La muerte de Rubby Pérez, uno de los grandes ídolos del merengue, ha desatado una tormenta mediática que va más allá del duelo familiar.
A raíz de su fallecimiento, su hija mayor, Zulinka Pérez, ha hecho declaraciones impactantes que han encendido un conflicto por la herencia del artista, revelando secretos y traiciones que muchos preferirían mantener ocultos.
Zulinka, en una entrevista explosiva, afirmó que su padre, aunque reconocido como un gran músico, también era un hombre con fallas y secretos.
Según sus declaraciones, Rubby tuvo siete hijos: cuatro reconocidos oficialmente con su esposa, Inés Lizardo, y tres más de relaciones extramatrimoniales.
Esta revelación ha generado un debate intenso sobre la legitimidad de las reclamaciones de los hijos no reconocidos.
Uno de estos hijos, Ryan, reside en El Salvador y ha sido mantenido en secreto durante años.
Otro, Ana Beatriz, fue presentada por Rubby en sus redes sociales, lo que sugiere una relación más visible y reconocida.
La madre de Ana Beatriz, Michelle Reynoso, ha sido una figura controvertida, comportándose como si fuera la viuda oficial durante el velorio, lo que ha llevado a Zulinka a calificar su presencia como una falta de respeto hacia su madre, quien fue la compañera de Rubby durante más de cuatro décadas.
La situación se ha complicado aún más con rumores sobre un testamento no oficial que podría beneficiar a Ana Beatriz, lo que ha llevado a una lucha legal por las propiedades, cuentas bancarias y derechos musicales de Rubby.
Zulinka ha declarado que no tiene miedo a enfrentar las consecuencias de sus palabras y que no permitirá que la historia de su padre sea reescrita por aquellos que solo aparecen ahora que él ha fallecido.
Los medios de comunicación han convertido esta tragedia en un espectáculo, llevando la imagen de Rubby de un ídolo intocable a un hombre de carne y hueso, con romances paralelos y decisiones que sus herederos ahora deben enfrentar.
Uno de los puntos más discutidos fue que Rubby, en sus últimos años, cobraba un salario fijo en el local Jetset, lo que generó preguntas sobre cómo un artista de su calibre aceptaba condiciones tan desfavorables.
El drama alcanzó su punto máximo cuando Zulinka anunció que demandaría al propietario del Jetset, Antonio Spayat, por negligencia, tras el colapso del techo del local que resultó en varias muertes, incluida la de su padre.
La investigación reveló que el local había operado sin cumplir con inspecciones estructurales obligatorias, lo que pone en evidencia una cadena de negligencias que culminó en una tragedia.
Zulinka ha declarado que su lucha no es solo por la herencia material, sino por garantizar que la verdad sobre su padre sea contada.
“No quiero venganza, quiero justicia”, afirmó, mientras la opinión pública se ha alineado mayoritariamente a su favor.
A pesar del caos, Zulinka ha decidido continuar el legado artístico de su padre, formando una nueva orquesta que llevará el nombre “Los Hijos de Rubby”.
Sin embargo, la inclusión de Ana Beatriz en esta nueva etapa sigue siendo un tema de discusión, con tensiones y resentimientos que aún no han sanado.
Zulinka ha manifestado que su objetivo no es monopolizar el legado, sino asegurarse de que se reparta de manera justa.
“Quien aparezca ahora solo para reclamar un pedazo del nombre sin haber estado en los momentos duros no recibirá un centavo”, afirmó.
La herencia de Rubby Pérez ha desencadenado no solo una batalla por bienes materiales, sino una lucha por el derecho a contar su historia.
Zulinka ha dejado claro que, aunque su padre no fue perfecto, su legado y su verdad no pueden ser borrados.
Este conflicto es un recordatorio de que, a menudo, el precio de la fama es el silencio, pero el de la dignidad es hablar, aunque duela.
La historia de Rubby Pérez continúa, resonando en los corazones de sus seguidores y en los salones de justicia, mientras su familia intenta encontrar un camino hacia la verdad y la reconciliación.
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