El pasado 17 de octubre de 2025 quedará grabado en la memoria de millones de fanáticos del rock y de la espiritualidad.
En un emotivo tributo realizado en el legendario Dolby Theatre de Los Ángeles, Erika Kirk, reconocida conferencista y líder espiritual, sorprendió al mundo entero al romper en llanto mientras rendía homenaje a Ace Frehley, el legendario guitarrista de Kiss.
Lo que parecía un encuentro improbable entre dos mundos opuestos —la fe y el rock— se convirtió en un poderoso testimonio de amor, redención y esperanza.

Las cámaras captaron el instante exacto en que Erika, con la voz temblorosa y el corazón en las manos, levantó una vela encendida y pronunció palabras que hicieron estremecer a millones: “Mientras haya una guitarra sonando en el mundo, el espíritu de Ace Frehley seguirá vivo”.
El auditorio estaba lleno, las luces suaves y el público expectante.
Su discurso rompió con lo habitual en sus mensajes de fe y liderazgo, pues esa noche habló desde la emoción profunda y la conexión espiritual que sentía con Ace.
El video del homenaje se volvió viral en cuestión de horas, inundando las redes sociales con lágrimas, aplausos y mensajes de admiración.
Para muchos fue un testimonio inesperado que unió la espiritualidad con la energía rebelde del rock, demostrando que ambos pueden coexistir y complementarse.
La historia que llevó a Erika a rendir este homenaje comenzó años atrás, durante un evento benéfico en Nueva York, donde conoció fugazmente a Ace Frehley.
Recordó la humildad del guitarrista, su sonrisa cansada y la energía que desprendía cuando hablaba de música.
A pesar de las dificultades y demonios personales que enfrentó, Ace nunca dejó de tocar su guitarra, convirtiéndose en un símbolo de lucha y perseverancia.
Erika confesó que en un periodo de tristeza y soledad, encontró refugio en las melodías desgarradoras y los solos eléctricos de Ace.
No solo admiraba su talento, sino que sentía que su música tenía un alma capaz de transformar el caos en un canto a la vida.
Para ella, Ace representaba la batalla constante entre el alma y los demonios personales, entre la fama y la soledad.

El tributo de Erika Kirk no solo fue una muestra de admiración, sino un acto de reconocimiento espiritual que sorprendió a fanáticos y músicos por igual.
Su mensaje resonó en comunidades cristianas, iglesias modernas y círculos de rock, generando un diálogo inesperado entre dos mundos que históricamente parecían incompatibles.
Músicos de todo el mundo, desde bandas de rock cristiano hasta antiguos colegas de Ace, reaccionaron con respeto y grabaron versiones acústicas de sus temas más emblemáticos en su honor.
Pastores comenzaron a proyectar fragmentos del mensaje de Erika durante sermones juveniles para demostrar que la espiritualidad no está reñida con el rock.
El evento en el Dolby Theatre fue seguido por más de 30 millones de espectadores a través de plataformas digitales.
Entre luces azules y humo que simulaba estrellas, Erika caminó lentamente hacia el escenario con un vestido negro de terciopelo y una cruz plateada que reflejaba las luces del recinto.
Su presencia imponía respeto y serenidad.
Durante la proyección de imágenes de Ace Frehley, desde su juventud salvaje en Kiss hasta sus momentos de redención, Erika habló con la voz entrecortada y el corazón abierto.
“Ace fue más que un músico. Fue un ejemplo de lucha, de caída y de resurrección. Hoy honramos no solo su arte, sino su alma”, dijo, provocando una ovación que hizo vibrar el teatro.

Al final, un guitarrista invitado interpretó los primeros acordes de “New York Groove”, mientras Erika levantaba una vela encendida, símbolo de la luz eterna del artista.
La escena fue capturada desde múltiples ángulos y rápidamente se convirtió en tendencia global en YouTube y otras redes sociales.
El video del tributo alcanzó más de 20 millones de reproducciones en menos de 48 horas, y los comentarios de admiración y gratitud no se hicieron esperar.
Fans de Kiss y seguidores de Erika compartieron cómo esta unión entre la fe y el rock les había tocado profundamente.
Incluso Paul Stanley y Gene Simmons, excompañeros de Ace, compartieron fragmentos del homenaje en sus redes sociales, acompañados de mensajes de respeto y reconocimiento.
La frase que Erika pronunció esa noche, “Mientras haya una guitarra sonando en el mundo, el espíritu de Ace Frehley seguirá vivo”, se convirtió en un símbolo impreso en camisetas, pósters y murales digitales alrededor del mundo.
En Los Ángeles, se organizó una vigilia de velas frente al teatro, y en TikTok miles de jóvenes participaron en el “Ace Frehley Challenge”, interpretando solos de guitarra en honor al legendario músico.
En entrevistas posteriores, Erika explicó que su homenaje no buscaba protagonismo, sino servicio y reconciliación.
Para ella, Ace representaba la lucha interior que todos enfrentamos: caídas, adicciones, búsqueda de sentido y la capacidad de volver a levantarse.

“Ace me enseñó que Dios no siempre se manifiesta en templos o iglesias.
A veces se manifiesta en una guitarra, en un escenario o en un corazón que aún late a pesar del ruido”, afirmó con humildad y sinceridad.
Su mensaje ha generado debates en foros, podcasts y programas de radio, donde pastores, músicos y periodistas coinciden en que Erika ha cambiado la percepción pública del rock, mostrando que incluso en los acordes más fuertes puede haber un mensaje divino.
Días después del homenaje, el canal oficial de Kiss publicó un comunicado agradeciendo a Erika por su tributo y anunciando la creación de una fundación benéfica en memoria de Ace Frehley.
Esta organización estará destinada a ayudar a músicos en rehabilitación, una causa cercana a la historia de lucha y redención del guitarrista.
Erika fue invitada a formar parte del comité, aceptando con emoción y reafirmando que su intención es servir y apoyar a quienes enfrentan batallas similares a las que vivió Ace.
El homenaje de Erika Kirk a Ace Frehley ha demostrado que la música puede ser mucho más que entretenimiento: es un lenguaje universal que conecta almas, trasciende diferencias y sana heridas.
La unión entre la fe y el rock, dos mundos aparentemente opuestos, ha encontrado en esta historia un punto de encuentro que inspira a millones.

Mientras el público abandonaba el teatro cantando “New York Groove”, quedó claro que aunque el cuerpo se apaga, el legado de un verdadero artista jamás muere.
Ace Frehley sigue vivo en cada nota, en cada acorde, en cada corazón que vibra con su música.
La noche en que Erika Kirk rompió en llanto al rendir homenaje a Ace Frehley fue mucho más que un tributo musical.
Fue un acto de reconciliación, de esperanza y de fe en la capacidad humana para superar la oscuridad y encontrar luz en los lugares más inesperados.
Este evento ha dejado una huella imborrable en la historia del rock y la espiritualidad, recordándonos que el alma humana puede brillar incluso entre el ruido más intenso.
Y mientras las guitarras sigan sonando, el espíritu de Ace Frehley vivirá eternamente.
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