El 19 de abril de 1966, México perdió a una de sus voces más emblemáticas: Javier Solís, el llamado “Rey del Bolero Ranchero”.
A sus apenas 34 años, su muerte inesperada dejó un profundo vacío en el mundo de la música ranchera y bolero, así como en los corazones de millones de seguidores.
Su vida, aunque corta, fue intensa y llena de éxitos, pero también de desafíos personales y secretos que hoy, 58 años después, salen a la luz para ofrecer una visión más completa del hombre detrás del ícono.
Javier Solís nació como Gabriel Siria Levario el 1 de septiembre de 1931 en la Ciudad de México, específicamente en el barrio de Tacubaya.
Durante años se creyó erróneamente que había nacido en Nogales, Sonora, un mito que él mismo ayudó a perpetuar, lo que contribuyó a su apodo de “El Rey Romántico”.
Su infancia fue humilde; su padre, panadero, abandonó a la familia cuando él era apenas un niño, y su madre, comerciante, lo dejó al cuidado de sus tíos para poder trabajar.
Desde muy joven, Gabriel tuvo que abandonar la escuela tras el quinto grado para ayudar económicamente en casa.
A los 11 años comenzó a trabajar en una panadería llamada El Imperio, y más tarde desempeñó oficios variados como asistente de carnicero, carpintero y mecánico.
Paralelamente, mostró interés por el boxeo, el canto y la guitarra, actividades que marcarían su vida.
A finales de los años 40, Gabriel empezó a cantar en grupos de mariachi en Garibaldi y en las calles del centro de la Ciudad de México.
Su debut formal tuvo lugar en el centro típico de Guadalajara, en el barrio de Lagunilla.
En 1949 participó en un concurso amateur de canto donde obtuvo el segundo lugar, lo que abrió las puertas a su carrera profesional.
En sus inicios, imitaba a Pedro Infante, una figura que admiraba profundamente, pero pronto desarrolló un estilo propio que lo catapultó al éxito.
En 1956 firmó con Columbia Records (ahora Sony Music) y en 1957 recibió su primer disco de platino.
Su voz y carisma lo convirtieron en una estrella ascendente, y su carrera musical floreció durante la llamada época del milagro mexicano.
Durante su carrera, Javier Solís grabó más de 300 canciones y lanzó alrededor de 20 álbumes.
Su repertorio incluía éxitos inolvidables como “Sombras”, “Llorarás, Llorarás”, “Amor Mío”, “Dios No Lo Quiera”, “Lágrimas de Amor”, “La Hiedra”, “Sabor a Mí” y “Bésame Mucho”.
Además, incursionó en el cine, participando en más de 30 películas que aumentaron su popularidad no solo en México sino en toda América Latina.
Su estilo evolucionó con el tiempo, alejándose de los sones tradicionales para abrazar letras más urbanas y boleros con arreglos orquestales, como en sus álbumes “Fantasía Española” y “Trópico”.
También realizó giras por Estados Unidos, consolidando su fama internacional.
Aunque conocido por su humildad y timidez, la vida personal de Javier Solís fue compleja y tumultuosa.
Estuvo casado cinco veces y tuvo nueve hijos, aunque muchos detalles permanecieron en el misterio.
Sus relaciones más documentadas fueron con Socorro González y Blanca Estela Sainz, con quienes tuvo varias hijas.
Su vida amorosa estuvo marcada por celos, conflictos y tensiones, incluyendo un episodio dramático cuando sus dos esposas se enfrentaron en un hospital durante su última enfermedad.
A pesar de las dificultades, Solís mantenía un fuerte vínculo con sus hijos, dedicándoles tiempo y cariño.
En los últimos años, Javier Solís padeció problemas biliares que afectaron gravemente su salud.
En 1966 fue hospitalizado para una cirugía que parecía exitosa, pero tras beber agua en secreto y desobedecer las indicaciones médicas, sufrió un paro cardíaco que le costó la vida.
Su muerte conmocionó a México.
Miles de seguidores, en su mayoría mujeres, acudieron a despedirlo en el velorio y funeral, donde la policía tuvo que intervenir para controlar las multitudes.
Su fallecimiento prematuro fue comparado con el de Pedro Infante, otro ícono que murió joven y dejó un legado imborrable.
El legado de Javier Solís perdura en la música ranchera y bolero, con canciones que siguen siendo interpretadas y apreciadas por nuevas generaciones.
En su barrio natal de Tacubaya, un busto y un centro cultural llevan su nombre, recordando su influencia y conexión con la comunidad.
Aunque su carrera fue breve, su impacto fue profundo.
Su voz única, su capacidad para transmitir emoción y su carisma lo convirtieron en un símbolo de la música mexicana.
A 58 años de su muerte, Javier Solís sigue vivo en el recuerdo y en el corazón de sus fans.
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