Ismael Pérez “Poncianito” ya Tiene Más de 80 Años y su Vida es Triste

Hubo un tiempo en el que un pequeño actor, de mirada brillante y una naturalidad casi mágica frente a la cámara, podía eclipsar incluso a las más grandes estrellas de la Época de Oro del cine mexicano.

Quién fue Ismael Pérez “Poncianito”? - Kiosco de la historia
Ese niño era Ismael Pérez, conocido para siempre como Poncianito, y durante poco más de una década su presencia fue sinónimo de ternura, talento y carisma.

Actuó junto a María Félix, Jorge Negrete, Tin Tan y trabajó bajo la guía de Emilio “El Indio” Fernández, conquistando al público y obteniendo tres nominaciones al Ariel antes siquiera de cumplir los diez años.

Hoy, a sus más de 80 años, la historia es muy distinta: vive una vida modesta, lejos de los reflectores, atendiendo una pequeña cafetería donde muchos clientes desconocen que están frente a un ícono del cine nacional.

Su vida es un ejemplo doloroso de cómo la industria puede encumbrar a un talento infantil y luego olvidarlo sin contemplaciones.

 

Ismael Pérez nació en un hogar humilde en el barrio de Guerrero, en una familia numerosa marcada por la precariedad.

Era uno de nueve hermanos y desde muy pequeño aprendió que el trabajo no era opción, sino necesidad.

Su entrada al cine ocurrió casi por accidente, cuando alguien de su vecindario, encargado de reclutar extras para filmaciones, necesitó un niño para una escena en El fugitivo, cinta codirigida por John Ford y Emilio Fernández.

Ismael no tenía ninguna aspiración artística. Simplemente hizo lo que le pidieron: caminar cojeando hacia una iglesia.

La cámara lo adoró, y las personas correctas se fijaron en él.

Aquella breve escena abrió la puerta a una carrera que marcaría su vida para siempre.

ISMAEL PEREZ "PONCIANITO". 極

Poco después, Emilio “El Indio” Fernández vio en él un talento único.

Lo llamó una y otra vez para participar en sus películas, entre ellas Río Escondido, Maclovia, Víctimas del pecado, Siempre tuya, La bienamada y Pueblerina.

Fue en Río Escondido donde recibió el apodo que lo acompañaría por décadas: Poncianito.

El nombre surgió porque muchos de los personajes que interpretaba se llamaban Ponciano, y el cinematógrafo Gabriel Figueroa, con su característico humor, comenzó a llamarlo así.

El apodo se quedó en la memoria del público y lo convirtió en parte esencial del imaginario cinematográfico mexicano.

 

El talento de Ismael Pérez era evidente para cualquiera que lo viera trabajar.

Los directores aseguraban que tenía una habilidad extraordinaria para cambiar de emoción en segundos.

Si la escena requería lágrimas, las derramaba sin esfuerzo.

Si pedían risa, miedo o ternura, las entregaba con una sinceridad absoluta.

Tenía un “interruptor interno”, decía Fernández, que lo hacía conmovedor y auténtico.

Ese talento innato lo llevó a obtener tres nominaciones al Ariel como mejor actor infantil, un logro monumental para un niño que apenas entendía lo que significaba la fama.

Nunca obtuvo la estatuilla, pero se ganó algo más importante: el título no oficial de “el niño prodigio del cine mexicano”.

✨ Especial leyendas vivientes del cine mexicano Ismael Pérez “poncianito”  Ismael López Arce y Siu nació el 9 de junio de 1941 o 1940 (hay variaciones  en su año de nacimiento) en

Pero la gloria infantil es frágil.

Y en el caso de Poncianito, su adolescencia marcó el abrupto final de su existencia cinematográfica.

A medida que crecía, su rostro ya no encajaba con los papeles infantiles que lo habían hecho famoso, y los productores no supieron qué hacer con él.

Le repetían que era demasiado grande para interpretar niños, pero demasiado reconocido para interpretar adolescentes.

Ese limbo profesional lo dejó sin oportunidades.

Las llamadas dejaron de llegar. Las puertas se cerraron.

Y la industria, que lo había abrazado, lo empujó al olvido.

