A sus 56 años, Miriam Cruz, reconocida cantante de merengue, ha decidido compartir con el público una confesión cargada de emociones, recuerdos y verdades que cambian la forma en que muchos recordarán a Rubby Pérez, uno de los íconos más grandes del merengue dominicano.
En medio del luto nacional por la trágica muerte de Rubby en el colapso de la discoteca Jetset, Miriam se abre con sinceridad para contar detalles inéditos sobre la vida personal y artística de su querido amigo y hermano.
Entre lágrimas y nostalgia, Miriam confesó que amó a Rubby, no en el sentido romántico convencional, sino desde un lugar de admiración, respeto y una conexión única que solo ocurre una vez en la vida.
Su relación, aunque no pública, fue muy especial y profunda, y Miriam quiso que el mundo supiera que Rubby fue mucho más que un ídolo musical: fue un hombre capaz de amar, de perder y de volver a amar.
Rubby Pérez estuvo casado con Inés Antonia Lizardo desde 1974, una mujer que fue su roca y apoyo incondicional durante casi medio siglo.
Juntos tuvieron cuatro hijos y construyeron una familia sólida.
Inés enfrentó una dura batalla contra el cáncer, que finalmente perdió en 2022, un golpe que destrozó a Rubby y marcó un antes y un después en su vida.
En medio de ese dolor, apareció Lady Altagracia Rosario, una mujer que capturó el corazón de Rubby en sus últimos años.
Lady, cónsul dominicana en Houston, no fue una sustituta, sino un nuevo comienzo para Rubby, quien reorganizó su vida y compromisos para estar con ella, incluso adelantando la fecha de un concierto que terminó siendo su última presentación.
Su hija Sulinca confirmó que esta decisión fue por amor, un amor intenso y genuino que terminó enlazado con la tragedia.
El 8 de abril de 2025, el colapso de la discoteca Jetset no solo se llevó la vida de Rubby Pérez, sino también la de más de 220 personas, dejando un país entero en luto y con muchas preguntas sin respuesta.
Se investigan posibles fallos estructurales, permisos dudosos y negligencia, situaciones que han generado indignación y dolor en la sociedad dominicana.
El funeral de Rubby fue un momento de gran emotividad, celebrado en el Teatro Nacional, donde miles de personas cantaron sus canciones emblemáticas como *Volveré*, llenando el espacio de recuerdos, lágrimas y un silencio que dolía.
Miriam Cruz estuvo presente y recordó cómo la música de Rubby unía generaciones y rompía barreras, convirtiéndolo en un símbolo de la cultura dominicana.
Rubby no solo fue un artista con una voz poderosa y carisma en el escenario, sino también un ser humano comprometido con su comunidad.
Su labor humanitaria, como la ayuda a las víctimas del terremoto en Haití, lo convirtió en un ejemplo de solidaridad y amor más allá de la música.
Su legado permanece vivo no solo en las listas de éxitos o en las emisoras de radio, sino en el corazón de quienes lo conocieron y admiraron.
Su hija Sulinca lidera una fundación que lleva su nombre y que busca abrir camino a nuevos talentos del merengue, asegurando que el don de Rubby siga sembrado en futuras generaciones.
En medio del duelo, la familia de Rubby ha pedido respeto y unidad, negando cualquier controversia y defendiendo el amor que existió entre Rubby y Lady Altagracia Rosario.
Miriam destacó la fuerza con que Lady enfrenta la situación, cargando con un peso emocional inmenso que nadie debería llevar, pero que ella enfrenta con dignidad y valentía.
La historia de Rubby es también una lección sobre cómo el amor puede cambiar de forma, pero no de fondo, y cómo una familia puede romperse y reconstruirse en medio de la adversidad.
La aceptación de Lady por parte de la familia refleja un mensaje de paz y comprensión, alejándose de conflictos y enfocándose en el legado y el amor que Rubby dejó.
Miriam Cruz expresó que la partida de Rubby llega en un momento crítico para el merengue, un género que ha enfrentado la competencia de la música urbana y el reguetón.
Rubby defendió con pasión las raíces del merengue, y su pérdida representa un golpe duro para el género.
Sin embargo, Miriam ve en esta tragedia un llamado a la evolución y renovación.
Observa cómo los jóvenes mezclan el merengue con electrónica, dembow y pop, y no lo ve como una traición sino como una evolución necesaria para mantener vivo el género.
La tragedia del Jetset también puso en evidencia la necesidad de mayor seguridad y responsabilidad en los eventos masivos.
Miriam señaló que tras el desastre, muchos conciertos fueron suspendidos para revisar escenarios y estructuras, una medida necesaria aunque dolorosa para la industria, que depende de estos eventos para subsistir.
El mensaje es claro: no se pueden seguir poniendo en riesgo vidas en nombre del espectáculo.
El merengue debe continuar, pero con garantías de seguridad para todos.
Aunque Rubby ya no está en los escenarios, su voz sigue resonando en los corazones de millones.
Su música se ha viralizado en plataformas como TikTok, y sigue siendo bailada y cantada en bares y fiestas alrededor del mundo, desde Venezuela hasta Miami.
Miriam concluye con un mensaje esperanzador: mientras alguien cante o baile las canciones de Rubby, él no se habrá ido del todo.
Su legado es eterno y su voz, inmortal.
Este relato de Miriam Cruz no solo honra la memoria de Rubby Pérez sino que también invita a reflexionar sobre la fragilidad de la vida, la importancia del amor y la necesidad de proteger a quienes nos entregan su arte y pasión.
Su historia es un llamado a no olvidar y a mantener vivo el fuego del merengue con respeto, seguridad y evolución.
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