Humberto Zurita, uno de los actores más respetados del cine y la televisión mexicana, vuelve a ser noticia, no por un nuevo proyecto artístico, sino por una historia de amor que parecía improbable.

A los 71 años, el actor ha abierto su corazón de nuevo, encontrando compañía y serenidad al lado de la actriz y cantante Stephanie Salas.

Durante años, Zurita vivió aferrado al recuerdo de Christian Bach, la mujer que fue su esposa, su compañera en el arte y la vida, y cuyo fallecimiento en 2019 marcó profundamente su existencia.

Sin embargo, tras años de duelo, silencio y reflexión, el intérprete decidió darle una segunda oportunidad al amor, y lo ha hecho con la misma madurez y profundidad que caracteriza su carrera y su forma de vivir.

 

Tras la muerte de Christian Bach, Humberto Zurita se refugió en su familia, especialmente en sus hijos Sebastián y Emiliano, quienes heredaron su talento y su pasión por la actuación.

La pérdida fue devastadora; Christian había sido su socia, su confidente y la mujer que, en sus propias palabras, le enseñó el verdadero significado del amor.

Ella falleció discretamente, víctima del cáncer, y Zurita, respetando su deseo de privacidad, mantuvo silencio.

Durante años no se le vio en eventos públicos ni concedió entrevistas.

En sus redes sociales, los homenajes eran breves, poéticos, llenos de melancolía.

En una ocasión escribió que Bach seguía viva en su alma, presente en su casa, en sus recuerdos y en los gestos de sus hijos.

Parecía imposible que ese hombre, tan marcado por la ausencia, volviera a abrir su corazón.

 

Pero el destino tenía otros planes. Stephanie Salas, hija de Silvia Pasquel y nieta de Silvia Pinal, proveniente de una de las familias más legendarias del espectáculo mexicano, apareció en la vida de Zurita no como una figura nueva, sino como alguien familiar.

Años atrás, Stephanie había sido amiga cercana de Christian Bach, incluso trabajó con ella en algunas producciones.

Humberto la conocía desde joven, la veía como una muchacha talentosa, alegre, pero nunca como una posible pareja.

La relación entre ellos se transformó mucho tiempo después, casi por casualidad.

Fue una llamada la que inició el cambio: Stephanie lo contactó para cenar, recordándole que, más allá del tiempo y las circunstancias, seguían siendo familia.

Esa cena, lejos de ser romántica, se convirtió en un punto de inflexión.

Dos personas heridas se encontraron en medio del silencio y comenzaron a hablar, no de amor, sino de vida, de duelo, de hijos y de cómo seguir adelante.

 

Lo que vino después no fue un flechazo instantáneo, sino una conexión pausada, nacida de la comprensión mutua.

Humberto lo explicó con serenidad: no buscaba enamorarse, no quería conquistar a nadie, simplemente la vida le ofreció otra oportunidad.

Stephanie, con su carácter firme y su energía positiva, lo ayudó a reír de nuevo.

“Ella me recordó lo que era la alegría”, dijo el actor en una entrevista.

Esa frase resume lo que empezó a florecer entre ellos: un amor maduro, sin pretensiones, que no busca reemplazar, sino acompañar.

 

Poco a poco, las cenas se hicieron frecuentes, los paseos cotidianos, las conversaciones más íntimas.

Stephanie lo hizo redescubrir la música, las películas que había dejado de ver, la emoción de compartir momentos sencillos.

La relación no se basó en la pasión arrebatada de la juventud, sino en la paz del entendimiento.

Zurita, que alguna vez afirmó que nunca volvería a casarse, comenzó a hablar con ternura y respeto sobre su nueva compañera.

“No lo sé, el matrimonio ya no está de moda”, comentó con una sonrisa, “lo importante es elegirnos cada día”.

 

Para Stephanie, este vínculo también representó una nueva etapa.

Madre de Michelle Salas —fruto de su relación con Luis Miguel— y de Camila Valero, la actriz ha construido una carrera independiente, lejos de las sombras de su famosa familia.

Su fuerza, su independencia y su elegancia llamaron la atención de Humberto.

Él mismo confesó que ver la manera en que Stephanie había criado a sus hijas, fuertes y seguras, fue una de las cosas que más admiró de ella.

En 2022, ambos coincidieron en la obra teatral “Papito Querido”, y esa cercanía profesional reforzó lo que ya existía.

La química en escena fue evidente y, fuera de los reflectores, se consolidó una conexión real.

 

El romance se hizo público cuando comenzaron a compartir eventos familiares y viajes, como el cumpleaños número 69 de Zurita celebrado en Italia, donde las familias de ambos convivieron en armonía.

Las imágenes compartidas en redes mostraban sonrisas genuinas, mesas largas frente al mar y el ambiente cálido de una familia unida.

Para muchos, aquello fue más que un cumpleaños: fue una declaración de vida. No se trataba de olvidar el pasado, sino de construir algo nuevo sobre sus cimientos.

Lo más conmovedor de esta historia es que los hijos de Humberto aceptaron con naturalidad la nueva relación de su padre.

Sebastián y Emiliano no solo le dieron su apoyo, sino que también se acercaron a Michelle y Camila, hijas de Stephanie.

Esa integración familiar fue la prueba de que el amor, cuando nace del respeto, puede unir más que dividir.

En palabras de Zurita, “no se trata de reemplazar, sino de compartir”.

 

A pesar de su madurez, Humberto y Stephanie viven este amor con entusiasmo juvenil.

No presumen su relación en exceso, pero tampoco la esconden.

Cada uno conserva su espacio, su independencia, y eso, según el actor, es parte de la armonía que los mantiene juntos.

“Nos elegimos todos los días”, dice él. “Esa es la clave: no la obligación, sino la decisión”.

 

En el fondo, esta historia no es solo sobre un nuevo romance, sino sobre la posibilidad del renacimiento.

Zurita, que alguna vez escribió poemas para expresar su dolor, ahora escribe para celebrar la vida.

Ha dicho que amar de nuevo no significa olvidar, sino ampliar el corazón.

Y quizás ese sea el mensaje más poderoso que deja: que incluso después de una pérdida inmensa, la vida puede sorprendernos con nuevos comienzos.

Christian Bach sigue presente en su memoria, pero no como una sombra, sino como una luz.

“Ella no desapareció”, escribió alguna vez, “se convirtió en todo”.

Esa frase encapsula el espíritu con el que vive hoy Humberto Zurita, un hombre que aprendió que el amor verdadero no se acaba, solo se transforma.

En Stephanie Salas encontró una compañera que entiende su pasado y camina con él hacia el futuro.

Y juntos, sin promesas eternas ni ceremonias grandiosas, demuestran que la felicidad no depende del tiempo, sino de la valentía de seguir creyendo en el amor.

 

En tiempos en que el espectáculo suele centrarse en la juventud y los romances fugaces, la historia de Humberto Zurita y Stephanie Salas nos recuerda que el amor no tiene edad ni prisa.

Que la madurez no es resignación, sino plenitud.

Y que, incluso después de la pérdida más profunda, el corazón puede volver a latir con fuerza, porque como dijo Zurita en una entrevista reciente: “El matrimonio es un papel, pero el amor es una decisión, y yo la elijo hoy, mañana y todos los días”.