César Costa no es solo un nombre icónico en la historia del entretenimiento mexicano, sino un símbolo generacional que ha dejado una huella imborrable en la cultura latina.
A sus 83 años, su vida y carrera reflejan la perseverancia, el talento y la integridad de un hombre que supo reinventarse sin perder su esencia.
Esta es la historia humana y artística detrás del ídolo, contada desde la mirada íntima de su hija Fernanda Roel, quien nos abre las puertas para conocer al hombre detrás del mito.
Nacido el 13 de agosto de 1941 en la Ciudad de México, César Roel Shre creció en una familia tradicional de abogados.
Sin embargo, su destino no estaba marcado por las leyes, sino por la música.
Su abuela Josephine, una talentosa pianista de concierto, fue quien despertó en él la sensibilidad musical desde muy pequeño.
A los 13 años, decidió cambiar los códigos legales por las partituras, iniciando un camino que lo llevaría a convertirse en uno de los pioneros del rock en español.
Su primer instrumento fue el piano, luego el violín, pero fue la guitarra la que conquistó su corazón y se convirtió en su compañera inseparable.
En una época en la que el rock and roll apenas comenzaba a irrumpir en México, César vio en este género una forma de expresión auténtica y revolucionaria.
En 1958, con apenas 17 años, César ingresó como vocalista en la banda Los Black Jeans, grupo que hasta entonces se dedicaba a la música instrumental.
Su voz suave y poderosa transformó al grupo, que grabó el primer disco de rock en español bajo el sello Pearless.
Canciones como la versión eléctrica de “La Cucaracha” y “La Batalla de Grico” marcaron un antes y un después en la escena musical mexicana.
Aunque los escenarios eran modestos y las condiciones difíciles, el entusiasmo y la pasión por la música eran el motor que impulsaba a César y a sus compañeros.
La banda cambió su nombre a Los Camisas Negras y firmó con Discos Musart, grabando versiones en español de éxitos estadounidenses, acercando el rock a un público cada vez más amplio.
Tras la disolución del grupo en 1961, César tomó la valiente decisión de lanzarse como solista.
Cambió su nombre artístico a César Costa, un gesto que simbolizaba su deseo de forjar una identidad propia y distanciarse de su entorno familiar.
Este cambio fue fundamental para su carrera, pues le permitió consolidarse como un artista único y sofisticado.
Su imagen de chico bueno y su carisma natural lo llevaron a conquistar también la televisión y el cine.
Protagonizó películas junto a figuras como Enrique Guzmán y Angélica María, y su estilo inconfundible, representado por sus famosos suéteres con rombos, se convirtió en un sello visual reconocido en toda América Latina.
Más allá de la música, César Costa dejó una huella profunda en la televisión mexicana.
En 1978, se embarcó en el proyecto de “La Carabina de Ambrosio”, un programa que combinaba música, comedia y magia, y que se convirtió en un fenómeno cultural que unió a las familias frente al televisor durante casi una década.
Posteriormente, protagonizó “Papá Soltero”, una serie que retrataba con ternura e inteligencia la vida cotidiana de un padre viudo que criaba a sus hijos.
Este programa no solo fue un éxito rotundo, sino que también transmitió valores familiares y humanos que conectaron con millones de espectadores.
Detrás del éxito y la fama, César Costa enfrentó sacrificios personales y momentos de soledad.
Su hija Fernanda recuerda cómo la exigencia constante de estar disponible para el público y la presión mediática afectaron su vida sentimental y familiar.
A pesar de ello, mantuvo un compromiso firme con sus valores y con su familia, a quien siempre consideró su mayor refugio.
Su matrimonio, aunque sometido a las dificultades propias de una carrera artística intensa, se sostuvo durante 47 años, y hoy César es un abuelo cariñoso que disfruta de sus cinco nietos con la misma pasión que dedicó a su música.
Más allá del entretenimiento, César Costa ha demostrado un profundo compromiso con causas sociales.
Durante más de 25 años, ha formado parte del consejo de UNICEF y ha sido embajador en México, apoyando a la niñez y la adolescencia con dedicación y humildad.
Este trabajo humanitario no ha sido un acto de imagen, sino una verdadera vocación que ha marcado su forma de ver el mundo y su legado más valioso.
Como muchas figuras públicas, César Costa ha sido víctima de rumores y noticias falsas sobre su salud y su vida personal.
En 2020 y 2023, se difundieron falsos reportes de su muerte y problemas de salud que causaron alarma entre sus seguidores.
Con serenidad y buen humor, desmintió estas informaciones, demostrando su fortaleza y capacidad para enfrentar la desinformación en la era digital.
Lo que distingue a César Costa no es solo su talento, sino su integridad y coherencia a lo largo de más de seis décadas de carrera.
Nunca cedió a modas pasajeras ni escándalos para mantenerse vigente.
Su legado se construyó con constancia, elegancia y un profundo respeto por su arte y su público.
Su formación académica en derecho, que completó mientras desarrollaba su carrera artística, le brindó herramientas para tomar decisiones conscientes y firmes, manteniendo siempre los pies en la tierra.
Hoy, César Costa vive una etapa de introspección y tranquilidad, disfrutando de las cosas simples de la vida: un buen libro, una caminata, la compañía de su familia y la música que tanto ama.
Aunque se ha alejado de los reflectores, no descarta regresar a la televisión si encuentra un proyecto con propósito y contenido auténtico.
Su historia es un testimonio de que la fama puede coexistir con la humildad, que el éxito no exige renunciar a la esencia y que el verdadero legado se mide en la capacidad de tocar vidas y dejar una huella emocional.
Como dice su hija Fernanda, César Costa no solo es una leyenda del rock and roll y la televisión mexicana, sino un ejemplo de vida que inspira a generaciones a vivir con dignidad, pasión y verdad.
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