A los 89 años, Robert Redford ha decidido abrir una ventana íntima a su vida emocional, revelando a las seis mujeres que marcaron su corazón de manera profunda e imborrable.

Para el público, Redford siempre fue más que un galán de Hollywood: fue un símbolo de elegancia, talento y rebeldía silenciosa, un hombre que parecía dominar la pantalla con una calma magnética.
Sin embargo, detrás de esa imagen legendaria existió un ser humano moldeado por el amor, la pérdida, la pasión y la búsqueda constante de sentido, lejos del ruido de la fama.
La primera mujer que dejó una huella eterna en su vida fue Lola Van Wagenen, su esposa durante casi treinta años.
Antes de que el mundo conociera el nombre de Robert Redford, Lola ya creía en “Bob”, el joven soñador que intentaba abrirse camino en una industria implacable.
Historiadora, inteligente y alejada del brillo hollywoodense, representó para él un refugio de normalidad.
Se casaron en 1958 y juntos construyeron una familia con cuatro hijos, tratando de preservar una vida estable mientras la fama crecía sin control.
Sin embargo, el éxito terminó convirtiéndose en una fuerza devastadora.
Las ausencias, los viajes y las exigencias profesionales erosionaron lentamente la relación.
En 1985 se separaron en silencio, sin escándalos, pero Lola nunca dejó de ocupar un lugar especial en su corazón.
Para Redford, ella fue el ancla que lo mantuvo con los pies en la tierra cuando todo amenazaba con arrastrarlo.

Otra figura fundamental fue Natalie Wood, una estrella cuya luz brilló intensamente y se apagó demasiado pronto.
En los años sesenta, Natalie ya era realeza de Hollywood cuando coincidió con Redford en varias películas.
Su química en pantalla era innegable y despertó rumores sobre una posible relación fuera de cámaras.
Más allá de lo que realmente ocurrió, Redford siempre habló de ella con una mezcla de respeto, cuidado y tristeza.
Natalie representaba la fragilidad detrás del glamour, una mujer atrapada entre el talento y la presión constante de la fama.
Su trágica muerte en 1981 impactó profundamente a Redford y le recordó lo efímero que puede ser todo en una industria construida sobre ilusiones.
Barbara Streisand fue otro capítulo intenso en su vida, marcado por el fuego creativo y emocional.
Durante el rodaje de The Way We Were en 1973, ambos ya eran iconos.
La película se convirtió en un fenómeno precisamente porque la tensión entre ellos era real.
Streisand, apasionada, intensa y sin miedo a mostrar emociones, contrastaba con el carácter reservado y controlado de Redford.
Ella misma reconoció años después que se sintió profundamente atraída por él.

Para Redford, Barbara fue un desafío, una fuerza arrolladora que lo empujaba a territorios emocionales que no siempre estaba dispuesto a habitar.
No fue un amor que se consolidara, pero sí uno que quedó grabado para siempre en la historia del cine y en su memoria personal.
En los años ochenta apareció Sonia Braga, una relación marcada por la pasión desbordada.
La actriz brasileña, conocida por su energía intensa y su carácter indomable, sacudió por completo el mundo interior de Redford.
A diferencia de sus relaciones anteriores, esta fue una experiencia casi volcánica.
Sonia vivía sin frenos, con una intensidad que fascinaba y al mismo tiempo inquietaba a Redford.
Amigos cercanos describieron ese vínculo como poderoso pero imposible de sostener.
Él buscaba equilibrio; ella prosperaba en el caos emocional.
Aunque fue una relación breve, dejó una marca profunda.
Redford la describió más tarde como una “fuerza de la naturaleza”, una pasión que no se olvida, aunque no se quede.
Con el paso del tiempo, el actor encontró algo distinto junto a Sibylle Szaggars, la mujer que finalmente trajo calma a su vida.
Artista y pintora nacida en Alemania, Sibylle no pertenecía al engranaje de Hollywood.

Se conocieron en los años noventa, cuando Redford ya se había alejado del protagonismo mediático para refugiarse en Utah y dedicarse a proyectos más personales.
Su relación creció lejos de los focos, entre naturaleza, silencio y arte.
En 2009 se casaron en una ceremonia privada, sin cámaras ni titulares.
Para Redford, Sibylle representó la paz después de décadas de tormentas emocionales.
No fue una historia de pasión explosiva, sino de comprensión, equilibrio y compañía sincera.
La sexta mujer en esta lista es Jane Fonda, quizá la relación más compleja y simbólica.
Su química en pantalla fue legendaria, desde Barefoot in the Park hasta Our Souls at Night, décadas después.
El público siempre sospechó que había algo más entre ellos, pero lo cierto es que nunca fueron pareja.
Lo que compartieron fue una conexión profunda, una amistad cargada de complicidad, respeto y afecto.
Jane Fonda ha admitido que en algún momento deseó que su relación fuera más allá, pero el tiempo y las circunstancias nunca jugaron a su favor.
Para Redford, Jane fue la prueba de que no todas las historias de amor están destinadas a vivirse; algunas simplemente se sienten y permanecen en silencio.

Mirando atrás, Robert Redford entiende que su verdadero legado no se limita a sus películas ni a su estatus de leyenda.
Está en las personas que amó y que lo transformaron.
Cada una de estas mujeres dejó una huella distinta: estabilidad, dolor, pasión, desafío, calma y una conexión eterna que nunca cruzó la línea del romance.
En un mundo obsesionado con la fama y los finales perfectos, Redford eligió la honestidad emocional.
A los 89 años, su historia demuestra que incluso los íconos más grandes son, en el fondo, seres humanos en constante búsqueda de significado, amor y paz interior.