 

Su vida familiar tampoco daba margen para esperar una nueva oportunidad.

Sus ingresos, durante su niñez, habían ayudado a mantener a sus padres y a sus ocho hermanos.

La escuela siempre había quedado en segundo plano; apenas terminó el tercer grado antes de que el cine se convirtiera en prioridad.

Cuando su carrera terminó, no contaba con estudios formales ni con el respaldo económico suficiente para reinventarse con comodidad.

Tomó trabajos ocasionales como ayudante de sastre y mecánico, hasta que finalmente encontró un espacio más estable en el periodismo.

Comenzó armando páginas, luego haciendo resúmenes informativos, y poco a poco construyó una vida tranquila lejos de las cámaras.

Gracias a Charlie por invitarme a su santuario donde han pasado muchas  personalidades y me siento muy honrado de ser parte ya de este gran logro.

Durante décadas, Poncianito desapareció casi por completo.

Sus compañeros de la Época de Oro siguieron sus caminos, algunos convertidos en leyendas, otros en recuerdos difusos. Él, en cambio, eligió la humildad como refugio.

Se casó joven y formó una familia de la que rara vez hablaba en público, aunque mencionaba con cariño a su esposa, su hija y sus nietos.

Su vida personal transcurrió con discreción, dedicada al trabajo honesto y a pequeños placeres como coleccionar periódicos antiguos o contar historias sobre los sets donde creció.

 

Fue en el año 2000 cuando reapareció tímidamente en un homenaje a Germán Valdés “Tin Tan”.

Ya no era el niño de mirada viva, sino un hombre mayor, sereno, con la sonrisa amable de quienes han aprendido a aceptar su destino.

Cinco años más tarde brindó una entrevista donde reveló por primera vez que era dueño de una pequeña cafetería en la colonia Constitución de 1917 en Iztapalapa.

Hablaba de su negocio con orgullo sencillo; era suyo, construido con trabajo y sin nostalgia dolorosa por un pasado lleno de glamour.

 

En 2018 ocurrió un momento significativo para su legado. La Asamblea Legislativa del Distrito Federal lo reconoció por su contribución al cine mexicano.

Fue un homenaje tardío, pero profundamente merecido, que reivindicó su lugar como uno de los actores infantiles más talentosos de la Época de Oro.

Durante la ceremonia, Ismael Pérez no pidió nada para sí; solo agradeció haber sido parte de una etapa histórica del cine nacional.

Ese gesto, humilde y sincero, refleja la esencia de quien alguna vez fue conocido en todo México como Poncianito.

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Hoy, con más de 80 años, Ismael Pérez vive una existencia tranquila.

Sus bienes materiales son modestos; su patrimonio ronda probablemente cifras menores, producto de años de trabajo honrado en el periodismo y la cafetería.

Pero guarda un tesoro más valioso: la memoria de una infancia marcada por el cine, por el cariño del público, por la guía de grandes figuras que dejaron huella en la historia cultural del país.

 

Quienes lo visitan en su cafetería rara vez saben quién es. Ven a un hombre amable que sirve café y limpia mesas con paciencia.

Ignoran que ese mismo hombre trabajó con María Félix, improvisó junto a Tin Tan y fue dirigido por Emilio Fernández y John Ford.

Ignoran que fue uno de los rostros más queridos de una época que definió al cine mexicano.

Y, sin embargo, Ismael Pérez no guarda resentimiento. Para él, la fama es un polvo que brilla un día y desaparece al siguiente.

Lo que importa, según sus propias palabras, es la gente que queda cuando las luces se apagan.

 

Su historia es, en última instancia, un recordatorio poderoso de que el cine mexicano ha tenido prodigios que merecen ser recordados.

Poncianito fue uno de ellos.

Aunque la industria lo olvidó, su legado continúa vivo en cada fotograma, en cada película que protagonizó y en cada recuerdo de quienes lo vieron crecer frente a la cámara.

Era un niño humilde del barrio de Guerrero que llegó a las pantallas de todo un país, y aunque su vida tomó un rumbo distinto, sigue siendo parte esencial del alma cinematográfica de México.

 

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