Detrás del brillo y la fama del “Sol de México”, Luis Miguel, se esconde una de las historias más perturbadoras y oscuras del espectáculo latino: la vida de su padre, Luisito Rey, un hombre que pasó de ser un soñador artista andaluz a convertirse en uno de los personajes más temidos, manipuladores y controversiales de la música.
Durante años, su figura fue rodeada de secretos, rumores y tragedias que aún hoy siguen generando escalofríos.
Su historia no solo revela el lado más sórdido del éxito, sino también el precio emocional que un hijo debió pagar por los pecados de su propio padre.

Luisito Rey, cuyo nombre real era Luis Gallego Sánchez, nació en España y desde niño fue presionado por su madre, doña Matilde, para convertirse en cantante.
Aquella mujer veía en su hijo una salida de la pobreza, lo llevó de programa en programa y lo convirtió en una especie de “niño prodigio” del flamenco.
Pero la ambición familiar pronto corrompió su inocencia.
Desde pequeño, Luisito aprendió que el amor se ganaba con el éxito y el dinero, una lección que marcaría su vida y, años después, la de su propio hijo.
Su juventud estuvo llena de abusos, hambre y decepciones.
Una promotora argentina lo llevó a Sudamérica prometiéndole fama, pero lo explotó, dejándolo sin comida y sin enviar dinero a su madre.
Esa experiencia lo transformó en un hombre desconfiado y sin escrúpulos, convencido de que en el mundo del espectáculo solo sobreviven los que aprenden a engañar.
Con el tiempo, Luisito Rey hizo de la manipulación su verdadero arte.

En Argentina conoció a Marcela Basteri, una joven hermosa de origen italiano.
Fue un encuentro que cambió su destino.
Ella, enamorada y cegada por el encanto andaluz del cantante, abandonó a su familia para seguirlo, pese a las advertencias de sus padres que veían en él a un hombre peligroso.
Aquella historia que comenzó como un romance terminó convertida en una pesadilla de control, engaños y violencia psicológica.
Marcela pasó de ser su musa a su víctima, atrapada en una relación tóxica que con el tiempo la conduciría a la desaparición más misteriosa del mundo artístico.
Luisito Rey tuvo una carrera musical modesta, pero su falta de éxito lo llevó a vivir de estafas, falsificaciones y mentiras.
Se decía que era capaz de pasar por encima de cualquiera con tal de conseguir lo que quería.
Falsificó su acta de nacimiento para parecer más joven ante las disqueras, engañó empresarios y amigos, y se movía entre ambientes de corrupción y excesos.
Conocido por su adicción al sexo, al alcohol y a las drogas, vivió una vida desenfrenada donde todo —personas, dinero, incluso su familia— era visto como un instrumento para su beneficio.
:quality(75)/arc-anglerfish-arc2-prod-elcomercio.s3.amazonaws.com/public/55M22G7XWFEEVFCV2TUCFDF5DM.jpg)
Cuando nació Luis Miguel en Puerto Rico, Luisito vio la oportunidad que tanto había esperado: crear su propio “producto perfecto”.
Desde niño, el futuro cantante fue sometido a jornadas interminables de trabajo.
Lo despertaba a las tres de la mañana para cantar frente a políticos y mafiosos como el temido Arturo “El Negro” Durazo, a cambio de favores y dinero.
Lo sacó de la escuela antes de terminar la primaria, negándole una educación completa para mantener el control total sobre su vida.
Luis Miguel, a pesar de su talento, creció bajo una disciplina férrea, sin amigos, sin infancia y sin libertad.
Los testimonios de quienes conocieron a Luisito Rey lo describen como un hombre violento, narcisista y calculador.
Su relación con Marcela Basteri se volvió cada vez más tormentosa.
Las infidelidades eran constantes, con nombres que iban desde actrices famosas hasta mujeres de la vida nocturna.
Marcela soportaba humillaciones mientras él la engañaba públicamente.
La familia de ella intentó intervenir, pero fue inútil: Luisito la tenía completamente sometida.
La tragedia llegó a su punto más oscuro con la desaparición de Marcela Basteri.
Según diversas versiones, la mujer desapareció después de reunirse con Luisito en España, y nunca más se supo de ella.
Hay quienes aseguran que él mismo ordenó su muerte como venganza por haber sido expulsado del círculo de confianza de su hijo.
Lo más perturbador es que, incluso en su lecho de muerte, Luisito se llevó el secreto a la tumba, negándose a decirle a Luis Miguel qué había pasado con su madre.
A lo largo de su vida, Luisito no solo destruyó a su esposa, sino también la inocencia de su hijo.
Controlaba cada aspecto de su vida, desde las relaciones amorosas hasta sus finanzas.
Corría a cualquier mujer que se acercara demasiado a Luis Miguel, incluso a la cantante Isabel Lascuráin, del grupo Pandora, a quien insultó y expulsó de su casa solo porque sospechaba que tenía un romance con el joven artista.
No soportaba perder poder sobre él.
La obsesión de Luisito por el control también se reflejaba en su entorno.
Se rodeaba de personajes oscuros del espectáculo y del poder, como Andrés García, Raúl Velasco y el Negro Durazo, con quienes compartía fiestas, excesos y negocios turbios.
Juntos formaban parte de una red de influencias donde la fama, el dinero y la corrupción iban de la mano.
Luisito utilizaba esas conexiones para asegurar su posición, aunque el precio fuera la destrucción de su familia.

Con el paso de los años, el abuso y las mentiras llegaron a su límite.
Cuando Luis Miguel cumplió 18 años, cansado de las manipulaciones y de no recibir el dinero que ganaba con su trabajo, tomó una decisión definitiva: expulsó a su padre de su vida.
Luisito, humillado, intentó reconciliarse regalándole un jamón serrano, como si un gesto tan banal pudiera borrar años de explotación.
Luis Miguel lo ignoró por completo.
Luisito Rey murió solo, enfermo y arruinado en España. Se dice que falleció de sida, aunque nunca se confirmó.
Murió sin redención, sin reconciliarse con su hijo y sin confesar la verdad sobre Marcela Basteri.
Pero su sombra siguió viva. Cada silencio de Luis Miguel, cada gesto distante o dolor oculto, parece ser el eco de ese pasado que jamás ha podido enterrar del todo.
Hoy, el nombre de Luisito Rey sigue siendo sinónimo de ambición, manipulación y tragedia.
Para muchos, fue el verdadero villano de la historia del “Sol de México”.
Un hombre que soñó con brillar, pero terminó consumido por su propia oscuridad.
Y aunque su hijo logró convertirse en una de las voces más grandes de la música latina, lo hizo cargando el peso de una infancia marcada por el abuso y el silencio.
El legado de Luisito Rey no fue la fama, ni el arte, sino el recordatorio de que, a veces, el enemigo más temible está dentro de casa.