Alma Delfina Martínez Ortega, conocida simplemente como Alma Delfina, es un nombre que evoca recuerdos imborrables para toda una generación de mexicanos.
Su papel como Babi en la icónica serie juvenil “Cachún Cachún Ra Ra” marcó la juventud de muchos en los años 80.
Sin embargo, detrás del brillo y la fama, Alma vivió una historia llena de retos, silencios y decisiones difíciles.
A sus 64 años, la actriz finalmente rompe el silencio para contar la verdad de su ascenso, su retiro y su sorprendente regreso al mundo del espectáculo.
Nacida el 5 de noviembre de 1956 en Ciudad Camargo, Chihuahua, Alma fue la menor de diez hermanos.
A los cinco años se mudó a la Ciudad de México, donde comenzó a tener su primer contacto con la actuación acompañando a su hermana Evangelina al Instituto de Bellas Artes.
Aunque inicialmente solo observaba, pronto su curiosidad la llevó a participar, compartiendo aulas con futuras estrellas como Rosa María Bianchi y Blanca Guerra.
No obstante, la intensidad del ambiente teatral y las presiones sociales la sobrepasaron.
Confesó que el maestro Salvador Garcini la invitaba a fumar marihuana, algo que la asustaba y la hizo alejarse temporalmente.
Fue su hermana Angelina quien la animó a probar suerte en el Instituto Andrés Soler, donde estudió junto a otros talentos como Daniela Romo y Raquel Pankovski.
Su gran oportunidad llegó cuando el director Alejandro Bichir la invitó a participar en la gira teatral de “Malcolm contra los eunucos”, sustituyendo a una actriz que salió de forma inesperada.
Su debut, una escena intensa con Héctor Bonilla, fue un reto que superó con determinación, demostrando desde entonces su temple y profesionalismo.
El talento y carisma de Alma captaron la atención del legendario productor Valentín Pimstein, quien la invitó a audicionar para “Mundo de Juguete”, su primer gran proyecto televisivo.
A finales de los 70, Alma comenzaba a consolidar una carrera en el cine mexicano, destacando en la película “Ladrón” de Ismael Rodríguez, donde enfrentó su primera escena de desnudo, un paso valiente para una joven actriz.
En televisión, trabajó en telenovelas como “El ladrón” junto a Salvador Pineda, con quien inició una relación sentimental que marcaría profundamente su vida personal.
La química entre ambos fue intensa, pero también tóxica, llena de celos y conflictos que Alma describió como una “prisión apasionada”.
En 1980, Alma audicionó para “Cachún Cachún Ra Ra”, una comedia juvenil que se convertiría en un fenómeno nacional.
Su personaje, Babi, una adolescente rebelde y líder natural, conquistó al público joven y la catapultó a la fama.
Sin embargo, el éxito vino acompañado de una presión que afectó su vida personal.
Mientras interpretaba a una joven independiente y fuerte en pantalla, Alma vivía una relación complicada con Salvador Pineda, caracterizada por celos obsesivos y episodios de violencia emocional.
La tensión constante la llevó a vivir en un estado de miedo y agotamiento emocional, aunque nunca hubo violencia física directa, las heridas emocionales fueron profundas.
Después de cuatro años de altibajos, Alma decidió terminar la relación con Salvador en 1984.
La separación fue dolorosa y caótica, pero necesaria para recuperar su equilibrio emocional.
Con el apoyo de amigos y compañeros de “Cachún Cachún Ra Ra”, Alma comenzó un proceso de sanación que incluyó alejarse temporalmente de México y mudarse a Puerto Rico.
Durante ese tiempo, se enfocó en su trabajo y en sanar las heridas emocionales, aunque la familia de Salvador continuó interfiriendo en su vida, lo que dificultó aún más el cierre definitivo del capítulo.
El regreso de Alma a la televisión mexicana fue triunfal.
En 1985 protagonizó “Guadalupe”, una telenovela creada especialmente para ella por Valentín Pimstein, que se convirtió en un éxito rotundo.
Su interpretación fue reconocida con el premio Ariel, consolidándola como una actriz de gran talento y sensibilidad.
En paralelo, Alma vivió un nuevo romance con Jaime Garza, aunque esta relación también estuvo marcada por la intensidad y dificultades, incluyendo problemas de adicción por parte de Garza.
Finalmente, Alma decidió alejarse para proteger su bienestar emocional.
En 1988, Alma se mudó a Los Ángeles para estudiar producción cinematográfica en UCLA, donde conoció a Michael Smith, con quien se casó en 1992.
La diferencia de edad y las barreras culturales no fueron impedimento para una relación sólida y feliz.
En 1994, Alma dio a luz a su hija Natalia, un momento que transformó sus prioridades y la llevó a tomar una pausa en su carrera para dedicarse a la maternidad.
Natalia se convirtió en el centro de su vida y su mayor alegría, con quien mantiene una relación cercana y profunda.
Tras algunos años alejada, Alma regresó a la actuación con proyectos en México y Estados Unidos, participando en telenovelas y series exitosas.
Su trabajo ha sido reconocido por su autenticidad, calidez y profesionalismo, y sigue siendo admirada por colegas y fans.
A sus 64 años, Alma Delfina reflexiona con orgullo sobre su trayectoria, los desafíos superados y el crecimiento personal logrado.
Su historia es la de una mujer que enfrentó adversidades, amores complicados y decisiones difíciles, pero que nunca perdió su esencia ni su pasión por la actuación.
Alma Delfina es mucho más que la estrella juvenil que todos recordamos.
Es una mujer fuerte, resiliente y auténtica que ha sabido reinventarse y encontrar su lugar en el mundo del espectáculo y en la vida.
Su historia, marcada por éxitos y dificultades, inspira a quienes la conocen y a quienes descubren su legado hoy.
Con su voz clara y su mirada firme, Alma nos recuerda que detrás de cada estrella hay una historia humana, llena de luces y sombras, pero sobre todo, de esperanza y renacimiento.
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