Valentín Trujillo, uno de los actores y directores más emblemáticos del cine mexicano, falleció en mayo de 2006 a los 55 años, dejando tras de sí un legado complejo y una historia llena de pasión, sacrificio y tragedia.
Su vida estuvo marcada por el amor al cine, la lucha por contar verdades incómodas y el costo personal que ello implicó, tanto para él como para su familia.

Rafael Valentín Trujillo Gascón nació el 28 de marzo de 1951 en Atotonilco, Jalisco, pero su verdadera vida comenzó en los sets de filmación.
Proveniente de una dinastía de cineastas, los Gascón de Anda, su abuelo Valentín Gascón fue su mayor inspiración.
Apenas con dos meses de nacido apareció en pantalla en “El lobo solitario” (1951), y a los siete años debutó formalmente en “El gran pillo” junto a su tío Gilberto Gascón.
A los once años, su encuentro con Cantinflas en “El Extra” (1962) marcó un momento crucial en su carrera, ya que el legendario comediante lo ayudó a ensayar sus líneas, un recuerdo que Valentín atesoró toda su vida.
Aunque sus padres le impusieron la condición de terminar la universidad para protegerlo del peligro de la fama temprana, Valentín cumplió y se graduó como abogado en la UNAM.
Sin embargo, nunca ejerció la profesión; el cine lo llamaba con más fuerza.
A los 18 años, Valentín consiguió su primer protagónico en “Las figuras de arena” (1969), película que no fue un éxito comercial, pero que le valió la Diosa de Plata como revelación masculina.
Durante más de una década, apareció en más de 300 fotonovelas, conquistando a las mujeres mexicanas con su carisma y belleza.
Fue en esta época cuando tuvo romances famosos, como con Verónica Castro y Lucía Méndez, aunque su relación con esta última terminó abruptamente cuando ella rechazó casarse con él.
Se casó rápidamente con Patricia María, con quien tuvo tres hijos, pero el matrimonio no sobrevivió a la obsesión de Valentín por el cine.
Su debut como director llegó en 1983 con “Un hombre violento”, y a partir de entonces dirigió nueve películas que exploraban la violencia social en México, ganando premios y taquilla, pero sacrificando su vida personal.
El proyecto que definiría su carrera y pondría en riesgo su vida fue “Rojo Amanecer”, un filme que narraba la masacre de Tlatelolco del 2 de octubre de 1968, un tema tabú en México durante décadas.
El guion, escrito por Jorge Fons, fue rechazado por muchos, pero Valentín supo que esa historia debía contarse.
Con recursos limitados y filmando de manera clandestina cerca del Estadio Azteca, Valentín hipotecó propiedades y convenció a técnicos de trabajar gratis o por poco dinero.
El rodaje comenzó en mayo de 1989, y durante la filmación recibió amenazas anónimas para abandonar el proyecto, pero él siguió adelante.
La edición y revelado del material se hicieron en secreto, y la película quedó atrapada en la censura gubernamental.
El ejército mexicano consideró la cinta una ofensa, por lo que se prohibió su exhibición oficial.
Sin embargo, Valentín sacó copias a Cuba y Los Ángeles como seguro de vida.
Finalmente, el presidente Carlos Salinas de Gortari autorizó su exhibición con la condición de editar tres escenas que mostraban a soldados disparando contra civiles.
“Rojo Amanecer” se estrenó en 1990, causando conmoción y ganando 11 premios Ariel, pero el costo para Valentín fue enorme.
Tras el estreno, Valentín vivió con paranoia constante, cambiando cerraduras y guardando la copia original en Estados Unidos.
Años después, el magnate Carlos Slim adquirió la versión completa y sin censura de la película.
Aunque su éxito profesional crecía, su vida personal se desmoronaba. Su primer matrimonio terminó en divorcio, y sus hijos vivían con su madre.
Valentín sufría por su ausencia como padre y esposo, y sus obsesiones con la perfección y el cine lo alejaron de su familia.
En sus últimos años, trabajaba en un proyecto sobre mujeres en prisión llamado “Desde la cárcel”, dedicando tiempo a investigar y escribir el guion, pero su salud comenzó a deteriorarse.
Rumores de Parkinson surgieron, aunque su esposa Scarly Álvarez lo desmintió.
El 3 de mayo de 2006, Valentín Trujillo murió repentinamente en su casa de Coyoacán. Su esposa lo encontró sin vida en la madrugada, víctima de un paro cardíaco.
La noticia conmocionó al cine mexicano, que perdió a uno de sus grandes íconos.
Años después, se supo que su viuda y su hijo menor vendían cuadros en las calles de la Ciudad de México para sobrevivir, ya que la herencia de Valentín se había agotado.
Sus otros hijos continuaron en el cine, intentando terminar el proyecto inconcluso de su padre.

“Rojo Amanecer” se estudia en escuelas y es un referente del cine mexicano por su valentía y denuncia social.
Valentín Trujillo fue un hombre atormentado, un padre ausente, pero también un héroe cultural que arriesgó todo por contar una verdad que México necesitaba escuchar.
La historia de Valentín Trujillo es un reflejo de la lucha entre el arte y el poder, entre la pasión y el sacrificio personal.
Su vida y obra muestran que el cine puede ser una herramienta poderosa para enfrentar la historia y la censura, pero también que detrás de las cámaras hay vidas humanas con sus propias tragedias y batallas.
Valentín Trujillo dejó un legado imborrable en el cine mexicano, pero también una advertencia sobre el costo de la verdad y el precio de la fama.
Su nombre permanecerá en la memoria de México como el galán que lo arriesgó todo por el cine.