Dyango, el legendario intérprete español cuya voz se convirtió en sinónimo de amor y desamor, ha vivido más de ocho décadas de emociones intensas, pero su vida personal ha estado marcada por dificultades que pocos conocen.
Nacido como José Gómez Romero en Barcelona en 1940, Dyango creció en un contexto de posguerra que dejó huellas profundas en su niñez.

La escasez, el miedo constante y la disciplina férrea de su familia moldearon a un joven que, desde temprana edad, encontró en la música un refugio frente a la adversidad.
Su infancia estuvo marcada por la lucha por la supervivencia; pequeños gestos, como la llegada ocasional de un pan blanco a casa, se convirtieron en recuerdos imborrables que simbolizaban la esperanza y la perseverancia en medio de la pobreza.
Desde muy joven, José mostró un interés profundo por la música.
Aunque inicialmente se sintió atraído por el jazz y soñaba con convertirse en un gran músico, sus habilidades lo llevaron a descubrir su verdadero talento en el canto.
Influenciado por sus padres, especialmente por su padre, trompetista y violinista, Dyango desarrolló un oído musical que le permitió transformar las dificultades de su vida en arte.
Su madre lo animaba llevándolo a concursos de radio, mientras que su padre se convirtió en un modelo silencioso de dedicación y pasión.
Con la combinación de disciplina, curiosidad y talento innato, Dyango comenzó a formarse en el conservatorio y a prepararse para una carrera que lo llevaría a la fama internacional.
El joven artista eligió el nombre de Dyango como homenaje al guitarrista belga de jazz Django Reinhardt, cuya música lo había marcado profundamente.
Su debut en el festival de la canción del Duero en 1965 fue el primer paso de una carrera que pronto cruzaría fronteras.

Cuatro años después lanzó su primer álbum, “Dyango”, y comenzó a conquistar no solo España, sino también América Latina, especialmente Argentina, país que se convirtió en su segundo hogar musical.
Su participación en la película “El mundo de los jóvenes” consolidó su fama, abriéndole las puertas a un público latinoamericano que se enamoró de su estilo romántico y su voz emotiva.
Durante los años setenta, Dyango se convirtió en un referente de la balada romántica.
Álbumes como “La Voz del Amor” y “Cuando Quieras, Donde Quieras” transformaron canciones originales poco conocidas en himnos del romanticismo.
Su interpretación de temas como “El Cobarde” y “Ausencia” reflejaba no solo técnica vocal, sino también una profunda empatía con las emociones humanas.
Cada canción era un reflejo de su capacidad para conectar con el dolor y la pasión, transformando la experiencia personal en arte universal.
Su voz, cargada de ternura y nostalgia, resonaba en teatros y radios, convirtiéndose en un acompañamiento constante para generaciones enteras.
A lo largo de su carrera, Dyango colaboró con grandes figuras de la música latina, desde Rocío Dúrcal hasta Pimpinela, creando duetos que permanecen como clásicos.
Su capacidad para adaptarse a diferentes géneros, incluyendo boleros, tangos, rancheras y piezas líricas, mostró la versatilidad de un artista que siempre buscó expresar la verdad y la emoción en cada interpretación.
Incluso cuando la fama lo rodeaba, nunca perdió la humildad ni el contacto con sus raíces.

Su amor por Barcelona y por su gente se mantuvo intacto, así como su pasión por el FC Barcelona, club que ha seguido fielmente a lo largo de los años.
A pesar del éxito y reconocimiento, la vida de Dyango no estuvo exenta de desafíos.
En 2008 sufrió un infarto que requirió cirugía de urgencia, y en 2015 tuvo un accidente en Los Ángeles que le provocó fracturas, sin embargo, su espíritu indomable lo llevó a regresar al escenario rápidamente.
Para él, la música no era solo una carrera, sino un modo de vida y una fuente de supervivencia emocional.
Cada concierto, cada canción interpretada, era una manera de conectarse con su público y de mantener viva la pasión que lo había acompañado desde la niñez.
Su vida personal también refleja resiliencia.
En 2003 se casó con Mariona Gracia Ferrer, con quien compartió décadas de relación antes de formalizarla.
Juntos construyeron un hogar estable y afectuoso, un refugio frente a la fama, la enfermedad y el paso del tiempo.
La música también se convirtió en un legado familiar: sus hijos, Marcos y Jordi, siguieron sus pasos, y su nieto Isan Junas llegó a interpretar al joven Luis Miguel en la serie de Netflix, cerrando un ciclo generacional que reafirma la influencia de Dyango en la música y la cultura latina.
Además de su talento artístico, Dyango siempre ha mostrado una gran conciencia social y política.
En 2013, participó en el concierto por la libertad en Barcelona, apoyando el referéndum de independencia de Cataluña, reafirmando su compromiso con sus convicciones.
Su postura firme y su coherencia personal han sido constantes a lo largo de los años, evidenciando un equilibrio entre su vida pública y sus valores íntimos.

En sus últimos años, Dyango ha seguido activo en la música, grabando álbumes y ofreciendo presentaciones cercanas a su entorno, demostrando que la pasión por cantar no depende de la edad ni de las dificultades.
Su historia es un testimonio de cómo el arte puede convertirse en un refugio frente a la adversidad, transformando experiencias dolorosas en mensajes de amor y esperanza.
La vida de Dyango, marcada por la infancia difícil, la perseverancia, el éxito y la fidelidad a sus principios, es un ejemplo de resiliencia y dedicación a la música y al público.
Hoy, Dyango vive en Barcelona, disfrutando de la tranquilidad de su hogar y de la compañía de su familia.
A sus más de 80 años, su voz sigue siendo un puente entre generaciones, un recordatorio de que la verdadera grandeza artística no reside solo en la fama, sino en la capacidad de transmitir emoción, humanidad y sinceridad a través de cada interpretación.
Su vida y obra son una lección de cómo enfrentar el dolor, transformar el sufrimiento en creación y mantener la autenticidad a lo largo de décadas de éxito y reconocimiento.
Dyango no solo fue la voz del amor en la música española y latinoamericana, sino también un símbolo de supervivencia y fortaleza.
Sus canciones, cargadas de emoción y sentimiento, continúan resonando en los corazones de sus seguidores, mientras su historia personal revela el trasfondo de sacrificio, perseverancia y pasión que definieron a un hombre cuya vida y arte están profundamente entrelazados.
Desde la niñez marcada por la posguerra hasta la madurez llena de logros y aprendizajes, Dyango permanece como un testimonio vivo del poder de la música y del espíritu humano frente a la adversidad.