Aldo Monti, un nombre que resonó en el cine y la televisión mexicana durante las décadas de los 60 y 70, es recordado no solo por su talento actoral, sino también por una vida marcada por el éxito, la tragedia y el sufrimiento.
Su historia es un testimonio de la lucha contra la adversidad, un viaje que lo llevó desde la fama hasta un final doloroso y humilde.

Aldo Monti nació como Aldo Monteforte en Italia, pero su vida dio un giro significativo cuando emigró a Venezuela con su familia.
Desde joven, mostró interés por la actuación, y tras aprender español, comenzó a dar sus primeros pasos en el mundo del espectáculo.
A mediados de los años 50, decidió mudarse a México en busca de mejores oportunidades laborales, justo al final de la época dorada del cine mexicano.
Su talento no pasó desapercibido, y rápidamente comenzó a hacerse un nombre en la industria.
Una anécdota notable de su carrera es cómo la famosa actriz María Félix lo apodó “Monti” durante una cena, sugiriendo que su apellido completo no cabría en los créditos de las películas.
Este apodo se convirtió en su marca registrada y, a partir de ahí, su carrera despegó.
Monti participó en más de 100 películas y series de televisión, destacándose en géneros como el terror, la comedia y el drama.
Su apariencia carismática y su voz de galán lo convirtieron en un favorito del público.
Interpretó a personajes memorables, incluyendo el icónico Conde Drácula en las películas de Santo, lo que lo catapultó a la fama dentro del cine de terror mexicano.

A pesar de su éxito en la pantalla, la vida personal de Aldo Monti estaba lejos de ser perfecta.
En 1993, sufrió una pérdida devastadora: su esposa, la actriz Teresa Groa, falleció debido a una trombosis tras ser diagnosticada con una embolia pulmonar.
La muerte de Teresa fue un golpe duro que dejó a Monti sumido en una profunda depresión.
Durante más de dos años, el actor se alejó de las cámaras y rechazó todas las ofertas laborales.
La tristeza y el dolor lo llevaron a distanciarse de sus hijos, quienes intentaron apoyarlo en su difícil momento.
Monti comenzó a sufrir de insomnio y su salud física se deterioró rápidamente.
La combinación de su estado emocional y su salud física debilitada lo convirtió en una persona vulnerable, propensa a enfermedades.
A medida que su salud se deterioraba, Monti fue internado en un centro de rehabilitación para mejorar su condición física y mental.
Afortunadamente, logró regresar a la industria en 1996, pero su estado físico nunca volvió a ser el mismo.
Comenzó a experimentar ataques de tos y dificultades para respirar, síntomas que inicialmente fueron considerados normales para su edad, pero que en realidad eran indicativos de problemas más graves.

La situación se agravó cuando Monti se negó a abandonar la casa que compartía con su esposa, a pesar de las recomendaciones de desalojo debido a unas construcciones cercanas.
Esta decisión lo expuso al asbesto, un material de construcción altamente peligroso que dañó sus pulmones, llevándolo a desarrollar asbestosis.
En 2002, Monti participó en la telenovela “Entre el amor y el odio”, que resultó ser su último trabajo.
Su salud se deterioró tanto que no volvió a ser contratado.
A pesar de sus esfuerzos por mantener una actitud positiva, su estado de salud continuó empeorando.
Finalmente, fue hospitalizado de urgencia tras comenzar a toser con rastros de sangre, y fue entonces cuando se descubrió que había desarrollado cáncer de pulmón.
A pesar de recibir tratamiento, incluyendo quimioterapias, su salud seguía deteriorándose.
Durante un tratamiento de recuperación, sufrió una caída que le provocó una lesión en la espalda, lo que lo confinó a una silla de ruedas.
Esta nueva etapa significó el fin definitivo de su carrera, y Monti perdió la esperanza de regresar a las pantallas.

Su última aparición pública fue en 2015, en un homenaje en el Festival Internacional de Cine del Sur de Texas.
Aunque asistió en silla de ruedas y visiblemente debilitado, su presencia fue un recordatorio del gran impacto que tuvo en la industria del entretenimiento.
Sin embargo, casi un año después, el 19 de julio de 2016, se anunció su fallecimiento a los 87 años, debido a complicaciones del cáncer y la lesión en la espalda.
A pesar de su extensa carrera como actor, director e incluso escritor, los ingresos que dejó no fueron suficientes para cubrir sus propios gastos funerarios.
La situación económica de su familia era tan complicada que sus hijas tuvieron que pedir ayuda a la Asociación Nacional de Actores.
Aunque Monti ya no cotizaba al momento de su muerte, su legado le permitió ser considerado miembro honorario de la asociación, lo que le dio derecho a recibir ayuda.
La despedida de Aldo Monti fue muy humilde, alejada de los grandes homenajes que realmente merecía.
Sus restos fueron trasladados a su ciudad natal, Roma, Italia, para cumplir con su último deseo.
A pesar de todo, su nombre sigue siendo recordado como uno de los actores más destacados de los años 60 y 70, gracias a su participación en películas como “El libro de piedra”, “Teresa”, “El rayo de Jalisco” y “La venganza de las mujeres vampiro”.
Monti dejó una huella imborrable en el cine y la televisión mexicana, convirtiéndose en una figura icónica no solo por su talento, sino también por su versatilidad.
Su capacidad para interpretar personajes complejos y su habilidad para adaptarse a diferentes géneros lo hicieron destacar en la industria.
A pesar de las tragedias personales que enfrentó, su pasión por la actuación nunca disminuyó.
El legado de Aldo Monti es un recordatorio de que, a pesar de la fama y el éxito, la vida puede ser impredecible y desafiante.
Su historia inspira a nuevas generaciones de actores y actrices, quienes lo ven como un modelo a seguir en el mundo del espectáculo.
Aunque su vida terminó de manera trágica, su legado sigue vivo en las memorias de quienes lo admiraron y en las pantallas que aún proyectan su trabajo.
Aldo Monti es, sin duda, una leyenda que permanecerá en el corazón del público mexicano.