Emilio el Indio Fernández le quito la vida en plena filmación

El 29 de agosto de 1965, en un caluroso domingo en la Ciudad de México, los estudios Churubusco se convirtieron en el escenario de un suceso que marcaría para siempre la historia del cine mexicano.

Emilio “El Indio” Fernández, una figura emblemática como director, productor y actor, conocido por su carácter fuerte y temperamental, protagonizó un evento trágico que nadie esperaba: la muerte de un actor en pleno rodaje.

El Indio' Fernández, de extra a importante figura del cine mexicano
Este hecho, rodeado de misterio y silencio, reveló el lado oscuro de una leyenda del cine nacional.

 

Emilio Fernández era una figura imponente dentro de la industria cinematográfica.

Su reputación como un hombre de carácter violento, que no dudaba en gritar, insultar y humillar a sus colaboradores, era bien conocida.

Sin embargo, también era admirado por su talento y por la calidad de las producciones que dirigía, muchas de las cuales se convirtieron en clásicos del cine mexicano.

Trabajar con él era sinónimo de prestigio, aunque también de tensión constante.

 

Aquel día, la filmación prometía ser importante. El equipo estaba listo para grabar una escena crucial bajo la dirección de Fernández.

Entre los actores presentes estaba Emilio Garibay Montañés, un actor de reparto que, aunque no era una estrella, gozaba de respeto por su profesionalismo y presencia en pantalla.

Nadie imaginaba que esa jornada terminaría en tragedia.

 

Las grabaciones comenzaron temprano, siguiendo la puntualidad exigida por el productor estadounidense que financiaba el proyecto.

Emilio Fernández - IMDb
Sin embargo, Emilio Fernández llegó dos horas tarde, con los ojos enrojecidos y un fuerte olor a alcohol barato mezclado con sudor.

Testigos relataron que venía de una fiesta que duró toda la madrugada, en la que estuvo acompañado por mujeres, políticos y militares, quienes frecuentaban sus excesos.

 

Desde su llegada, Fernández mostró un comportamiento errático.

En lugar de dirigir con claridad, se dedicaba a lanzar insultos, cambiar escenas sin previo aviso y humillar a sus actores como si fueran soldados en un campo de batalla.

La atmósfera en el set se volvió sofocante, no solo por el calor, sino por la tensión que se respiraba.

 

El punto de quiebre llegó cuando Emilio Garibay, cansado de los abusos y humillaciones, decidió levantar la voz y reclamarle directamente a Fernández: “Maestro, con todo respeto, usted no puede seguir dirigiendo en ese estado. Esto no es profesional.” El silencio fue absoluto.Nadie se atrevía a contradecir al Indio, pero Garibay, decidido a defender su dignidad, habló.

 

La respuesta del director fue inmediata y brutal. Primero una carcajada burlona, luego un insulto: “Tú no eres nadie para decirme cómo dirigir. Un muerto de hambre como tú no me va a dar órdenes.”

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Garibay replicó con valentía: “Prefiero ser un muerto de hambre y mantener mi dignidad, que ser un borracho homosexual que se esconde detrás de su fama.” Estas palabras encendieron la furia de Fernández.

 

Con los ojos desorbitados, el Indio se abalanzó sobre Garibay y lo empujó con fuerza frente a todos.

Varios técnicos intentaron separarlos, pero Fernández gritaba fuera de sí: “A mí nadie me humilla. Yo soy la ley aquí.” En un instante, la situación se salió de control.

 

En un acto inesperado y violento, Emilio Fernández sacó de su saco un revólver calibre 38, un arma que siempre llevaba consigo como símbolo de su valentía mexicana.

Nadie creyó que llegaría a usarla, hasta que un disparo seco retumbó en el estudio.

El proyectil impactó en el pecho de Garibay Montañés, quien cayó al suelo con los ojos abiertos de incredulidad.

 

Un segundo disparo remató a Garibay, dejando su cuerpo inmóvil frente a cámaras, luces y actores paralizados por el horror.

El ambiente se congeló. Algunos gritaron, otros huyeron, una actriz secundaria se desmayó y un técnico vomitó al ver la sangre extenderse sobre el piso del set.

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Fernández, aún con el arma en la mano, gritó desafiante: “Esto le pasa a cualquiera que se atreve a desafiarme.

” Durante segundos interminables reinó un silencio macabro.

Luego, como si nada hubiera pasado, el Indio salió tambaleando del estudio, dejando el cadáver de Garibay tirado entre cables y cámaras.

 

Este asesinato debería haber destruido la carrera de Emilio “El Indio” Fernández, pero no fue así.

Productores estadounidenses, políticos y empresarios con intereses en el cine intervinieron rápidamente para silenciar el caso.

En cuestión de horas, el incidente fue reportado como un accidente durante la filmación, asegurando que el arma se disparó por error en un ensayo.

 

Los periódicos apenas mencionaron el suceso, relegándolo a notas mínimas en páginas interiores.

Sin embargo, los rumores se extendieron como pólvora entre quienes estuvieron presentes.

El miedo a perder sus carreras o incluso sus vidas obligó a muchos a guardar silencio.

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El cadáver de Garibay fue entregado a su familia con la orden explícita de no dar declaraciones a la prensa.

Se habló de que la familia recibió dinero a cambio de su silencio y que el acta de defunción fue alterada para señalar una neumonía fulminante como causa oficial de la muerte.

 

A partir de ese día, la carrera de Emilio “El Indio” Fernández quedó marcada por la sangre derramada en aquel set.

Aunque siguió trabajando y dirigiendo, su reputación quedó manchada entre quienes conocían la verdad.

Algunos actores juraban que en rodajes posteriores, Fernández hablaba solo, como si discutiera con alguien invisible, mientras bebía compulsivamente.

 

La leyenda del Indio Fernández, con sus luces y sombras, sigue siendo un capítulo oscuro y polémico en la historia del cine mexicano.

Este trágico episodio nos recuerda que detrás del arte y el éxito pueden esconderse conflictos humanos profundos y consecuencias irreparables.

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La historia de Emilio “El Indio” Fernández y la muerte de Emilio Garibay Montañés es un recordatorio doloroso de cómo el poder, el exceso y la falta de control pueden llevar a tragedias irreversibles.

Aunque el cine mexicano celebró las obras de Fernández, este episodio revela la complejidad de las personalidades detrás de las cámaras y la necesidad de justicia y verdad en la industria.

 

Es fundamental preservar la memoria de quienes, como Garibay, entregaron su vida al arte y merecen ser recordados con dignidad.

La verdad, aunque silenciada por intereses, siempre encuentra caminos para salir a la luz y enseñarnos lecciones valiosas sobre respeto, humanidad y responsabilidad.

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