Nacido el 18 de noviembre de 1898 en Saltillo, Coahuila, Andrés fue parte de la legendaria dinastía Soler, una familia que se destacó por su gran contribución al teatro y al cine de México.
Aunque su carrera actoral comenzó tardíamente, a los 38 años, Andrés se consolidó como una figura icónica y versátil, capaz de encarnar tanto personajes cómicos como villanos profundos y complejos.
El debut cinematográfico de Andrés Soler llegó en 1935 con la película Celia.
A partir de entonces, su talento y carisma lo llevaron a participar en más de 190 películas, entre las que destacan clásicos como Doña Bárbara (1943), El Gran Calavera (1949) y El Bruto (1953).
Estas producciones lo colocaron entre los actores más reconocidos de su época.
Su actuación, siempre memorable, logró conectar con audiencias de distintas generaciones y lo hizo merecedor de cuatro nominaciones al Premio Ariel, uno de los galardones más prestigiosos del cine mexicano.
A pesar de su éxito en pantalla, Andrés nunca se limitó a ser solo un actor.
Su pasión por el arte dramático lo llevó a fundar la Academia de Artes Dramáticas de la Asociación Nacional de Actores (ANDA).
A través de esta institución, demostró su compromiso con la formación de nuevas generaciones de actores y con la lucha por los derechos laborales de los artistas.
Andrés Soler no solo era un maestro del escenario, sino también un mentor y defensor incansable de su gremio.
Aunque Andrés Soler alcanzó un gran éxito profesional, su vida personal estuvo marcada por la soledad y la melancolía.
Nunca contrajo matrimonio, pero adoptó a una hija, Gloria Jordán, quien lo acompañó en sus últimos años de vida.
Gloria se convirtió en su principal apoyo y en su compañía constante, demostrando el fuerte lazo afectivo que compartían.
Entre sus pasatiempos favoritos, Andrés disfrutaba de coleccionar figuras de elefantes, llegando a reunir una impresionante colección de 2,888 piezas.
También era un apasionado de los relojes antiguos y de la literatura clásica, particularmente de las tragedias griegas.
Estas aficiones reflejan una personalidad curiosa y cultivada, que buscaba en el arte y la cultura un refugio frente a las complejidades de la vida.
En su juventud, Andrés también exploró el mundo de la tauromaquia como torero aficionado.
Sin embargo, una lesión grave lo llevó a abandonar esta actividad, marcando un punto de inflexión en su vida.
Este episodio lo conectó aún más con las emociones humanas que posteriormente plasmaría en sus personajes.
Durante su carrera, Andrés Soler formó parte de un círculo de grandes figuras del cine mexicano.
Su amistad cercana con actores como Pedro Infante y Jorge Negrete fue bien conocida.
No solo compartió pantalla con ellos en icónicas producciones, sino también luchas laborales en pro de los derechos de los actores.
Estas relaciones fueron un reflejo de su lealtad y compromiso tanto con sus colegas como con su profesión.
La última aparición cinematográfica de Andrés Soler fue en El Hermano Capulina (1969), una película que marcó el cierre de una carrera brillante.
Lamentablemente, Andrés falleció el 26 de julio de 1969 a los 70 años, tras sufrir una trombosis cerebral.
Su muerte fue un golpe para la comunidad artística de México, que lo despidó con grandes homenajes en el Panteón Jardín de la Ciudad de México.
El legado de Andrés Soler trasciende las pantallas de cine.
Su contribución al arte dramático, su dedicación a la formación de nuevos talentos y su lucha por los derechos de los actores lo convierten en una figura inolvidable.
Andrés no solo fue un actor talentoso, sino también un mentor, un amigo leal y un pionero en la defensa de la dignidad de su gremio.
Hoy en día, Andrés Soler sigue siendo recordado como uno de los grandes pilares del cine mexicano.
Su capacidad para interpretar una amplia gama de personajes, desde los más cómicos hasta los más oscuros, lo consolidó como un maestro del arte escénico.
Su nombre permanece vivo en la memoria colectiva de México, y su obra sigue inspirando a nuevas generaciones de artistas que sueñan con dejar una huella tan profunda como la suya.