La música colombiana ha sido testigo del surgimiento de innumerables figuras que han dejado huella en la historia de los géneros tradicionales del país.
Entre ellas, destaca la de Lisandro Meza, un ícono indiscutible del Caribe colombiano, responsable de llevar la riqueza de sus ritmos y melodías más allá de las fronteras nacionales.
Nacido el 26 de septiembre de 1937 en el corregimiento de El Piñal, perteneciente al municipio de Los Palmitos, Sucre, Lisandro Meza creció en un hogar sencillo, hijo de Raimundo Meza y Victoria Márquez, donde la música y las tradiciones locales formaron parte de su vida desde temprana edad.
A pesar de las limitaciones económicas de su familia, el joven Lisandro mostró una pasión insaciable por el acordeón, instrumento que se convertiría en su compañero inseparable y sello distintivo a lo largo de su carrera.
A escondidas, tomaba prestado el acordeón de un amigo, inventando ingeniosos métodos para poder practicar, demostrando desde niño una determinación inquebrantable que marcaría toda su trayectoria artística.
Desde los 14 años, Lisandro Meza mostró un talento natural que lo llevó a cruzar caminos con importantes referentes de la música vallenata y tropical.
Fue en ese momento cuando conoció al maestro Leo Durán, un encuentro que sellaría su destino musical.
Gracias a la influencia de Durán, Lisandro logró convencer a su madre de permitirle integrarse a la agrupación del Gran Alejo Durán, un paso decisivo para su formación profesional.
Esta etapa temprana consolidó su vocación y sentó las bases de una carrera que pronto se distinguiría por la innovación, la habilidad compositiva y la versatilidad en los ritmos del Caribe colombiano.
La primera agrupación que formó Lisandro Meza, Lisandro Meza y sus Alegres Muchachos, surgió en 1957, y en 1959 alcanzó notoriedad con la publicación de su canción El Saludo bajo el sello Discos Fuentes.
Con el tiempo, sus composiciones comenzaron a resonar no solo en el Valle del Magdalena sino también en todo el país.
En 1963, su tema La Gorra No Se Me Cae consolidó su nombre como una figura prominente de la música vallenata y tropical, marcando la pauta para su incursión en géneros como la cumbia y el porro, con los cuales expandiría la música del Caribe colombiano a nivel internacional.
El verdadero salto a la fama internacional llegó en 1966, cuando Lisandro fue invitado a sustituir al propio Alfredo Gutiérrez en los Corraleros de Majagual, la agrupación más emblemática de Colombia en aquel momento.
Esta experiencia le permitió a Lisandro explorar ritmos más diversos y llevar su música a escenarios fuera del país, incluyendo giras por Estados Unidos, México y Venezuela.
Durante su tiempo con los Corraleros, el grupo absorbió influencias de la salsa neoyorquina sin perder la esencia del vallenato y la cumbia, contribuyendo a consolidar un sonido único que trascendió fronteras.
Entre los músicos que lo acompañaron se encontraba Julio Ernesto Estrada, conocido como Fruco, a quien Lisandro bautizó y quien se convertiría en leyenda por sus aportes a la música tropical y la salsa colombiana.
A pesar del éxito, Lisandro Meza enfrentó obstáculos y controversias que pusieron a prueba su carácter y determinación.
En 1969 participó en el Festival de la Leyenda Vallenata con la aspiración de obtener el título de rey vallenato, pero no fue seleccionado, lo que generó un descontento generalizado entre sus seguidores.
Este episodio, lejos de desanimarlo, se convirtió en un motor para replantear su carrera, reforzando su convicción de que la verdadera grandeza de un músico reside en su talento integral y no en coronas o reconocimientos formales.
Tras su salida de los Corraleros de Majagual en 1975, Lisandro Meza se dedicó a desarrollar su propia propuesta musical, consolidando su estilo particular que fusionaba elementos de la música tradicional del Valle del Magdalena con ritmos externos como la salsa y el merengue.
Su creatividad lo llevó a componer y producir una serie de éxitos que se convertirían en clásicos, incluyendo La Misa del Barrio, El Guayabo de la Juventud, Flaca y Loca, Baracunatana y La Matica Para Político.
Cada una de estas canciones reflejaba su capacidad de experimentar con diferentes estilos sin perder la autenticidad de su interpretación, cimentando su legado como uno de los artistas más influyentes del folklore colombiano.
Lisandro Meza también vivió experiencias difíciles fuera del ámbito musical.
Fue injustamente acusado en varias ocasiones y enfrentó situaciones de secuestro, así como conflictos legales que pusieron en riesgo su libertad.
A pesar de ello, siempre mantuvo una postura firme y digna, demostrando su carácter resiliente y su compromiso con la verdad.
Además, tuvo una relación cercana con figuras controvertidas, como Pablo Escobar, a quien consideraba un amigo y mecenas en ciertos aspectos de su carrera artística, demostrando la complejidad de la vida personal de un artista que logró mantenerse vigente pese a las adversidades.

La trayectoria de Lisandro Meza también incluyó incursiones en el cine y la televisión, como su participación en la película Mariposa y en la telenovela Gallito Ramírez, compartiendo escena con reconocidos actores como Carlos Vives y Margarita Rosa de Francisco.
Su papel como mentor y cómplice en momentos cruciales de la carrera de otros artistas consolidó su influencia más allá de la música, siendo un referente integral en la cultura popular colombiana.
El legado de Lisandro Meza trasciende las fronteras de Colombia.
Durante más de seis décadas, su acordeón y su voz llevaron alegría, nostalgia y orgullo a millones de oyentes, convirtiéndolo en un embajador del Caribe colombiano.
Su capacidad de combinar la tradición con la innovación hizo que generaciones enteras aprendieran a valorar la riqueza de los ritmos locales mientras exploraban nuevas posibilidades sonoras.
Su música no solo entretuvo, sino que narró la vida, los amores, las dificultades y las aspiraciones de su gente, consolidándolo como un verdadero juglar del folklore.
El maestro Lisandro Meza falleció el 23 de diciembre a los 86 años, víctima de un shock cardiogénico, dejando un vacío profundo en la música colombiana.
Durante sus últimos días, permaneció consciente y atento a todo lo que sucedía a su alrededor, acompañado de sus familiares y rodeado del cariño de sus seres queridos.

Su velación en Los Palmitos, Sucre, se convirtió en un homenaje multitudinario, con una caravana que recorrió su pueblo al son de sus canciones más emblemáticas, celebrando su vida y su legado.
Sus éxitos, desde El Saludo hasta Baracunatana, continuarán siendo recordados, interpretados y disfrutados por nuevas generaciones, manteniendo viva la memoria de un artista que dedicó su existencia a la música y a la cultura de su tierra.
Lisandro Meza no solo deja un legado musical, sino también un ejemplo de perseverancia, autenticidad y pasión.
Su vida demuestra que la verdadera influencia de un artista no se mide solo por premios o coronas, sino por la capacidad de tocar el corazón de su audiencia, inspirar a colegas y mantener viva la tradición sin dejar de evolucionar.
Hoy, el juglar mayor del folklore colombiano descansa, pero su música sigue resonando, recordándonos que los ritmos del Caribe no mueren, y que la voz de Lisandro Meza permanecerá para siempre en la historia de la música de Colombia.