A los 72 años, Tania Libertad, una de las voces más emblemáticas de América Latina, finalmente decidió abrirse sobre su vida, revelando una infancia marcada por la violencia y el miedo.
Su historia es un poderoso testimonio de resistencia y superación, un viaje desde la opresión hacia la libertad y la autenticidad artística.

Tania Libertad nació en 1952 en Saña, un pequeño pueblo en la costa norte del Perú.
Desde muy joven, su vida estuvo marcada por la adversidad.
Su padre, Manuel, era un guardia civil con un carácter autoritario y un temperamento volátil.
A pesar de su intelecto y su interés por la filosofía, en casa gobernaba con mano de hierro, tratando a su familia como si fueran súbditos en lugar de seres queridos.
Tania recuerda que su padre le decía que su canto era horrible, y que la encerraba por ello.
Esta violencia no solo era física, sino también emocional, creando un ambiente de miedo y control.
Su madre, Mercedes Zúñiga, era la antítesis de su padre: dulce, paciente y amorosa.
A pesar de las dificultades, ella alimentó el amor por la música de Tania, llamando a la radio local para que repitieran sus canciones favoritas.
Este apoyo maternal fue crucial para que Tania desarrollara su talento, aunque su hogar seguía siendo un lugar de sufrimiento.
Desde pequeña, Tania mostró un talento excepcional.

A los cinco años, ya se presentaba en público, y a los ocho había memorizado más de 300 canciones.
Sin embargo, el éxito fuera de casa contrastaba con el silencio y el castigo que enfrentaba en su hogar.
Su padre la veía como un proyecto personal, controlando su carrera y limitando su libertad.
A los 16 años, su fama local la llevó a Lima, donde comenzó a ser reconocida, pero su padre la acompañó, limitando aún más su independencia.
A pesar de su éxito, Tania se sentía atrapada.
Su padre insistió en que debía estudiar ingeniería pesquera en lugar de música, temiendo que la carrera artística la llevara a la pobreza.
Sin embargo, Tania encontró formas de rebelarse en silencio, asistiendo a recitales y descubriendo la música de protesta en la universidad, lo que le permitió conectarse con un nuevo tipo de expresión artística.
La vida de Tania cambió drásticamente cuando, a los 20 años, decidió huir de casa.
Su valentía la llevó a enfrentar a su padre, quien, sorprendentemente, aceptó su deseo de vivir sola bajo la condición de que llevara una llave de la casa, un símbolo de su nueva libertad.
Este acto de desafío marcó el inicio de su camino hacia la independencia.
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En 1980, a los 28 años, Tania tomó la decisión más radical de su vida: dejar Perú sin boleto de regreso.
Anhelaba la libertad artística y la oportunidad de cantar sin ser moldeada por las expectativas de su padre.
Se mudó a México, donde comenzó a construir su carrera en un entorno que valoraba su autenticidad.
En México, Tania se alejó de los medios masivos y se dedicó a conectar con su público en un nivel más profundo.
Durante siete años, recorrió el país ofreciendo conciertos en escuelas, hospitales y comunidades rurales.
Este período se convirtió en el más transformador de su vida, donde su música resonó con una emoción cruda y una conciencia social que la diferenciaron de otros artistas.
Su carrera despegó cuando firmó un contrato con Polygram y lanzó su primer gran disco en México, alcanzando el éxito con su colección de boleros clásicos.
A partir de ahí, Tania se convirtió en una embajadora de la canción latinoamericana, actuando en escenarios icónicos alrededor del mundo.
Su música no solo era un medio de expresión personal, sino también un vehículo para abordar temas sociales y políticos, convirtiéndose en una voz para los que no tienen voz.
A pesar de su éxito, Tania enfrentó desafíos personales significativos, incluyendo tres diagnósticos de cáncer.

Su primera batalla fue contra el cáncer de mama, lo que la llevó a someterse a una mastectomía.
Luego, enfrentó células precoces y, finalmente, células cancerosas cerca de su garganta.
Cada uno de estos episodios la puso a prueba, pero Tania se mantuvo firme, eligiendo priorizar su salud y su voz.
Su experiencia con el cáncer no solo la fortaleció, sino que también la llevó a convertirse en una defensora de la salud y la prevención, alentando a otras mujeres a cuidar de sí mismas y a no ignorar los signos de advertencia.
Su enfoque proactivo sobre la detección temprana y la lucha contra la enfermedad resonó en muchos, convirtiéndola en un símbolo de esperanza.
Tania Libertad no solo es conocida por su música, sino también por su activismo en derechos humanos y justicia social.
Ha sido reconocida como artista por la paz de la UNESCO, y su compromiso con causas sociales ha hecho que su voz resuene más allá de la música.
Su identidad como migrante peruana en México ha influido profundamente en su visión del mundo.
Tania ha hablado abiertamente sobre la desigualdad de género y la opresión, utilizando su plataforma para dar voz a los que no la tienen.
Su repertorio incluye interpretaciones de canciones de protesta que abordan la memoria histórica y la lucha por la justicia, convirtiéndose en un referente cultural en América Latina.

A los 72 años, Tania Libertad ha demostrado que la música puede ser un medio poderoso para la sanación y la liberación.
Su historia, marcada por el dolor y la lucha, es un recordatorio de que la verdadera libertad se encuentra en la autenticidad y en la valentía de ser uno mismo.
A través de su música y su activismo, Tania continúa inspirando a generaciones, recordándonos que, aunque el pasado puede ser doloroso, el futuro está lleno de posibilidades.
Su legado trasciende la música, convirtiéndose en un faro de esperanza y resiliencia para todos aquellos que enfrentan adversidades.
Tania Libertad es más que una cantante; es un símbolo de lucha, amor y autenticidad que seguirá resonando en los corazones de quienes la escuchan.