A los 61 años, Myriam Hernández, una de las voces más emblemáticas de la música latina, decidió romper el silencio y contar toda la verdad sobre su vida, su carrera y cómo logró convertir su pasión en un patrimonio que trasciende generaciones.
Sus confesiones no solo revelan un recorrido lleno de obstáculos y decisiones difíciles, sino también una historia de perseverancia, visión y amor propio que inspira a muchos.
Myriam Hernández nació en Ñuñoa, en una familia de clase media en Chile.
Desde pequeña, sus pensamientos estaban enfocados en cumplir su sueño de convertirse en cantante.
La artista confiesa que, mientras otros niños jugaban con muñecas, ella soñaba con tener un micrófono en la mano y dedicar su vida a la música.
Su deseo de ofrecerle a sus padres una vida mejor la impulsó a luchar por sus metas, aunque en ese camino enfrentó muchas negativas y rechazos.
A lo largo de la entrevista, Hernández revela que su carrera no fue un camino de rosas.
En sus inicios, tuvo que rechazar oportunidades que no estaban alineadas con su esencia artística, como la participación en festivales o la firma con grandes sellos discográficos.
Ella misma confiesa que rechazó participar en el famoso Festival de Viña del Mar en su primera oportunidad, no por soberbia, sino porque sabía que cada paso que daba debía tener un propósito claro.
La artista entendió que el éxito no se pide, sino que se fabrica con esfuerzo, decisión y estrategia.
Uno de los aspectos más destacados de su relato es cómo logró mantenerse fiel a su estilo en un mercado saturado de modas pasajeras.
La cantante señala que, en sus primeros años, muchos le aconsejaron que debía adaptarse a las tendencias para triunfar, pero ella prefirió apostar por su autenticidad.
La decisión de rechazar modas y mantener su línea le costó críticas y puertas cerradas, pero también le permitió construir una identidad sólida y perdurable.
El secreto de su éxito financiero radica en su visión empresarial.
Myriam explica que, desde el principio, invirtió en su arte y en su futuro.
Con los ingresos que obtuvo de sus primeros discos, compró propiedades, estudió el negocio de la música y aprendió a administrar sus regalías y contratos.
Gracias a ello, pudo transformar cada éxito en un activo que genera ingresos incluso cuando ya no está en escena.
Uno de los momentos más emotivos de la entrevista es cuando habla de “El hombre que yo amo”, su sencillo más emblemático.
La artista cuenta que, en un momento en que los sellos discográficos le daban la espalda, decidió invertir lo que tenía ahorrado en grabar esa canción.
La apostó todo, y el resultado fue un éxito rotundo que le abrió las puertas del mercado internacional, le otorgó contratos millonarios y le permitió adquirir propiedades y vivir con tranquilidad.
Hernández revela que muchas de sus canciones nacieron de experiencias personales dolorosas, como rupturas amorosas o pérdidas familiares.
Sin embargo, ella supo canalizar ese dolor en arte, convirtiendo cada herida en una inversión emocional que, con el tiempo, se convirtió en prosperidad.
La artista afirma que su fortuna no nació de la suerte, sino de la fe en sí misma y en su talento, además de una gestión inteligente de sus recursos.

Myriam confiesa que, a lo largo de su carrera, su mayor logro ha sido mantener el control de su música y su imagen.
Cuando los grandes sellos le cerraron las puertas en sus inicios, ella decidió crear su propio camino.
La artista contrató a sus propios autores, distribuyó sus discos de manera independiente y manejó sus propios contratos.
Gracias a ello, logró una estabilidad económica que le permitió vivir con serenidad y sin depender de nadie.
Su decisión de no seguir modas le permitió también reinventarse con cada etapa.
Desde baladas románticas hasta temas más modernos, Hernández siempre buscó renovar su estilo sin perder la esencia.
Esto le ha permitido mantenerse vigente en un mercado cambiante y conectar con públicos de distintas generaciones.
Más allá de la música, Myriam Hernández destaca la importancia de su familia en su vida.
Se casó con Jorge, quien fue su manager y socio estratégico en su carrera.
Juntos, aprendieron a convertir la música en un negocio sólido, y con el nacimiento de sus hijos, Miriam Isidora y Jorge Ignacio, su visión se centró en dejar un legado y ofrecerles estabilidad.
La artista explica que, desde entonces, cada álbum, cada gira y cada inversión están pensados en construir un patrimonio que trascienda su carrera artística.
La música, según ella, no solo es un arte, sino también un negocio y una forma de asegurar el bienestar de su familia en el futuro.
Al mirar hacia atrás, Myriam Hernández afirma que su éxito no solo se mide en premios, discos de oro o reconocimiento internacional, sino en la libertad que ha logrado construir.
La verdadera fortuna, dice, está en haber creado una vida donde puede cantar por elección, no por necesidad.
La disciplina, la visión y el control financiero han sido sus mejores aliados para mantener esa libertad.
Finalmente, la artista invita a sus seguidores y a todos los que sueñan con triunfar a no rendirse ante las dificultades, a creer en sí mismos y a invertir en su talento con inteligencia.
Porque, según su experiencia, el éxito no llega de la noche a la mañana, sino que se construye paso a paso, con esfuerzo y convicción.