FALLECIÓ TRISTE CON PARALISIS FACIAL LUEGO DE MASTICAR CHICLE EN UN AMBIENTE FRIO Y SIN PODER HABLAR

La vida de Susana Cabrera, una de las figuras más singulares y queridas del humor escénico mexicano, estuvo marcada por el talento, la disciplina y la entrega absoluta a su oficio, pero también por episodios de dolor, traición y un deterioro físico que terminó llevándola a una despedida amarga.

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Aunque su nombre no siempre recibe el reconocimiento que merece dentro de la historia del espectáculo, su legado permanece vivo en las decenas de producciones teatrales, cinematográficas y televisivas donde dejó una huella imposible de borrar.

Su muerte en 1996, tras enfrentar una serie de complicaciones de salud que se agravaron con una inesperada parálisis facial, cerró una trayectoria de más de cinco décadas dedicada al arte y al humor.

 

Desde niña, Susana creció en un ambiente impregnado del olor a escenario y del ritmo constante de los ensayos.

Su familia estaba directamente vinculada al medio artístico, lo que le permitió observar de cerca la dinámica del mundo del espectáculo.

Esa cercanía moldeó su sensibilidad y talento natural, convirtiéndose en la base de una carrera que más tarde la posicionaría como una referente de la comedia popular.

Las carpas y los teatros itinerantes de mediados del siglo XX fueron su verdadera escuela, espacios donde el artista debía conquistar al público sin recursos sofisticados, únicamente con carisma, ingenio y rapidez escénica.

Allí forjó su estilo, uno que sería reconocible durante toda su carrera.

 

En la década de 1940, las carpas se consolidaron como centros de entretenimiento fundamentales para el público mexicano.

Eran escenarios vibrantes, repletos de artistas de variedades que combinaban música, baile, teatro y humor.

En ese ambiente, Susana supo destacar con un talento que la llevó a pisar escenarios emblemáticos como el Teatro Lírico, el Folies Bergère, el Colonial y el Margo, conocido hoy como el Teatro Blanquita.

Compartió escenario con figuras de gran renombre como Amparito Arosamena, Joaquín García “Borolas”, Pompín Iglesias y Nacho Contla, artistas que redefinieron el humor en México y que marcaron un antes y un después en la comedia escénica.

Aunque la industria estaba dominada por hombres, ella logró abrirse paso con determinación, rompiendo prejuicios y conquistando un espacio propio gracias a su voz característica, su baja estatura y su habilidad para combinar gestos cómicos con diálogos ingeniosos.

El - Susana Cabrera es un claro ejemplo que el talento lo puede más que una  figura atractiva. Poseedora de una característica voz grave y sonora, fue  parte indispensable en el Cine

Su salto al cine llegó en 1956, cuando participó en la cinta No me platiques más, compartiendo créditos con Pompín Iglesias, Evangelina Elizondo y Nacho Contla.

Esa película marcó el inicio de una brillante trayectoria cinematográfica que sumó más de 70 participaciones.

Aunque la mayoría fueron papeles secundarios, su presencia siempre lograba llamar la atención, pues tenía el don de aportar frescura y chispa a cualquier escena.

Su capacidad para robarse la mirada del espectador sin opacar al elenco principal la convirtió en una actriz muy solicitada en producciones humorísticas, dramas urbanos e historias del ambiente ranchero.

 

En lo personal, Susana vivió momentos difíciles que marcaron profundamente su vida.

A mediados de los años cincuenta mantuvo una relación con el actor Manuel Vergara, quien ya contaba con cierto prestigio en el medio artístico.

La relación, nacida del respeto y la admiración mutua, se vio quebrada en 1956 cuando Manuel descubrió cartas y obsequios que delataban una infidelidad de ella.

La ruptura fue devastadora para él.

Hundido en el dolor, entró en un periodo oscuro de deterioro emocional que terminó afectando su carrera y su salud.

Para 1957, su dependencia al alcohol había empeorado, al grado de que años más tarde confesó en una campaña de Alcohólicos Anónimos que llegó a dormir en la calle pese a ser un actor reconocido.

Mientras él se destruía lentamente, Susana continuó trabajando con disciplina inquebrantable.

Susana Cabrera fue una actriz y comediante mexicana de cine, teatro y  televisión de destacada trayectoria, fue mayormente actriz de comedia;  comenzó su carrera en la última etapa de la Época de

A lo largo de los años sesenta, su presencia se fortaleció en el cine mexicano.

Participó en películas memorables como Departamento de Soltero (1969) y El criado malcriado (1969), ambas protagonizadas por Mauricio Garcés.

Su química con Garcés y con otros actores del cine de la época se convirtió en un elemento clave para el éxito de estas producciones, hoy consideradas joyas del cine nacional.

Su versatilidad la llevó también a brillar en televisión, especialmente en programas como Nuestro Pequeño Mundo y Comiquísimo, donde su estilo humorístico se adaptó perfectamente al ritmo televisivo.

Incursionó en telenovelas como Niebla (1969) y Divorciadas (1961).

Su última aparición televisiva ocurrió en 1982 con Al final del Arcoiris.

 

Más allá del cine y la televisión, también se abrió paso en las fotonovelas, un formato extremadamente popular entre los años sesenta y setenta.

Protagonizó la serie Gomer Cinda (1966), donde interpretó a una empleada doméstica envuelta en situaciones humorísticas.

Este proyecto consolidó aún más su conexión con el público, especialmente con sectores populares que la admiraban por su estilo sencillo, carismático y cercano.

Susana Cabrera fue una actriz y comediante mexicana de cine, teatro y  televisión de destacada trayectoria, fue mayormente actriz de comedia;  comenzó su carrera en la última etapa de la Época de

A pesar de su éxito profesional, Susana enfrentó en sus últimos años serios problemas de salud, muchos de ellos derivados de la diabetes que padecía desde hacía tiempo.

Sin embargo, la complicación más inesperada surgió de un hábito aparentemente inofensivo: mascar chicle de manera constante.

Para ella, masticar chicle era una forma de liberar tensión, una costumbre cotidiana que poco a poco comenzó a generar molestias en los músculos faciales.

El problema se agravó por la frecuencia con la que lo hacía en ambientes fríos o expuesta a corrientes de aire, e incluso combinándolo con bebidas heladas.

Esa mezcla terminó irritando severamente los nervios faciales, provocándole adormecimientos recurrentes que con el tiempo se transformaron en una parálisis parcial del rostro.

 

Esa parálisis facial alteró su expresión, afectó su capacidad para comunicarse y la obligó a abandonar definitivamente el medio artístico en 1991.

Su última participación cinematográfica fue en Lola la trailera 3.

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Aunque ese retiro significó un golpe duro, su entrega al oficio permaneció inquebrantable.

En 1994 recibió una última oportunidad actoral en la película En una sombra ya pronto serás, donde interpretó a Julia.

Su deterioro físico ya era evidente, pero aun así logró cumplir con el papel con profesionalismo.

 

El 21 de junio de 1996, Susana Cabrera falleció a los 71 años a causa de un paro respiratorio.

Su partida dejó un vacío profundo en el medio artístico mexicano.

Su legado permanece vivo en el humor que ayudó a construir, en las mujeres comediantes que abrió camino y en la autenticidad que siempre la caracterizó.

Fue una artista que supo reír, hacer reír y enfrentar la vida con una fortaleza que merece ser recordada.

 

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