Flor Silvestre, cuyo nombre real era Guillermina Jiménez Chabolla, es una de las artistas más queridas y recordadas de México.
Nacida el 16 de agosto de 1930 en Salamanca, Guanajuato, y fallecida el 25 de noviembre de 2020 en Villanueva, Zacatecas, Flor Silvestre dejó una huella imborrable en la música ranchera y el cine mexicano.
Conocida como “la voz que acaricia el alma” y “la reina de la canción mexicana”, su vida estuvo marcada por una carrera artística excepcional, tres matrimonios y una historia personal llena de amor, polémicas y pasión por la música.
Desde pequeña, Guillermina mostró un gran interés por la música y la actuación.
Proveniente de una familia numerosa, era la tercera de siete hermanos, y desde niña soñaba con ser cantante y actriz.
Su padre, don Jesús Jiménez Cervantes, carnicero de oficio, y su madre, doña María de Jesús Chabolla Peña, le heredaron el talento vocal y el amor por la música.
A los 13 años, tuvo su primer contacto con el mariachi cuando su padre la llevó a ver una presentación en el teatro del pueblo.
Sin pensarlo, subió al escenario y pidió cantar, lo que marcó el inicio de una carrera que la llevaría a la fama nacional e internacional.
Durante sus primeros años, Guillermina buscó un nombre artístico que la representara.
Intentó usar varios apodos, como “La Soldadera” y “La Amapola”, pero finalmente un locutor le sugirió “Flor Silvestre”, nombre que adoptó y con el que se consolidó como una estrella.
Su debut en la radio y su participación en películas mexicanas la convirtieron rápidamente en una figura emblemática de la época de oro del cine mexicano.
La vida personal de Flor Silvestre estuvo marcada por tres matrimonios, cada uno con historias y circunstancias muy distintas.
Su primer esposo fue Andrés Nieto, con quien tuvo a su primera hija, Dalia.
Este matrimonio duró aproximadamente cinco años y terminó debido al carácter irascible de Nieto y su afición al juego, lo que deterioró la relación.
Pese a la separación, este período fue importante para Guillermina, pues fue cuando comenzó a consolidar su carrera artística.
A principios de los años 50, Flor Silvestre conoció a su segundo esposo, Francisco Rubiales Calvo, conocido como Paco Malgesto, un pionero de la televisión mexicana y presentador de programas de variedades musicales.
Juntos tuvieron dos hijos, Francisco y Marcela Rubiales, quienes también siguieron carreras artísticas.
Aunque su matrimonio terminó en divorcio debido a la infidelidad de Paco, la relación fue significativa y dejó una huella importante en la vida de la cantante.
Tras la separación, Paco inicialmente no permitió que Guillermina viera a sus hijos, pero con el tiempo lograron arreglar la situación.
Finalmente, a finales de los años 50, Flor Silvestre se casó con Antonio Aguilar, el gran amor de su vida.
Este matrimonio fue el más duradero y fructífero, tanto en lo personal como en lo profesional.
Antonio Aguilar, actor y cantante de renombre, y Flor Silvestre formaron una pareja emblemática del espectáculo mexicano, conocida como la dinastía Aguilar.
Juntos tuvieron dos hijos, Antonio Aguilar Jr.y Pepe Aguilar, quienes continuaron con la tradición musical familiar.
La pareja estuvo unida por casi medio siglo, construyendo un legado imborrable en la música ranchera y el cine.
El encuentro entre Flor Silvestre y Antonio Aguilar ocurrió en 1950 durante un programa de radio, donde ambos coincidieron y cantaron juntos.
Sin embargo, no fue hasta el rodaje de la película “El rayo de Sinaloa” en 1957 que su romance floreció, consolidándose en uno de los matrimonios más estables y admirados del espectáculo mexicano.
Antonio Aguilar, conocido por su talento multifacético como cantante, actor, productor y guionista, fue un hombre dedicado a su familia y a su carrera, y nunca le fue infiel a Flor Silvestre, según sus propias declaraciones.
La pareja protagonizó numerosas películas y giras juntos, llevando la música y la cultura mexicana a todo el mundo.
Antonio Aguilar falleció en 2007, dejando un legado que sus hijos y nietos continúan con orgullo.
Flor Silvestre permaneció fiel a su memoria hasta su muerte en 2020, cuando fue sepultada junto a él en el rancho El Soyate, en Zacatecas.
Flor Silvestre no solo fue una cantante y actriz talentosa, sino también una mujer de carácter fuerte y personalidad encantadora.
Su simpatía y dulzura conquistaron a generaciones de seguidores, y su voz sigue siendo un símbolo de la música ranchera.
A lo largo de su vida, enfrentó desafíos personales y profesionales, pero siempre mantuvo su pasión por la música y el cine.
Una anécdota curiosa en su vida fue su gran afición por la música del cantante español Julio Iglesias, lo que causaba celos a su esposo Antonio Aguilar.
Aunque él bromeaba con ella por su gusto musical, Flor Silvestre admiraba a Iglesias como artista, lo que demuestra su apertura y amor por la música en todas sus formas.
Flor Silvestre vivió una vida plena hasta sus últimos días.
A sus 90 años, se mantuvo alegre y lúcida, rodeada de su familia y amigos.
Su salud comenzó a deteriorarse debido a problemas pulmonares y cardíacos, y finalmente falleció de manera apacible en 2020.
Su funeral fue emotivo, con música de mariachi y la presencia de sus seres queridos, quienes recordaron con cariño su legado artístico y humano.
Sus hijos Pepe Aguilar y Marcela Rubiales, así como sus nietos Leonardo y Ángela Aguilar, rindieron homenaje a su memoria a través de redes sociales y eventos públicos, asegurando que la dinastía Aguilar siga viva y que el nombre de Flor Silvestre continúe brillando en la historia de la música mexicana.
Flor Silvestre fue mucho más que una cantante y actriz; fue un símbolo de la cultura mexicana, una mujer que supo combinar talento, pasión y fortaleza para dejar una huella imborrable.
Sus tres matrimonios, especialmente el que compartió con Antonio Aguilar, formaron parte de una historia de amor y compromiso que perdura en el tiempo.
Su voz, sus películas y su legado familiar son testimonio de una vida dedicada al arte y al amor por México.
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