Andrés Soler, uno de los actores más emblemáticos del cine mexicano, dejó este mundo de manera sorpresiva el 26 de julio, a la edad de 70 años.
Su legado en la industria cinematográfica es incuestionable, perteneciendo a una dinastía de actores que brillaron durante la época dorada del cine mexicano.
La familia Soler, compuesta por ocho hermanos, aportó al cine nacional cinco destacados intérpretes: Fernando, Andrés, Domingo, Julián y Mercedes.
De todos ellos, Andrés se destacó como uno de los mejores actores secundarios de su tiempo.
Tres meses antes de su fallecimiento, Soler había finalizado el rodaje de la película “El hermano Capulina”, donde compartió créditos con el querido actor Gaspar Henaine.
A pesar de su apretada agenda y su aparente buena salud, el destino le tenía preparado un desenlace inesperado.
En la madrugada del 26 de julio, Andrés no despertó de un coma que había comenzado tres días antes, lo que dejó a amigos, familiares y seguidores en estado de shock.
El 24 de julio, el periódico “Universal” informó sobre el delicado estado de salud de Soler.
Aparentemente, el actor había sufrido un desvanecimiento en su hogar, lo que llevó a su ingreso urgente en la clínica de la Asociación Nacional de Actores.
Los médicos, tras realizar diversos estudios, no pudieron determinar la enfermedad que lo aquejaba, pero su estado fue calificado como crítico.
El parte médico de esa madrugada reveló que estaba en estado de coma.
Los días previos a su muerte fueron angustiantes para sus seres queridos.
Actores y artistas que habían sido alumnos de Soler se congregaron en la clínica, esperando noticias sobre su evolución.
La situación se complicó cuando se decidió realizar una traqueostomía y evaluar la posibilidad de una operación, ya que se había confirmado que había sufrido una trombosis cerebral, lo que implicaba una grave pérdida de oxígeno en una región de su cerebro.
El viernes 25 de julio, se revelaron más detalles sobre los momentos previos al coma de Andrés.
Se informó que estaba desayunando en su casa cuando se desvaneció repentinamente.
Su compadre, al verlo caer de la silla, lo trasladó de urgencia a la clínica.
Desafortunadamente, la situación era crítica y, a pesar de los esfuerzos médicos, Andrés Soler falleció a las 3 de la mañana del sábado 26 de julio, víctima de una doble trombosis cerebral.
La noticia de su muerte fue devastadora para su familia y amigos.
Su hija adoptiva, Gloria Jordán, tuvo la difícil tarea de comunicar la triste noticia a los hermanos sobrevivientes: Julián, Fernando, Gloria, Irene, Elvira y Mercedes.
La capilla ardiente se llenó de parientes y amigos, incluidos 15 sobrinos y 15 sobrinos nietos, quienes llegaron para rendir homenaje al gran actor.
Andrés Soler fue trasladado al Panteón Jardín, donde su ataúd fue llevado por sus hermanos Fernando y Julián.
La banda de guerra del Sindicato de Trabajadores de la Industria Cinematográfica tocó el “toque de silencio” mientras el ataúd descendía en su tumba, en un ambiente de profundo respeto y tristeza.
Aquel día, el cine mexicano perdió a uno de sus más grandes exponentes.
A lo largo de su carrera, Andrés Soler participó en 192 películas, dejando una huella imborrable en la historia del cine.
Sin embargo, su labor más reconocida fue la enseñanza actoral.
Siempre aconsejaba a sus alumnos que se olvidaran de la vanidad y mantuvieran la humildad, tanto en la escena como en la vida cotidiana.
Su famosa frase, “siento horror de pensar lo que va a ser de ti; ningún sacerdote te dará la absolución mientras no te arrepientas de ese horrible pecado de soberbia”, resuena como un recordatorio de la importancia de la humildad en el arte y en la vida.
La muerte de Andrés Soler marca el fin de una era en el cine mexicano.
Su legado perdurará a través de sus películas y las enseñanzas que dejó a las nuevas generaciones de actores.
La familia Soler, aunque dolida por la pérdida, puede sentirse orgullosa de haber contribuido de manera significativa al desarrollo del cine en México.
Andrés Soler será recordado no solo por su talento, sino también por su dedicación a la enseñanza y su compromiso con el arte.
Su partida deja un vacío en la industria, pero su espíritu vivirá en cada actuación y en cada rincón del cine mexicano.