Alicia Rodríguez, una de las figuras más emblemáticas del cine y la televisión mexicana, nació en 1935 en Málaga, España, en medio de la devastadora Guerra Civil española.

Su familia huyó del régimen de Franco, refugiándose primero en Francia y luego estableciéndose en México.
Desde muy pequeña, Alicia mostró un talento excepcional que la llevó a convertirse en una estrella infantil que marcó una época dorada en el entretenimiento mexicano.
Sin embargo, hoy, a sus más de 90 años, vive en un aislamiento casi total, sin el reconocimiento público que su vasta carrera y contribuciones merecen.
A los cinco años, Alicia ganó un concurso de teatro infantil en el Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, lo que la catapultó a la fama con el papel de Pipa en la obra *Pinocho y Pipa en el país de los cuentos*.
Esta actuación la llevó a protagonizar la primera película en color de México, *Las aventuras de Cucuruchito y Pinocho*, y a recibir el premio Ariel a la mejor actuación infantil por *El secreto de la solterona* antes de cumplir los diez años.
Su infancia, sin embargo, estuvo lejos de ser la de una niña común.
Mientras otros niños jugaban y asistían a la escuela, Alicia memorizaba guiones y trabajaba intensamente en teatro, cine, radio y televisión.
La presión constante y la falta de una infancia normal le pasaron factura emocionalmente, y su identidad se formó más en la ficción que en la realidad.
Durante las décadas de los 40 y 50, Alicia Rodríguez fue una figura omnipresente en el entretenimiento mexicano, participando en más de 30 películas y cerca de 30 telenovelas que definieron la época.
Su versatilidad la llevó a incursionar también en el doblaje, prestando su voz a personajes icónicos como la agente 99 en la versión en español de *Get Smart*.

Su profesionalismo, puntualidad y capacidad para memorizar guiones completos en una sola noche la hicieron respetada entre directores y productores.
A pesar de su éxito, Alicia siempre mantuvo una vida discreta, evitando escándalos y manteniendo una imagen intachable.
A partir de los años 80, la industria del cine mexicano entró en declive y las telenovelas comenzaron a enfocarse en nuevas generaciones de actores jóvenes.
Alicia, ya en sus cincuenta, empezó a recibir menos papeles relevantes, relegada a personajes secundarios como madres o abuelas.
Su presencia en pantalla disminuyó hasta desaparecer prácticamente en los años 90.
A diferencia de otros colegas que recibieron homenajes y reconocimientos, Alicia Rodríguez fue olvidada por la industria y los medios.
No hubo especiales de despedida ni retrospectivas de su obra.
Su nominación al Premio Nobel de la Paz, un reconocimiento extraordinario, tampoco fue celebrada públicamente.
Más allá de su carrera artística, Alicia Rodríguez siguió un camino intelectual y humanitario.
Obtuvo un doctorado en literatura española en la Universidad Nacional Autónoma de México y recibió el título de Magister Honoris Causa por sus contribuciones culturales.

Es autora de varios libros que abordan temas como la identidad, el exilio y la paz interior, entre ellos *Encuentra tu misión*, *Una niña hacia el destierro* y *Transformarte en bandera de la paz*.
Su compromiso con la paz la llevó a presidir el Comité Internacional de la Bandera de la Paz, una ONG con estatus consultivo en las Naciones Unidas, donde promovió la unidad cultural y la educación para la paz, impactando a cientos de miles de niños en México.
En 1997, Alicia Rodríguez fue la primera mujer hispano-mexicana nominada al Premio Nobel de la Paz, un hito que refleja su dedicación más allá del arte.
A sus más de 90 años, Alicia vive sola y alejada del ojo público.
La reciente muerte de su hermana Asusena, su compañera de escena en la infancia, ha dejado a Alicia sin un vínculo familiar cercano.
Su hijo mantiene un perfil bajo y no se sabe si participa en preservar el legado de su madre.
La falta de reconocimiento institucional y cultural hacia Alicia Rodríguez plantea preguntas sobre cómo México valora y preserva la memoria de sus pioneros culturales, en especial de mujeres que han aportado tanto al país.
La historia de Alicia Rodríguez es la de una mujer que entregó su vida al arte, a la cultura y a la paz, y que sin embargo ha sido relegada al olvido.
Su vida refleja tanto el brillo del éxito como la sombra del sacrificio y el aislamiento.
Es hora de que su nombre y legado sean recordados y honrados como se merece, no solo por su impacto en el entretenimiento sino por su compromiso con un México más justo y pacífico.