La muerte de Valentín Elizalde, uno de los cantantes más emblemáticos de la música regional mexicana, continúa siendo un capítulo oscuro en la historia del género.
Su vida, marcada por sueños cumplidos, sacrificios familiares y un ascenso meteórico, terminó abruptamente la madrugada del 25 de noviembre de 2006, cuando fue víctima de un brutal atentado que sigue siendo objeto de teorías, especulaciones y controversias.
Para comprender la magnitud de aquel suceso es necesario retroceder y mirar su vida desde los inicios, cuando el joven que soñaba con llenar escenarios todavía vendía casetes en palenques y trabajaba en la cosecha de tomate para ayudar a su familia.
Valentín Elizalde Valencia nació el 1 de febrero de 1979 en el municipio de Etchojoa, Sonora.
Su niñez estuvo profundamente influenciada por la figura de su padre, Everardo “El Gallo Grande” Elizalde, un artista reconocido en la región y quien sería la base emocional y musical de su hijo.
Valentín creció acompañado por sus hermanos y trabajando junto a su padre en pequeños eventos, donde conoció el calor del público y la fuerza de los aplausos.
Sin embargo, la tragedia llegó temprano a su vida.
En 1992, Everardo perdió la vida en un accidente automovilístico tras advertir misteriosamente a su familia que algo podía pasarle.
A sus 13 años, Valentín quedó marcado por ese dolor, pero también decidido a continuar el sueño que ambos compartían.
A pesar de que muchas personas le dijeron que no tenía futuro en la música, el joven persistió.
Con solo 15 años comenzó a presentarse en bares nocturnos, donde poco a poco el público comenzó a reconocer su voz áspera y poderosa.
Fue allí donde una noche lo escuchó Juan Diego Cota, un empresario que se convertiría en su representante.
Cota, convencido del talento del joven, lo impulsó profesionalmente, y en 1998 la carrera del cantante dio un giro decisivo: su primer disco estaba por lanzarse y ya gozaba de una creciente base de seguidores en Sonora y estados vecinos.
A pesar de su creciente fama, Valentín jamás abandonó su formación académica.
Logró titularse como abogado penalista, aunque nunca ejerció, pues prefirió dedicar su vida a los escenarios.
Su carrera continuó en ascenso hasta que apareció una figura clave: Pedro Rivera, un reconocido representante que ayudó a catapultar su música a Estados Unidos.
Fue con él que Elizalde consolidó éxitos como “Vete ya”, “Te quiero así” y “Volveré a amar”, al tiempo que se fortalecía su reputación como intérprete y compositor.
No obstante, la faceta más controversial de su carrera surgió con los narcocorridos, un género que narra historias vinculadas al narcotráfico.
La interpretación del tema “A mis enemigos”, dedicado supuestamente al Cártel de Sinaloa, lo colocó involuntariamente en una zona de riesgo.
Poco antes de lanzar su último disco, “Vencedor”, Valentín acudió a una vidente que le predijo una muerte violenta.
Ese presagio, sumado a la sensación de peligro, llevó al cantante a dejar supuestos mensajes premonitorios en el videoclip de la canción “Vencedor”, donde aparece su propia lápida fechada en 2006.
La fatalidad parecía tomar forma.
Su nuevo representante, Mario Mendoza, recibió una oferta para presentarse en la Expoferia de Reynosa, Tamaulipas, territorio controlado por grupos criminales rivales al cártel mencionado en su narcocorrido.
A pesar de haber recibido amenazas directas pidiéndole que cancelara el evento, la presentación se confirmó.
Valentín pidió expresamente no interpretar “A mis enemigos”, pero una vez en el escenario hizo caso omiso y comenzó su concierto precisamente con esa canción.
A las 3:30 de la madrugada del 25 de noviembre de 2006, tras finalizar el espectáculo, Valentín abordó una camioneta junto a su primo Fausto “El Tano” Elizalde y otros miembros de su equipo.
Apenas habían avanzado 100 metros cuando fueron interceptados por dos vehículos.
Tres sujetos armados con rifles AK-47, AR-15 y pistolas calibre .
38 Súper ejecutaron el ataque.
Más de 70 disparos impactaron el vehículo, la mayoría dirigidos hacia el cantante.
Valentín aún respiraba cuando su primo intentó cubrirlo, pero los sicarios se acercaron y le dieron el tiro de gracia.

Su muerte generó una ola de teorías.
La primera señalaba al Cártel de Sinaloa, pues el narcocorrido que interpretaba parecía exaltar las actividades del grupo.
La segunda apuntaba directamente a Los Zetas, quienes supuestamente consideraron una afrenta que el cantante interpretara esa canción en territorio enemigo.
Algunos aseguran incluso que entre el público aquella noche se encontraba Jaime González Durán, alias “El Hummer”, un conocido sicario del cártel.
Otros señalamientos recayeron en su primo “El Tano”, quien sobrevivió al atentado con seis impactos de bala, pero años después inició una relación con Gabriela Sabag, viuda del cantante, lo que alimentó sospechas y un fuerte rechazo social.
La tragedia no terminó allí.
Después del asesinato de Valentín, varios familiares y allegados fueron asesinados en circunstancias violentas, lo que alimentó la idea de una especie de “maldición”.
Su cuñado Jorge Elías Rincón fue ejecutado en 2008; su primo Carlos “El Loco” Elizalde, en 2009; su representante Hugo Ibañez, en 2011; y Blanca Vianey Durán, una mujer vinculada sentimentalmente al cantante, fue asesinada en plena vía pública.
Cada uno de estos casos reforzó la teoría de que la muerte del Gallo de Oro estaba profundamente ligada al mundo del narcotráfico.

A pesar de ello, Valentín dejó un legado musical incalculable.
A más de 15 años de su muerte, su voz continúa presente en plataformas digitales, conciertos homenaje y nuevas generaciones de fanáticos.
Incluso se han lanzado canciones inéditas, como “¿Para qué son pasiones?”, publicada en 2023, lo que demuestra que su figura sigue viva en la memoria colectiva.
La historia de Valentín Elizalde es la historia de un talento desbordante mezclado con decisiones arriesgadas, lealtades peligrosas y un destino marcado por la violencia.
Hoy, su música continúa sonando en todo México y Estados Unidos, pero su muerte permanece envuelta en las sombras de un crimen que, para muchos, nunca será esclarecido por completo.
Su voz, sin embargo, sigue siendo inmortal, y cada interpretación suya recuerda la grandeza y la tragedia del hombre que fue conocido para siempre como El Gallo de Oro.