Horacio Gómez Bolaños, más conocido por interpretar a Godínez en la icónica serie mexicana *El Chavo del Ocho*, fue mucho más que un actor secundario.
Fue un talentoso guionista, productor y la mente creativa detrás del marketing de los personajes que marcaron a generaciones.
Hermano menor del legendario Roberto Gómez Bolaños, alias Chespirito, Horacio supo encontrar su lugar detrás de cámaras, donde su talento multifacético brilló con fuerza.
Sin embargo, su vida estuvo marcada por tragedias personales y un final inesperado que dejó un vacío en la industria del espectáculo mexicano.
Horacio Víctor Gómez Bolaños nació el 28 de julio de 1930 en Ciudad de México, en el seno de una familia con raíces artísticas y políticas.
Su padre, Francisco Gómez Linares, era pintor, dibujante e ilustrador, y su madre, Elsa Bolaños Cacho, una secretaria bilingüe.
Horacio tuvo dos hermanos mayores: Francisco y el famoso Roberto Gómez Bolaños.
Un dato curioso es que su madre era prima del expresidente mexicano Gustavo Díaz Ordaz, lo que muestra la vinculación familiar con figuras importantes del país.
Sin embargo, la infancia de Horacio no estuvo exenta de dificultades.
A los seis años, la familia sufrió la pérdida repentina de su padre, quien falleció a causa de un derrame cerebral.
Esta tragedia no solo dejó un vacío emocional, sino también una crisis económica que afectó a la familia.
Poco después, Horacio y sus hermanos enfrentaron otro golpe duro: un perro callejero que habían adoptado resultó tener rabia, y una mala aplicación de la vacuna casi le cuesta la vida a Horacio, quien sufrió convulsiones graves, pero fue salvado gracias a la intervención oportuna de un médico.
Tras superar estas adversidades, Horacio estudió ingeniería mecánica, al igual que su hermano Roberto, aunque ambos dejaron inconclusa la carrera.
Poco se sabe de sus primeros años laborales, pero su vida comenzó a cambiar cuando se unió a su hermano en un proyecto televisivo que marcaría la historia: *Los Supergenios de la Mesa Cuadrada*, un programa de sketches cómicos que luego evolucionaría en *Chespirito*, dando origen a personajes emblemáticos como *El Chavo del Ocho* y *El Chapulín Colorado*.
Horacio encontró su verdadera pasión detrás de cámaras, dedicándose a la producción, organización y coescritura de guiones junto a Roberto.
Su relación profesional era una sinergia perfecta, complementándose en creatividad y trabajo arduo.
Aunque inicialmente reacio a la actuación, terminó aceptando perfeccionarse en esta área para apoyar los proyectos familiares.
En pantalla, Horacio interpretó a Godínez, un niño despreocupado y algo travieso que se convirtió en uno de los personajes secundarios más queridos de *El Chavo del Ocho*.
Godínez se caracterizaba por evitar problemas y responder con ocurrencias que irritaban al profesor Jirafales, además de su vestimenta distintiva: camisa amarilla, pantalones cortos con tirantes y un gorro verde con una visera enorme.
Su sueño en la ficción era ser futbolista, reflejando la pasión real de Horacio por este deporte.
Sin embargo, la verdadera fortaleza de Horacio no estaba en la actuación, sino en la producción y el manejo detrás de cámaras.
Fue responsable de la logística, contratación de artistas, organización de giras nacionales e internacionales y la creación del merchandising oficial de los programas, incluyendo juguetes y revistas.
Su visión empresarial contribuyó significativamente al éxito económico del universo de *Chespirito*.
Además de su trabajo en *El Chavo* y *El Chapulín*, Horacio participó en películas como *El Chanfle* y *Don Ratón y Don Ratero*, todas dirigidas por su hermano Roberto.
A pesar de recibir ofertas para actuar en otros proyectos, siempre prefirió mantenerse cerca de su familia y en roles que le permitieran ejercer su creatividad y capacidad organizativa.
En los años 90, trabajó junto a Roberto Gómez Fernández, hijo de Chespirito, en diversas producciones.
Uno de sus últimos proyectos fue la creación de una comedia policial con más de 20 capítulos escritos, aunque lamentablemente este proyecto no llegó a concretarse.
Horacio siempre mantuvo un perfil bajo respecto a su vida personal.
Pocas entrevistas o materiales fílmicos fuera de su personaje se conocen, y su voz real es prácticamente un misterio para el público.
Su carácter introvertido y reservado se reflejaba en Godínez, un personaje que también buscaba pasar desapercibido.
Su vida estuvo marcada por una serie de golpes personales y profesionales, pero siempre mostró una fortaleza admirable y una dedicación incansable a su trabajo y a su familia.
En sus últimos años, Horacio sufrió un grave accidente que le provocó fracturas en la cabeza del fémur y la cadera, dejando su movilidad reducida.
Durante un tiempo tuvo que usar silla de ruedas y posteriormente un bastón para desplazarse.
Este cambio afectó profundamente su estilo de vida activo y dinámico, y también su salud mental, ya que comenzó a padecer depresión.
A pesar de estas dificultades, en 1999 se involucró con entusiasmo en la organización del homenaje que Televisa preparaba para su hermano Roberto, un proyecto que le devolvió momentáneamente la alegría y las ganas de trabajar.
Lamentablemente, el 21 de noviembre de 1999, a los 69 años, Horacio Gómez Bolaños falleció repentinamente a causa de un paro cardíaco.
Su muerte sorprendió y entristeció a familiares, amigos y compañeros de trabajo, dejando un gran vacío en la industria del entretenimiento mexicano.
Por deseo de su esposa y familiares, su cuerpo fue cremado y sus cenizas fueron depositadas en la parroquia Madre de Dios de Cest Chowa, en Naucalpan de Juárez, Estado de México.
Aunque Godínez fue un personaje secundario, Horacio Gómez Bolaños dejó una huella imborrable en la televisión latinoamericana.
Su trabajo detrás de cámaras, su creatividad y su dedicación fueron esenciales para el éxito de *El Chavo del Ocho* y el universo de *Chespirito*.
Su vida es un ejemplo de talento, humildad y compromiso, y su historia nos recuerda que muchas veces los verdaderos héroes están en la sombra, trabajando incansablemente para hacer posible lo que el público disfruta.
Horacio supo cuál era su lugar y nunca buscó la fama, sino la satisfacción de contribuir con su esfuerzo y pasión a un legado que hoy sigue vivo en millones de corazones.
.
.
.
..
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.
.