El OSCURO SECRETO detrás del DIVORCIO de Ben Affleck y Jennifer Garner

Durante más de una década, Hollywood vendió la imagen de un matrimonio ejemplar: Ben Affleck y Jennifer Garner, dos estrellas admiradas, tres hijos encantadores, una carrera sólida y apariciones públicas que mostraban sonrisas perfectas.

Razón por la que se divorciaron Ben Affleck y Jennifer Garner
Sin embargo, detrás de esa fachada impecable se escondía una historia compleja, marcada por sombras, adicciones, presiones externas, amistades fracturadas y decisiones que terminaron por quebrar una relación que muchos consideraban irrompible.

El divorcio de Affleck y Garner se convirtió en uno de los más comentados del mundo del entretenimiento no solo por su impacto mediático, sino porque reveló los rincones más vulnerables de dos figuras constantemente perseguidas por los reflectores.

 

Los orígenes del romance se remontan a comienzos de los 2000.

Aunque Ben Affleck y Jennifer Garner se conocieron en 2001 durante el rodaje de Pearl Harbor, no fue sino hasta 2003, grabando Daredevil, cuando comenzaron a conectar de verdad.

En ese momento ambos tenían parejas: él vivía su relación más mediática con Jennifer López, marcada por una presión de la prensa tan intensa que terminó asfixiándolos; ella estaba casada con el actor Scott Foley.

Con el final de ambas relaciones, el destino pareció alinearse.

Para octubre de 2004 ya se los veía juntos públicamente, abrazados durante la Serie Mundial de béisbol.

Un año después, en una ceremonia íntima y secreta en las Bahamas, se casaron a solas con apenas cuatro asistentes, como si presintieran que cuanto más privada fuera su unión, mayores serían sus posibilidades de sobrevivir al ojo público.

Jennifer Garner podría regresar con Ben Affleck y terminar con su actual  relación | MARCA México

Affleck habló en repetidas ocasiones de lo importante que fue Garner para él en esa etapa.

Afirmó que enamorarse de ella lo ayudó a encontrar estabilidad, disciplina y un sentido renovado de propósito.

Para él, Garner fue un sostén emocional fundamental que le permitió reencaminar su carrera y recuperar la confianza profesional que había perdido.

Pero el romance que parecía perfecto desde fuera escondía una realidad mucho más complicada, una que comenzó a resquebrajarse lentamente bajo el peso de las cámaras y de las dificultades personales del actor.

 

El acoso mediático que la pareja sufrió durante años superó todos los límites.

Garner relató que durante una década tuvo entre seis y veinte autos de paparazis estacionados de forma permanente afuera de su casa, en la puerta del colegio de sus hijos o incluso frente al consultorio del pediatra.

Affleck, por su parte, insistió en que esa invasión no solo vulneraba su privacidad, sino también la seguridad emocional de sus hijos, quienes nunca habían elegido la fama.

La situación llegó a tal extremo que en 2013, Garner y Halle Berry impulsaron un proyecto de ley en California para proteger a los menores del hostigamiento de la prensa.

La iniciativa se aprobó, endureciendo las penas para quienes acosaran a niños.

Fue una victoria, pero también un reflejo del nivel de presión al que estaba sometida la familia.

Ben Affleck recula en sus palabras sobre Jennifer Garner

Mientras la pareja enfrentaba esta invasión constante, otro conflicto crecía puertas adentro: el aislamiento progresivo de Affleck respecto de sus amigos más cercanos.

Matt Damon, su confidente de toda la vida, expresó preocupación al ver que su amigo se precipitaba a una relación seria en un momento en el que todavía arrastraba heridas emocionales no resueltas.

Kevin Smith, otro de los amigos más influyentes de Affleck, admitió que su amistad se fue diluyendo sin peleas ni dramas, simplemente porque dejaron de verse.

Algunas fuentes aseguraban que Garner, con las mejores intenciones, había creado una dinámica tan protectora alrededor de su esposo que terminó alejándolo de los vínculos que solían ser su cable a tierra.

Para un hombre con un historial de adicciones y vulnerabilidades emocionales, ese aislamiento resultó peligroso.

 

El verdadero conflicto, sin embargo, estaba dentro de Ben.

Desde joven había luchado contra el alcoholismo, una batalla que se intensificó con el tiempo.

Su primera internación en rehabilitación fue en 2001, pero con la creciente presión mediática y personal, las recaídas se hicieron más frecuentes.

Affleck confesó que cuando la tensión matrimonial crecía, su forma de sobrellevar la situación era evadirse bebiendo, lo que inevitablemente agravaba el deterioro de la relación.

Entre 2017 y 2018, sus ingresos a centros de rehabilitación se volvieron noticia recurrente, y en varias ocasiones fue la propia Jennifer Garner quien intervino personalmente, incluso después del divorcio, para acompañarlo en los momentos más oscuros.

Uno de los episodios más recordados ocurrió cuando Garner manejó su vehículo llevándolo a un centro de tratamiento mientras él, visiblemente afectado, intentaba recomponerse.

Ben Affleck culpa a Jennifer Garner de su alcoholismo

Si el alcohol marcó el deterioro emocional de Affleck, el episodio de la niñera en 2015 fue el punto de quiebre mediático.

Christine Ouzounian, quien trabajaba para la familia, se convirtió de pronto en el epicentro de rumores y especulaciones.

Aunque Affleck negó categóricamente cualquier romance, la prensa publicó fotos ambiguas y reportes que insinuaban un vínculo inapropiado.

Garner fue tajante cuando habló del tema: Christine no había sido la causa del divorcio, solo una consecuencia más de un matrimonio ya desgastado.

Sin embargo, el escándalo fue suficiente para romper lo poco que quedaba intacto en la relación.

 

A finales de 2015, tras diez años de matrimonio, anunciaron su separación.

Pero a diferencia de muchas rupturas en Hollywood, esta no se convirtió en una guerra.

Ambos eligieron priorizar el bienestar de sus hijos, mantener el respeto mutuo y apoyarse en los momentos críticos.

Aunque Affleck reconoció que el divorcio fue “el mayor arrepentimiento de su vida”, también entendió que permanecer juntos por inercia o por miedo habría sido aún más dañino.

Garner, por su parte, habló con una madurez conmovedora: admitió que había perdido el sueño de bailar con su esposo en la boda de su hija, pero también reconoció que la alegría genuina de los niños al ver a su padre justificaba cualquier esfuerzo por mantener la armonía familiar.

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La historia de Affleck y Garner terminó transformándose en un ejemplo poco común dentro del mundo del espectáculo.

Aunque su matrimonio no sobrevivió, su relación como padres se fortaleció.

Aprendieron a apoyarse sin ser pareja, a acompañarse sin depender el uno del otro, y a reconstruirse emocionalmente aun con las heridas abiertas.

Garner llegó a decir que, si tuviera que revivir su vida, volvería a casarse con Affleck, pero sin negar que él era un hombre “complicado”.

Lo describió como un sol brillante que podía iluminarlo todo, pero que también podía dejar en la sombra a quienes lo rodeaban cuando su luz desaparecía.

 

El divorcio de Ben Affleck y Jennifer Garner no fue un escándalo más en Hollywood; fue la historia de un amor real que no pudo sobrevivir a la presión, al dolor acumulado y a los demonios internos que nunca fueron completamente vencidos.

Pero también fue la historia de dos personas que eligieron la empatía sobre el resentimiento, el respeto sobre el caos y la familia sobre el espectáculo.

Un final sin cuento de hadas, pero profundamente humano.

 

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