EL PAPA FRANCISCO ADVIERTE

¿Alguna vez te has preguntado si Dios realmente escucha todas tus oraciones? ¿Y si la forma en que rezas estuviera alejando, sin que lo notes, la presencia de Dios de tu vida espiritual? El Papa Francisco ha lanzado una advertencia profunda y urgente: orar acostado, por comodidad o rutina, puede hacer que tu oración sea ignorada.

En este artículo exploraremos las razones detrás de esta enseñanza, las posturas que honran a Dios, y cómo transformar tu oración en un encuentro auténtico y poderoso con lo divino.

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El Papa Francisco nos recuerda que la oración no es simplemente recitar palabras, ni un acto mecánico o automático.

Orar es un momento sagrado que requiere presencia total, atención y reverencia.

La postura física que adoptamos al orar refleja el estado de nuestro corazón y la actitud con la que nos presentamos ante Dios.

 

Orar acostado, salvo en casos de enfermedad o limitación física, puede indicar falta de atención, distracción o incluso abandono espiritual.

La Biblia es clara al respecto: en el Salmo 95:6 se nos invita a “postrarnos y arrodillarnos ante el Señor que nos creó”, un gesto externo que manifiesta una entrega interna profunda.

 

El cuerpo y el alma forman una unidad inseparable, y la forma en que usamos nuestro cuerpo en oración comunica respeto, humildad y entrega.

Por eso, posturas como arrodillarse, levantar las manos o inclinar la cabeza son expresiones visibles de un corazón rendido y atento.

 

El Papa Francisco alerta sobre un fenómeno que él llama “pereza espiritual”, un enemigo silencioso que se disfraza de comodidad y rutina.

Orar acostado por hábito o cansancio revela una actitud que puede enfriar el corazón y alejar la presencia de Dios.

 

Cuando oramos de manera distraída, con la mente en otras cosas o con la intención de solo cumplir una obligación, la oración pierde su fuerza y se vuelve un ritual vacío.

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Isaías 29:13 dice: “Este pueblo se acerca a mí con su boca y me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de mí.

” Esta advertencia es más actual que nunca.

 

La pereza espiritual no solo afecta la calidad de la oración, sino que abre espacio para que las fuerzas negativas actúen, debilitando nuestra defensa espiritual.

Por eso, el Papa Francisco insiste en que la oración debe ser un acto consciente, vivo y lleno de intención.

 

La verdadera oración implica disciplina y reverencia.

No se trata de orar más tiempo, sino de orar con calidad, con todo el ser: cuerpo, mente y espíritu.

Crear un ambiente propicio, elegir un momento fijo, apagar distracciones y adoptar una postura respetuosa son pasos clave para transformar la experiencia de la oración.

 

El Papa Francisco pone como ejemplo la vida de Jesús, quien nunca oró acostado ni de manera distraída.

Jesús se retiraba a lugares tranquilos, se arrodillaba, se postraba y oraba con entrega total, incluso en momentos de gran sufrimiento, como en el huerto de Getsemaní.

 

Los santos también nos muestran que la oración viva se expresa con el cuerpo: Santa Teresa de Ávila se postraba y lloraba ante el tabernáculo, San Juan Pablo II rezaba de rodillas a pesar del dolor.

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Estos gestos son manifestaciones visibles de un corazón entregado.

 

Numerosos testimonios confirman que cambiar la postura al orar puede renovar la fe y transformar la vida espiritual.

Ana, una mujer de 63 años, pasó de rezar acostada y somnolienta a hacerlo de rodillas con atención, experimentando paz y reconciliación familiar.

 

Julio, un hombre que sufría ataques espirituales, mejoró notablemente cuando comenzó a orar de rodillas en silencio y con reverencia, logrando un ambiente de paz en su hogar y la unión de su familia en la oración.

 

Estos ejemplos muestran que la reverencia no es una carga, sino una llave que abre las puertas a la gracia, la sanación y la protección espiritual.

 

El Papa Francisco insiste en que la oración no debe ser un monólogo apresurado ni una repetición vacía de palabras.

Orar con intención significa detenerse, respirar, silenciar la mente y abrir el corazón para un encuentro real con Dios.

 

La Biblia enseña que Dios no se impresiona con discursos elocuentes sino con corazones sinceros (Mateo 6:7).

Por eso, la oración auténtica es un acto de amor que involucra todo el ser y se expresa también con el cuerpo.

 

Un joven relató que al cambiar su rutina de oración, sentándose y arrodillándose con atención, sintió por primera vez la presencia viva de Dios.

No fue el texto ni la cantidad de palabras, sino la actitud lo que transformó su experiencia.

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Orar con reverencia y celo es también un acto de autoridad espiritual.

Los exorcistas confirman que la oración ferviente y hecha con entrega es una de las armas más poderosas contra las fuerzas del mal.

 

Cuando oramos con el cuerpo y el alma rendidos, creamos un muro espiritual que repele las influencias negativas.

La oración no es un descanso pasivo, sino una batalla espiritual en la que debemos estar vigilantes y atentos.

 

Por eso, el Papa Francisco exhorta a no bajar la guardia ni caer en la comodidad que debilita la fe.

Orar de pie o arrodillados es una señal visible de estar preparados para la lucha espiritual.

 

Establece un horario fijo para orar: Dedica un momento especial del día, preferiblemente en un lugar tranquilo y sin distracciones.

Prepara un espacio sagrado: Coloca una vela, la Biblia o un crucifijo para ayudarte a entrar en un ambiente de reverencia.

Cuida tu postura: Si puedes, arrodíllate o siéntate con la columna recta, manos juntas o levantadas, ojos cerrados y mente atenta.

Apaga dispositivos electrónicos:Para evitar distracciones y centrarte en el encuentro con Dios.

Respira profundo y silencia tu corazón: Antes de comenzar, para abrirte a la escucha y la presencia de Dios.

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Haz de la oración un diálogo: No solo habla, también escucha en silencio y espera la voz del Espíritu.

 

El Papa Francisco destaca la importancia de enseñar a los niños a orar con reverencia, ya que el ejemplo es la mejor enseñanza.

Orar en familia, arrodillados juntos, crea un ambiente espiritual que fortalece la fe y atrae la bendición a los hogares.

 

Comunidades que recuperan el sentido de lo sagrado en la liturgia, respetando el silencio y la postura, experimentan una renovación espiritual profunda que impacta a todos sus miembros.

 

El Papa Francisco nos invita a revisar cómo nos presentamos ante Dios en la oración.

Orar acostado por comodidad o rutina puede ser un síntoma de una fe dormida, una oración que no toca el cielo ni transforma el alma.

 

Pero siempre hay un camino de regreso: decidir tratar la oración como un encuentro sagrado, con cuerpo y alma, con reverencia y presencia real.

Este cambio puede renovar tu vida espiritual, fortalecer tu fe y abrir las puertas a la acción poderosa de Dios en tu vida.

 

Si sientes que este mensaje ha tocado tu corazón, comienza hoy mismo con pequeños pasos: levántate, arrodíllate, apaga las distracciones, abre tu corazón y habla con Dios con sinceridad.

La oración auténtica es el escudo más poderoso que tienes, y el cielo está atento a cada gesto de entrega.

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