Arturo Durazo Moreno, conocido popularmente como “El Negro” Durazo, fue una de las figuras más controvertidas, poderosas y temidas en la historia reciente de México.
Su nombre se asocia con la corrupción, el abuso de autoridad y una vida llena de excesos y escándalos que marcaron la época del presidente José López Portillo, durante cuyo sexenio (1976-1982) Durazo fue jefe de la policía y tránsito del entonces Distrito Federal.
Esta es la historia de un hombre que manejó el poder con mano dura, rodeado de lujos, mujeres famosas y polémicas que aún hoy son tema de conversación.
Arturo Durazo no fue un militar de carrera, ni un policía tradicional.
Nació en Cumpas, Sonora en 1918, y debe su ascenso principalmente a la amistad que mantuvo con José López Portillo, quien lo nombró general de división y jefe policiaco sin que Durazo cursara una carrera militar formal.
Esta relación cercana le permitió controlar la policía capitalina con un poder casi absoluto, convirtiéndose en una figura temida y polémica.
Durante su gestión, la policía de la capital no se transformó para bien, sino que se convirtió en un símbolo de corrupción, abuso y miedo.
Se documentaron torturas en los llamados “sótanos del horror”, desapariciones forzadas y extorsiones sistemáticas.
Durazo creó un sistema corrupto donde los policías debían entregar parte del dinero que obtenían mediante mordidas y delitos para mantener su posición.
El Negro Durazo vivió rodeado de mansiones, coches de lujo, joyas y todo tipo de extravagancias.
Su residencia principal, conocida como “el Partenón”, era una construcción ostentosa con columnas y esculturas de estilo griego, que se convirtió en escenario de fiestas legendarias.
Estas reuniones duraban días enteros, con banquetes, orquestas, alcohol caro y la presencia de políticos, artistas y personajes influyentes.
Su estilo de vida extravagante y su capacidad para controlar a quienes lo rodeaban hicieron que se ganara tanto admiradores como enemigos.
Su poder le permitía cumplir caprichos y regalar lujos a quienes quisieran ganarse su favor, desde coches y casas hasta joyas y viajes.
Uno de los aspectos más recordados de la vida de Durazo fueron sus fiestas escandalosas, donde la música, el alcohol y la presencia de celebridades eran la constante.
Invitaba a actores, cantantes, vedettes y políticos, y no permitir asistir era un riesgo, pues el jefe policiaco podía molestarse y tomar represalias.
Entre las figuras que frecuentaban sus eventos estaban Luisito Rey y su hijo Luis Miguel, quienes cantaban en estas pachangas desde que el cantante era apenas un niño.
Se dice que Durazo tuvo un romance prohibido con Marcela Basteri, madre de Luis Miguel, con la aprobación de Luisito Rey.
La historia se torna más oscura cuando se menciona que Luisito Rey pidió ayuda a Durazo para desaparecer a Marcela, aunque el actor Andrés García se negó a involucrarse.
Además, Durazo tuvo relaciones y vínculos con varias vedettes y actrices de la época, como Mei, Angélica Chain, Hilda Aguirre, Olga Briskin, Meche Carreño, Gina Montes, Rosa Gloria Chagoyán (“Lola la tráilera”) y Rosy Mendoza.
Algunas de estas mujeres fueron víctimas de amenazas, presiones y abusos, y varias tuvieron que huir del país para salvar sus vidas o proteger a sus familias.
El poder absoluto de Durazo se tradujo en abusos constantes.
Se sabe que amenazaba directamente a las mujeres para que accedieran a sus caprichos, incluso advirtiendo que algo les podría pasar a sus seres queridos si no cumplían.
Casos como el de Hilda Aguirre, a quien amenazó con hacer daño a su esposo, o Meche Carreño, quien huyó a Estados Unidos por miedo a represalias, son ejemplos claros del ambiente de terror que generaba.
Los policías bajo su mando también vivían bajo presión constante, obligados a entregar cuotas en billetes de cien pesos, sin aceptar monedas ni billetes pequeños, y a participar en actividades ilegales como extorsiones y sobornos.
La policía se convirtió en una verdadera empresa familiar de corrupción.
La caída de Durazo comenzó cuando el candidato presidencial del PRI para suceder a López Portillo no fue él, sino Miguel de la Madrid.
Esto marcó el fin de su reinado.
Fue acusado de extorsión, contrabando, acopio de armas y abuso de autoridad.
En 1984 fue detenido en Puerto Rico y extraditado a México, donde pasó varios años en prisión y se le confiscaron todos sus bienes.
Hoy, su famosa residencia “el Partenón” funciona como museo, recordando una de las épocas más oscuras del gobierno mexicano, donde el poder se mezclaba con la corrupción y el espectáculo.
Su nombre sigue siendo sinónimo de abuso, pero también de un personaje que marcó una era con su estilo único y polémico.
Arturo “El Negro” Durazo es un ejemplo extremo de cómo el poder sin control puede degenerar en corrupción y abuso.
Su vida estuvo llena de contradicciones: un hombre inteligente y carismático, pero también temido y odiado por sus excesos.
Su historia, con tintes de novela y película, sigue siendo recordada como un capítulo oscuro pero fascinante de la historia política y social de México.
Este personaje dejó una huella imborrable, no solo por sus actos, sino también por las historias humanas detrás de su poder: las mujeres que sufrieron, los policías obligados a delinquir y una sociedad que vivió bajo la sombra de un hombre que parecía intocable.
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