Terence Hill y Bud Spencer formaron uno de los dúos más emblemáticos y queridos de la historia del cine.
Durante casi cinco décadas, conquistaron al público con sus películas de comedia de acción, mezclando humor, justicia y una profunda amistad que trascendió la pantalla.
Sin embargo, a los 86 años, Terence Hill ha roto el silencio para compartir el dolor que le dejó la pérdida de su inseparable compañero, Bud Spencer, fallecido en 2016.
Esta es la historia de una amistad única, una carrera inolvidable y un legado que sigue vivo en el corazón de millones.
La historia de Terence Hill y Bud Spencer comenzó en 1967, cuando un accidente fortuito en el rodaje de la película *Dios perdona, yo no* llevó a Mario Girotti (nombre real de Terence Hill) a reemplazar a un actor lesionado.
Fue en ese momento cuando conoció a Carlo Pedersoli, quien luego adoptaría el nombre artístico de Bud Spencer.
Desde ese primer encuentro, se gestó una química especial que se reflejaría tanto en la pantalla como fuera de ella.
Ambos actores adoptaron nombres artísticos que resonaran internacionalmente: Terence Hill, inspirado en las iniciales de su madre, y Bud Spencer, combinando su cerveza favorita con la admiración por el actor Spencer Tracy.
Juntos redefinieron el género del western spaghetti, transformándolo en una comedia de acción con alma, donde la bondad, el humor y la amistad eran protagonistas.
Películas como *Trinity* y *Le siguen llamando Trinity* marcaron un antes y un después en sus carreras y en la industria cinematográfica italiana.
Con millones de entradas vendidas, estas películas se convirtieron en clásicos que aún hoy son celebrados en todo el mundo.
La dinámica entre Hill y Spencer, el tirador ágil y el gigante bonachón, encantó a generaciones, creando un estilo único y reconocible.
Más allá de los westerns, exploraron otros géneros y escenarios, desde *Dos superpicías en Miami* hasta aventuras en junglas tropicales y ciudades modernas.
Su autenticidad y química personal se reflejaban en cada escena, y su amistad fuera de cámaras era tan fuerte como la que mostraban en pantalla.
Terence Hill ha descrito su relación con Bud Spencer como una hermandad sin ego ni envidia.
Compartían cenas familiares, celebraban juntos y mantenían un vínculo profundo que resistió el paso del tiempo y las presiones de la fama.
Hill recuerda con cariño las risas, las comidas de pasta y la filosofía de vida de Spencer, quien vivía bajo el lema napolitano “Futetene” — no dejarse afectar por nada.
Bud Spencer no solo fue un actor, sino un hombre multifacético: nadador olímpico, piloto, compositor, inventor y un verdadero filósofo de la vida.
Su presencia llenaba cada espacio, y su ausencia dejó un silencio ensordecedor en la vida de Hill y en la de sus fans.
El 27 de junio de 2016, Bud Spencer falleció, dejando un vacío profundo en Terence Hill.
La noticia llegó de manera casi sobrenatural: Hill se encontraba en Almería, España, en el mismo lugar donde se habían conocido, cuando recibió la llamada que le informó de la muerte de su amigo.
En el funeral, celebrado en la Iglesia de los Artistas de Roma, Hill pronunció palabras llenas de emoción y respeto, recordando la alegría y la bondad de Spencer.
Hill confesó estar en shock por la pérdida de su mejor amigo, y en entrevistas posteriores reveló la profundidad de su dolor.
A pesar de la tristeza, encontró consuelo en los recuerdos compartidos y en la certeza de que su amistad había sido pura y sincera, sin rivalidades ni resentimientos.
La influencia de Terence Hill y Bud Spencer va más allá de sus películas.
Crearon un género que combinaba acción y comedia con valores como la justicia, la amistad y la bondad.
Sus personajes, que peleaban sin malicia y siempre defendían lo correcto, dejaron una huella imborrable en la cultura popular.
Su legado es celebrado en museos, videojuegos y homenajes que mantienen viva la memoria de su trabajo y su amistad.
Aunque la popularidad de sus películas ha trascendido generaciones, la historia humana detrás del dúo es igual de conmovedora.
Además de su carrera, Terence Hill encontró en su familia un refugio.
Se casó con Loris Wicklebauer en 1967, con quien compartió más de 50 años de vida juntos y tuvo dos hijos, uno biológico y otro adoptado.
Sin embargo, la tragedia golpeó nuevamente cuando su hijo Ross falleció en un accidente automovilístico a los 16 años, un golpe que marcó profundamente a Hill y su esposa.
Este dolor personal se reflejó en la manera en que Hill afrontó su vida y su carrera en los años siguientes, buscando en proyectos más introspectivos y en su vida privada la fuerza para continuar.
Terence Hill, a sus 86 años, ha compartido con el mundo no solo la historia de un dúo legendario, sino también la de una amistad verdadera y duradera que superó el tiempo y la fama.
Su relato es un testimonio de respeto, cariño y la importancia de los lazos humanos en un mundo muchas veces marcado por el ego y la competencia.
Hoy, mientras el mundo recuerda a Bud Spencer con cariño y nostalgia, Terence Hill continúa honrando su memoria con humildad y amor, dejando un ejemplo de cómo la amistad y el trabajo conjunto pueden crear algo eterno.
