El sábado 25 de octubre de 2025, el mundo del cine y la música lamentó la muerte de Björn Andrésen, el actor y músico sueco que alcanzó la fama mundial a los 15 años al ser elegido por el director Luchino Visconti para protagonizar la emblemática película *Muerte en Venecia* (1971).
Andrésen, conocido como “el chico más guapo del mundo”, falleció a los 70 años dejando un legado complejo marcado por la belleza, la fama temprana, la lucha personal y el arte.

Björn Andrésen nació en Estocolmo, Suecia, en 1955.
Su carrera comenzó de manera inesperada cuando, con apenas 15 años, fue seleccionado por el director italiano Luchino Visconti para interpretar a Tadzio en la adaptación cinematográfica de la novela *Muerte en Venecia* de Thomas Mann.
Visconti buscaba un joven rubio y de belleza excepcional para encarnar al objeto de deseo de un hombre mayor, papel que interpretó Dirk Bogarde.
La elección no fue casual. Visconti recorrió varios países europeos —Hungría, Polonia, Finlandia— en busca del joven perfecto para el rol.
Andrésen fue empujado por su abuela a las pruebas de casting, y aunque era un poco mayor y más alto de lo previsto, su rostro y presencia cautivaron al director de inmediato.
En el Festival de Cannes de 1971, donde se presentó la película, Visconti lo apodó “el chico más guapo del mundo”.
Esta etiqueta, aunque le dio fama, también marcaría el resto de su vida.
El documental *El chico más bello del mundo* (2021) reveló el lado oscuro de aquella fama precoz.
Andrésen, delgado, con melena larga y barba, confesaba el dolor y la presión que sufrió a lo largo de medio siglo tras su debut.
Su belleza lo convirtió en un ícono, pero también en un objeto exótico y frágil, moldeado por la tragedia familiar: la muerte de su padre y de su madre cuando él tenía solo 10 años, y la crianza por parte de una abuela obsesionada con que fuera famoso por su apariencia y no por sus verdaderas pasiones, como la música.

Andrésen nunca disfrutó plenamente del estatus que le otorgó Visconti. En 2003, admitió que la etiqueta de “el más bello” le hizo sentirse diferente y aislado.
Su abuela, convencida de su talento, lo llevó a Japón, donde la película fue un éxito rotundo.
Allí grabó canciones pop, apareció en anuncios y soñaba con formar una big band de jazz. Sin embargo, a su regreso a Europa, la presión para aceptar papeles de cine lo alejó de su verdadera vocación musical.
La trayectoria artística de Andrésen fue inestable y caótica.
Participó en más de 30 películas y series, principalmente en Suecia, pero nunca alcanzó el éxito esperado en el cine ni en la música.
Su vida estuvo marcada por la soledad, la depresión y la lucha contra el alcoholismo, especialmente tras la pérdida de uno de sus hijos por síndrome de muerte súbita y la separación de su esposa, la poetisa Susana Ramán.
En sus últimos años, vivió recluido en un apartamento afectado por el síndrome de Diógenes, rodeado de recuerdos y objetos acumulados, mientras una novia le brindaba compañía y apoyo.
A pesar de ello, Andrésen continuó trabajando, incluso participó en la película de terror *Midsommar* (2019) de Ari Aster, donde interpretó un pequeño papel.
El tiempo, ese escultor implacable, fue borrando la imagen del joven rubio y perfecto que una vez conquistó el mundo.

En sus últimos años, Andrésen tenía el cabello largo, canoso y descuidado, y la barba espesa que enmarcaba un rostro donde aún se adivinaban los restos de una belleza extinguida.
Ya no buscaba la cámara ni los flashes; caminaba entre la gente como un fantasma amable de lo que alguna vez fue.
Su vida personal estuvo siempre ligada a su historia artística y a la imagen que el mundo tenía de él.
Fue un ídolo y mito juvenil, un símbolo de perfección masculina que fascinó a fotógrafos, directores y admiradores.
Sin embargo, la fama fue efímera y la belleza, aunque auténtica, tuvo una fecha de caducidad.
Björn Andrésen murió tranquilo, sin grandes homenajes ni escándalos, consciente de que la belleza que lo encumbró era solo una visita breve en su vida.
Dejó atrás un legado hecho de imágenes, películas y recuerdos que viven en los ojos de quienes lo vieron en su esplendor.
Aunque su cuerpo se marchitó, la belleza auténtica que representó nunca perece del todo; se transforma en memoria.
Así, el chico más bello del mundo se convirtió en leyenda, una prueba melancólica de que todo esplendor, incluso el más luminoso, tiene su tiempo, pero también de que hay rostros que, aunque arrugados por el tiempo, siguen siendo un reflejo de lo eterno.
La vida de Björn Andrésen es una historia de contrastes: la fama y el olvido, la belleza y la fragilidad, el éxito precoz y la lucha personal.
Su experiencia nos recuerda que detrás de una imagen perfecta puede haber un ser humano vulnerable, y que la verdadera esencia de una persona va más allá de la apariencia.
Andrésen será recordado no solo como el chico más guapo del mundo, sino como un artista que enfrentó la fama y la adversidad con dignidad, dejando una huella imborrable en la cultura cinematográfica y musical.
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