internacional.
Su sencillo “New York Mining Disaster 1941” causó sensación, llegando a ser confundido con un lanzamiento de The Beatles debido a su estilo y misterio.
A partir de ese momento, los Bee Gees comenzaron a consolidarse como una de las bandas más prometedoras de la época, enfrentando la presión y las comparaciones con otros grandes grupos.
A pesar del éxito, la vida de los Bee Gees no estuvo exenta de dificultades.
En 1968, justo cuando estaban a punto de iniciar una gira importante por Estados Unidos, Robin sufrió un colapso nervioso debido al estrés.
Esto generó tensiones dentro del grupo, que culminaron con la salida temporal de Robin en 1969.
Mientras Robin iniciaba una carrera en solitario con éxitos como “Saved by the Bell”, Barry y Maurice intentaban continuar como dúo, aunque la ausencia de Robin se sentía profundamente.
Las diferencias creativas y personales marcaron esta etapa, pero finalmente los hermanos se reconciliaron y regresaron juntos para seguir haciendo música.
Durante los años 70, los Bee Gees alcanzaron la cima de su carrera con su característico falsete y temas emblemáticos que definieron la era disco, como “You Should Be Dancing”.
Su participación en la banda sonora de “Fiebre del sábado noche” consolidó su lugar en la historia de la música.
Sin embargo, a finales de la década, el declive de la música disco y problemas legales afectaron a la banda.
A pesar de ello, mantuvieron su pasión y conexión con los fans, realizando giras exitosas y homenajes a su hermano Andy Gibb, fallecido en 1988.
En los años 2000, los problemas de salud comenzaron a afectar a los hermanos.
Maurice falleció en 2003, lo que marcó el fin de los Bee Gees como trío.
Robin, por su parte, fue diagnosticado con cáncer de hígado, una batalla que enfrentó con valentía y en privado.
Aunque en febrero de 2012 Robin declaró que su tumor había sido extirpado y que se sentía bien, su salud empeoró rápidamente.
Falleció en mayo de ese mismo año, pero fue su hijo Robin John Gibb quien reveló un secreto que aclaró muchas dudas: no fue el cáncer lo que causó la muerte de su padre, sino una insuficiencia renal y hepática que se agravó debido al tratamiento y el estrés.
La vida personal de Robin también estuvo marcada por situaciones complejas.
Estuvo casado con Dwina, con quien tuvo un hijo, pero también tuvo una hija con su ama de llaves, Claire, lo que generó tensiones en su matrimonio.
A pesar de las diferencias y rupturas, Robin mantuvo una relación cercana con sus hijos.
Además, las tensiones entre los hermanos, especialmente entre Robin y Barry, persistieron durante años, incluso hasta la enfermedad y muerte de Robin.
Barry expresó su dolor y arrepentimiento por la distancia que se creó, y tras la muerte de Robin, decidió honrar su legado con giras en solitario que celebraron la música y la hermandad de los Bee Gees.
A pesar de los altibajos, la música de los Bee Gees sigue siendo un símbolo de una época dorada y un testimonio del talento y la creatividad de los hermanos Gibb.
En 2016, Capital Records firmó un acuerdo para preservar y difundir su música a nuevas generaciones, asegurando que su legado perdure.
La historia de Robin Gibb es una mezcla de éxito, lucha personal, amor fraternal y resiliencia.
Su voz única y sus contribuciones a la música han dejado una huella imborrable en el mundo, recordándonos que detrás de la fama siempre hay historias humanas que merecen ser conocidas.
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